Metro I II
Este artículo está dedicado a mi amigo Jorge Montalvo, el hombre que tiene en su cabeza el libro que el arte del doblaje tanto necesita.
El famoso lema de la Metro Goldwyn Mayer (el estudio con más medios de todo Hollywood) decía que en sus películas había más estrellas que en el cielo. En la edad en que se forja la cinefilia (en mi caso, la segunda década de mi vida), la Metro era mi estudio favorito y no porque hubiera hecho algún estudio comparativo entre unas majors y otras, sino por una razón más sencilla y más subjetiva: porque sus películas tenían las mejores voces del mundo. Muy pronto descubrí que el doblaje no era algo natural que venía con las películas. En una época en que todo el cine clásico nos llegaba a través de la televisión y, por tanto, doblado, no tardé en advertir que había películas que «sonaban» estupendamente y otras, con los mismos actores, daba pena escucharlas. La nobleza de gestos de Ivanhoe o de Lanzarote del Lago (esto es, Robert Taylor) se expresa asimismo mediante una voz de vibrante armonía (esto es, la de Rafael Navarro, aunque su nombre tardé muchos años en saberlo). El genial duelo final de El prisionero de Zenda entre Rodolfo Rassendyll y Ruperto de Hentzau se desarrolla en un doble plano: el de la sugestiva armonía visual de ese ese combate en que miden sus espadas y en las elegantes invectivas que se cruzan sus voces (esto es, las de Rafael Luis Calvo y José María Ovies). De película en película, las mismas voces se perpetuaban en los mismos actores (no era el único estudio donde se hacía, claro, pero estas fueran las primeras que yo aprendí), creando una complicidad natural con el espectador: otro motivo para ver el film. A la vez, las palabras, esto es, las traducciones, poseían una fluidez maravillosa, producto de unas traducciones cuidadas como si fueran alta literatura. La magia del doblaje es difícil de describir a quien no la aprecia o a quien considera esta práctica una adulteración del cine. Hace ya muchos años que yo mismo me pasé irremediablemente al bando de las versiones originales, pero confieso que hay películas que me siguen pidiendo verlas como siempre. No falla: son películas de la Metro Goldwyn Mayer.