Acabo de publicar en el blog literario Recuerda que has leído un breve artículo sobre Mujercitas, ese clásico de la literatura «para niñas» que últimamente se reivindica bastante, sobre todo desde un punto de vista feminista. En él, intento señalar tanto sus indiscutibles méritos como sus evidentes lastres, en realidad tan interprenetrados unos de otros que esto constituye uno de sus principales atributos. El artículo supone, por otro lado, una reelaboración de uno anterior publicado en este mismo blog, en el que hacía pareja con otro ejemplar de la novelística juvenil leído durante décadas, el Ben-Hur de Lewis Wallace, solo que el libro de Louisa May Alcott vive un esplendor editorial y el otro no consiguió revitalizarlo ni su reciente (y ya del todo olvidado) remake. Como complemento al artículo, quiero hacer una pequeña reseña, precisamente, sobre la nueva adaptación cinematográfica del libro de Alcott que acaba de estrenarse, si bien, por una vez, diríase que es el revival literario el que ha justificado la existencia del film y no al revés, como tantas veces ha sucedido. Conviene recordar que, en el caso de Mujercitas, los magnates del cine siempre se han empeñado en ofrecer a cada generación una nueva versión, como han hecho con otros libros de fervor popular. Descartando dos ignotas adaptaciones realizadas durante el cine mudo, en concreto llevamos cuatro. De la primera, Las cuatro hermanitas (1934), dirigida por George Cukor, poco puedo decir pues guardo un recuerdo lejanísimo de ella, salvo para señalar que el hoy absurdo título parece deberse a que así fue traducida en alguna de las primeras versiones españolas del libro. La segunda, ya titulada Mujercitas (1949), es la más popular y todavía suele visitar los hogares navideños a través de la televisión. La tercera, de 1994, me aburrió muchísimo en su día: es la clásica película que no se esfuerza en absoluto en aportar algo que induzca a pensar que su existencia tenga valor por sí misma y no por vampirizar un libro que podía haberse ahorrado semejante ilustración. La coetánea, en cambio, me ha parecido una película de lo más estimable, incluso con momentos excelentes, sobre todo porque, por una vez, es una adaptación que sí se esfuerza en ofrecer algo distinto, aun siendo muy fiel al original. Es cuestión de enfoque, de tono: de creatividad.
Me refiero, por supuesto, a la llamativa decisión de su directora, y guionista en solitario, Greta Gerwig, de cambiar el desarrollo lineal de la conocida por una estructura de flash-backs que va pasando desde el presente (situado en el escenario de la segunda parte de la historia original, con las cuatro hermanas March enfrentándose ya al mundo adulto) al pasado (es decir, a la parte más conocida de sus andanzas, la época en que todas juntas viven bajo el mismo techo, con su padre en la guerra). Podría pensarse que esta decisión no es más que un capricho ejecutado para llamar la atención, pero lo cierto es que posee una función dramática, cual es dar un mayor relieve al que, a poco que se conozca el original, es uno de sus temas centrales: el terrible paso de la alegre inconsciencia de la infancia a la zozobra de la vida adulta, con su exigente carga de responsabilidad.
Es más, la historia comienza presentando a cada una de las cuatro hermanas separada de las demás, viviendo su propia vida (Jo consiguiendo publicar sus primeros relatos, en Nueva York; Meg, enfrentada a las privaciones propias de su matrimonio con un humilde profesor; Amy, disfrutando de la vida regalada en Europa que le depara su protectora, la tía March; Beth, envuelta ya en el aroma de la muerte que no tardará en llevársela). Se trata de una singular inversión pues el aroma de alegre nostalgia que, en el recuerdo, envuelve la historia de los March se ve así subordinado a la incontenible melancolía que ya estaba presente en la novela, precisamente en su segunda parte. Así, las desdichas que viven los personajes en su difícil adaptación a la vida adulta (sobre todo Jo, la protagonista, que acaba convenciéndose de que, aunque todos la habían considerado como la más prometedora de las hermanas, su vida se está convirtiendo en un fracaso) solo encuentran consuelo en la mirada al pasado, a ese paraíso encapsulado en la memoria que fue la infancia: un paraíso al que no se podrá volver pero que, inevitablemente, supone un refugio en tiempos difíciles
Como era lógico, y además esperable teniendo en cuenta la trayectoria previa de su directora, Mujercitas subraya la lectura feminista que ya se podía extraer del original, incluyendo diálogos que no existen en él para reforzar la premisa (por ejemplo, la lucidez con que Lucy o la tía March definen el matrimonio —en la época de la narración— como un acuerdo económico en el que todos los derechos están en la parte masculina). Pues bien, precisamente el planteamiento narrativo elegido por Gerwig hace que resulte coherente esta perspectiva, al proporcionar a la historia una atmósfera de desengaño crítico muy bien trazada. Por otra parte, es necesario recordar que, por mucho que al final la escritora acabe cediendo a las convenciones morales y sociales que esperaba el público al que la novela iba dirigida, su obra ya contiene esas semillas de transgresión, aun atenuadas.
En cualquier caso, esta reanimación de las andanzas de las hermanas March posee un vigor indiscutible, que puede disfrutar tanto quien conozca sobradamente su historia como quien no. El reparto escogido hace una labor espléndida, comenzando por su protagonista, Saoirse Ronan, para mí la mejor Jo del cine (al menos de las tres versiones en color, a falta de revisar la interpretación de Katharine Hepburn en la primera adaptación). Del mismo modo, es de destacar que el muy interesante personaje de Laurie (el único rol masculino verdaderamente relevante del libro) se beneficia especialmente del cambio en la estructura temporal, y Timothée Chalamet entiende a la perfección el contraste entre el joven que pasea su indolente desengaño por Europa y el mozalbete lleno de alegría que compartió juegos y sueños con las March.
La película no carece de defectos, por supuesto, sobre todo en su conclusión (en mi opinión, equivocada), pero no solo hace honor al encanto y perspicacia de la mítica novela, sino que supone toda una lección de cómo, siendo fiel a su letra, la adaptación consigue tomar su propio rumbo y no limitarse a adornar con imágenes bonitas una historia tan sobradamente conocida.
Buenas, enhorabuena por este estupendo comentario, con el que coincido.
Me interesa especialmente la referencia a que quizá su punto más flojo sea el final. ¿A qué te refieres en concreto? Para mí hay una incongruencia en la forma en que se presenta al personaje del profesor Bhaer para luego hacerlo desaparecer, y reaparecer de forma apresurada para esas dos últimas escenas que, aunque canónicas, quedan deslavazadas; justo cuando uno de los fuertes de la película, a mi entender, es el excelente ritmo conseguido por la conexión entre escenas de la infancia y de la “actualidad”.
A lo que me refiero (y que no he querido detallar en el artículo, para no hacer «spoilers») es que el final me parece demasiado radiantemente feliz, teniendo en cuenta que la película se caracteriza por su melancolía. Por supuesto, no es incongruente, porque además respeta el final de la novela (y, al parecer, el inicio de la siguiente entrega del ciclo, «Hombrecitos», aunque en este caso hablo de referencias ya que no he tenido ocasión de leerla), pero me parece que, incluso manteniendo lo de la fundación de la escuela, debería haberse evitado una secuencia tan luminosa: me parece excesivo ver a todos los March colaborando en la empresa, e incluso elementos que (sin saber si se ajustan a lo escrito por March en «Hombrecitos», insisto) resultan anacrónicos (una escuela sin separación de sexos e incluso con alumnos de raza negra..). Aun así, como digo, ni estropea la película ni resulta un final absurdo… pero habría preferido una escena final de aliento más modesto.
En cuanto al recurso al profesor Bhaer, tienes toda la razón: el larguísimo hiato en que no aparece en escena resulta contraproducente, porque después, y de modo demasiado rápido, adquiere una importancia descomunal. Es verdad que el actor resulta tan cálido que tapa un poco la escasa atención que recibe su personaje, y aquí entramos en otro acierto de la película, el excelente reparto (por ejemplo, magnífica Meryl Streep, a la que no cita arriba por razones de espacio).
Muchas gracias por tus palabras, y espero que sigas paseándote por esta página 🙂 .
«Hombrecitos» (y su secuela, «Los muchachos de Jo», que igual podría haberse titulado «Aquellos hombrecitos») me parece bastante difícil de conseguir en español; me pregunto incluso si existirá una traducción íntegra. Los estoy buscando para mi hija, que se ha entusiasmado con toda la historia de las hermanas March. Al final, creo que intentaré echar mano de las viejas ediciones de la colección «Auriga», que solían ser versiones infantiles con buen criterio.
Por lo que recuerdo de mi lectura infantil de «Hombrecitos» (en versión adaptada), el colegio de Plumfield era solo de varones, aunque como excepción admitían a dos niñas: una era Daisy, la hija de Meg; y otra, cuyo nombre he olvidado, que resultaba ser una chica bastante dinámica y revoltosa, es decir, «masculina» según los cánones de entonces. No había ningún niño de color, aunque me parece que al final de «Aquellas mujercitas», con el colegio recién inaugurado, se mencionaba la presencia de algún alumno negro o mulato.
Yo mismo no conozco ninguna edición actual de esas dos novelas, y eso que las editoriales españolas, en los últimos tiempos, se están abriendo incluso a otras obras de la autora. Tus recuerdos de esa lectura infantil, por tanto, resultan valiosos, sobre todo para establecer la inspiración para ese final de la película que, sin otra referencia, resulta excesivamente contemporáneo.
Un abrazo.
Sigo teniendo en casa un ejemplar tanto de «Hombrecitos», edición de Susaeta de 1985, como de «Los muchachos de Jo», esta una versión abreviada de Interediciones de 1987. Se da la circunstancia de que yo leí primero «Hombrecitos», y tardé años en darme cuenta de que era la segunda parte (tercera en realidad) de ese otro libro que también andaba por casa, «Mujercitas». De todos ellos guardo hermosos recuerdos de lecturas entretenidas y adecuadamente moralizantes, en opinión de mi abuela.
Como efectivamente no son libros fáciles de encontrar, o hago algunos spoilers:
La joven revoltosa y algo masculina se llama Nan; y aparece también de vez en cuando, si bien no como interna, la hija de Amy y Laurie, a la que llaman Bess en homenaje a la tía muerta. Son también alumnos de la escuela los sobrinos del profesor, y los hijos de Meg, que sufren allí la prematura muerte de su padre, el esforzado señor Brooke.
Los personajes masculinos, chavales internos en el colegio, niños sin recursos en algunos casos (Nat, el talentoso violinista), hijos de familias que no saben qué hacer con ellos en otros (el revoltoso Tommy, siempre en líos), tienen la misma gracia y energía en sus travesuras que las pequeñas hermanas March de la versión original, y en el final de la saga se advierte el mismo tono nostálgico que en «Aquellas Mujercitas», incluyendo aquí tanto una perspectiva esperanzadora para aquellos chicos que maduraron (Rob, el hijo de Jo, sigue siendo profesor en Plumfield), como la muerte de un par de los chavales que habían estudiado en la casona de tía March (Dan, el delincuente de buen corazón que amaba en silencio a Bess, o el obeso George) y que Jo y su profesor Bhaer no habían conseguido enderezar.
Una preciosa película. Para mi la gran protagonista, sin embargo, no es Jo, sino May ( la «francesa»), que » no tiene otro talento» que el de enamorarse del gran (genial) Lourie. En realidad, no he leído la novela, la peli puede entenderse, no sólo como un canto a los tiempos pasados y a la perdida de las ilusiones que trae la madurez, sino también, a un soterrado enfrentamiento entre dos formas de ser mujer, la moderna de Jo y la más «tradicional» (perdon por el broche gordo) de May. Para mi, aunque es una imposición del guión, el final feliz de Jo es una traición al espiritu que profesa toda la novela. Visto desde ese punto de vista, la perspicacia, la perseverancia y la fuerza femenina de May. le ganan la partida. También me parece un poco traído por los pelos la explicación narrativa que la peli da ( en la escena del desvan) a la facilidad con que Laurie supera su pasión por Jo. Es algo que ocurre en la vida, que es contradictoria, pero me hubiera gustado más verdad en la escena … ( a mi entender). Genial reseña de una magnífica película. Gracias
Se te han ido los dedos, porque es Amy y no May, que he estado unos segundos pensando que este personaje no sabía quién era jajaja. Como señalo sobre todo en el comentario de la novela, sobre Jo se traza una curiosa paradoja: en efecto, es la más transgresora y moderna, y sin embargo, es la que quiere que el mundo del ayer sea inmutable (en sentido estricto, por tanto, es la más «reaccionaria»). La escena en que Laurie se explica ante Jo en el desván siempre me había parecido absurda en las películas anteriores, pero aquí, como se le ha dedicado el tiempo suficiente a mostrar cómo se va enamorando de Amy, sí me parece creíble. Después de todo, lo natural es superar el amor de la adolescencia, o el primer amor, y eso es lo que le sucede a este personaje. De hecho, el romance entre Amy y Laurie es de lo mejor de la película.
¡Gracias a ti por leerme una vez más!
Tienes toda la razón. Acabo de leer tu comentario al libro y, ahora, me ha quedado mucho más clara tu posición. Decía May, pero me ha fallado la memoria. Efectivamente, es Amy. Pues sí, para mí, lo mejor de la película, es la maravillosa historia de amor entre el adorable Lauri y Amy, que es la que me parece la más fuerte y madura de todas las hermanas. Me hubiera gustado que Jo se quedara en New York, viviendo su vida bohemia y afrontando su libertad, sin miedos y con todas las consecuencias … en fin, vendrán tiempos mejores para las personas con pasiones artísticas en los siglos por venir hasta la época actual. Al parecer, quién si fue fiel a su propia alma, fue la autora, notaria de su tiempo !! Un abrazo !
Para Mayte Padilla:
¡Muchas gracias por los datos que das sobre «Hombrecitos», buena manera de hacernos una día! Eso sí, por lo que cuentas el pobre señor Brooke, que ya en los dos libros parece el personaje más borroso y menos recordable, tampoco encuentra su lugar bajo el sol en la continuación.
Un saludo y que la cuarentena nos sirva al menos para hacer buenas lecturas.