Hace poco más de una semana que ha visto la luz mi segundo libro, El hombre que escribía los cuentos más tristes y otros ensayos literarios, publicado también por la editorial malagueña Algorfa y que está compuesto por artículos procedentes de esta mano del extranjero, convenientemente revisados y corregidos. A modo de presentación para todos aquellos que puedan interesarse por él, incluyo en esta entrada la introducción expresamente escrita para el libro, en el que refiero su propósito y contenido. Al final también he puesto el índice del mismo.
Escribo para saber que he leído. Hago mías las palabras de Sergio Pitol, que ha dicho que no escribe porque recuerde algo: él escribe para recordarlo. Pero también las de Sherlock Holmes cuando afirma que la memoria no es un espacio de dimensiones ilimitadas y, por tanto, el usuario inteligente debe saber cómo organizarlo. Él descartaba aquellos conocimientos que no veía cómo podrían facilitar su labor investigadora, tales como la teoría heliocéntrica (aunque sus incondicionales siempre hemos pensado que esta afirmación es una mera boutade que soltó para desconcertar al seco doctor Watson); yo, casi cualquier dato de la vida práctica que no me haya enseñado la literatura. Por ejemplo, desconozco cómo se cambia la rueda de un coche pero, si alguna vez lo necesitara, sabría fabricar el imprescindible alimento de los aventureros, el pemmican: me lo enseñó Silvestre Paradox, el eminente personaje que da título a dos libros de Baroja. Seguir leyendo