Peter Pan, personaje literario
Asomarse al mito literario de Peter Pan es una experiencia en verdad sugestiva, no solo por su riqueza sino por la enorme complejidad del camino que lleva a su materialización: por la elaborada génesis que James Matthew Barrie le dio. La primera sorpresa es que Peter Pan no nació de una vez y para siempre en un libro concreto, como sucede, por ejemplo, con Sherlock Holmes, Drácula o Tarzán, por hablar de otras creaciones emblemáticas. Peter surge, de entrada, como la invención de un adulto que quiere entretener a unos niños: en la Inglaterra victoriana, varias de sus más conocidas joyas nacieron así, como se sabe. Luego, aparece dentro de un libro que ni lleva su título ni lo tiene por personaje principal. Después, es objeto de una obra teatral que tardará en publicarse un cuarto de siglo (es decir, de fijarse por escrito para siempre), y que sufrirá, por ello, más de una modificación. Y por último, será plasmado en un libro, el que hoy se publica como Peter Pan, donde podemos encontrar la historia con sus elementos más conocidos, pero que realmente se llama Peter y Wendy, y que, además, no es sino una novelización de la pieza teatral, una operación que cualquier rígido ortodoxo podría pensar que es poco digna. Por ejemplo, el cinéfilo sabe que esta operación es una estrategia habitual y muy antigua en el séptimo arte, una forma más de añadir beneficios a una película, al convertirla en libro para que el espectador la pueda saborear con más detenimiento. Sin embargo, tanto la obra como la novela tienen su propia personalidad, que nace precisamente tanto de la complementariedad entre ambas como de la diferencia de lenguaje que exigen dos medios narrativos tan diferentes.