Star Wars: Los últimos jedi o La Primera Orden contraataca

Star Wars: El despertar de la Fuerza                                    El Imperio contraataca

Poster de Star Wars. Los ultimos jediEs una lástima: al júbilo que había despertado la reanudación del ciclo galáctico con Star Wars: El despertar de la Fuerza le sucede una brusca decepción con la llegada del nuevo capítulo (del Episodio VIII, si seguimos el orden canónico). Y eso que procura situarse en la estela del anterior, intentando repetir el mismo diálogo con la mítica primera trilogía. Recuérdese que, en el momento de su estreno, fueron muchos los que señalaron que el film de Abrams no era sino una copia (en mi opinión, una reformulación) de La guerra de las galaxias, de donde tomaba numerosos elementos (una heroína huérfana que vive sin horizontes en un planeta desértico, un robot fugitivo que conecta con ella, dos aventureros masculinos de muy dispar condición que parecen prometer un futuro triángulo sentimental, una Estrella de la Muerte que destruir). Pues bien, el nuevo título decide reformular (aunque ahora soy yo quien dice: copiar) El Imperio contraataca, que en su día asombrara por la excelente manera en que supo prolongar el primer capítulo. Ahora bien, el problema es que Star Wars: Los últimos jedi, obsesionada con este ejercicio de mimetismo, se ve incapaz de dotar de progresión (con una salvedad, esta sí excelente, la relativa al villano) a la historia y a los personajes, confundiendo espectacularidad con mero gigantismo visual, estirando agónicamente un metraje al que, como poco, le sobra un tercio. El resultado es un film que se sigue por pura inercia, que es cierto que nunca desciende a lo desastroso pero que, de tanto esperar a que mejore, concluye dejándonos una profunda insatisfacción.

Para situarnos, recapitulo brevemente lo que proponía el Episodio VII. Recordemos que, de entrada, hay que aceptar, sin explicación alguna, que la Rebelión que triunfaba al final del Episodio VI (El retorno del jedi) y parecía restaurar la República vuelve ahora a estar en desbandada, bajo el nombre de Resistencia, y que el antiguo y en apariencia derrotado Imperio, ha resucitado bajo el nombre de Primera Orden, con un nuevo y tenebroso líder, de rostro tan deforme como el antiguo emperador, llamado Snoke.

La mejor virtud de El despertar de la Fuerza, ya lo he señalado, estriba en la brillante forma en que equilibra los dos objetivos que plantea. Por un lado, ofrecer una nueva galería de personajes, jóvenes evidentemente, que propongan el debido interés para justificar una saga en la que la antigua generación, por razones de edad, ya no puede tener el mismo papel protagonista. Y por otro, servir adecuadamente a la nostalgia del numeroso sector del público que nació al cine con la primera trilogía, y que ha crecido con ella, brindándoles los debidos guiños (por ejemplo, la puntual reaparición de personajes y elementos iconográficos de aquella: pocos ocasiones me han provocado tal emoción en cine como el momento en que reaparece en escena el Halcón Milenario), a la vez que utilizándola como punto de referencia estructural.

Looper, el pasaporte de Rian Johnson a Star WarsSería exagerado achacar el fracaso del film exclusivamente a la retirada momentánea de J. J. Abrams, puesto que entonces estaríamos concediendo que era el principal responsable del éxito anterior, y en este tipo de productos el resultado depende de demasiadas manos para hacerlo (y además no seré yo quien sobrevalore a este cineasta, que ante todo me parece un buen director de equipo). El hombre que pilota el nuevo capítulo es un cineasta, Rian Johnson, tal vez escogido por la buena repercusión de su previa película Looper (2012), una incursión en la ciencia-ficción sobre viajeros temporales. Como sucedía en esta (y en todas sus películas anteriores: en total ha firmado cuatro hasta la fecha), Johnson se responsabiliza tanto de la dirección como del guion en solitario, aunque en este caso es difícil creer que no haya más nombres que hayan quedado por el camino pero sean responsables de determinadas ideas o, sencillamente, del rumbo general de la trama. En cualquier caso, si ya el guion de Looper, en el fondo, era un reciclado de temas y elementos previos, Los últimos jedi entra a saco en la espléndida El Imperio contraataca para repetir la práctica totalidad de sus elementos.

Un ejemplo significativo. Si la excelente apertura de El Imperio contraataca tenía lugar en un planeta de superficie helada, Hoth, donde las tropas imperiales atacaban la base rebelde, situada en una enorme caverna en el interior de una montaña, para lo cual utilizaban los gigantescos y entrañables Caminantes, Los últimos jedi hace lo mismo solo que situando el episodio en la parte final: pero el escenario es prácticamente idéntico (para ser originales, en vez de nieve, la superficie está cubierta por sal), y hasta los mismos Caminantes son quienes encabezan el ataque. Solo falta la inolvidable Marcha Imperial de Darth Vader…

En su día, George Lucas tuvo el acierto de comprender que la nueva entrega debía cambiar completamente la perspectiva del primer capítulo. Si La guerra de las galaxias había sido una aventura luminosa, esta sería oscura; si aquella había concluido con una radiante victoria para los buenos, en la continuación estos se verían abrumados por una derrota tras otra. El campo que se abría, tanto de cara a la futura conclusión, como para el desarrollo psicológico y dramático de los personajes, era de lo más seductor. Ahí creo que radica la clave del inmenso prestigio que, para los seguidores de la saga, atesora todavía hoy El Imperio contraataca.

La Resistencia intenta inutil enfrentarse a la Primera Orden

Los últimos jedi adopta la misma estructura argumental del Imperio, dividiéndose en dos tramas paralelas que al final confluyen con el reencuentro de los protagonistas. Por un lado, la huida desesperada de los resistentes a través del espacio, acosados por la Primera Orden. Por otro, las peripecias del aprendiz de jedi en el mundo del venerable maestro a quien se encomienda para dominar esas habilidades recién desarrolladas: la pareja era antes Luke-Yoda, ahora Rey-Luke. Es más, incluso se repite el mismo defecto en que ya incurría El Imperio contraataca: en teoría, ambas tramas se desarrollan a la vez, pero el segmento «jedi» parece transcurrir a lo largo de mucho más tiempo, como es lógico debido a su naturaleza menos activa, mientras que el otro se concentra en un intervalo mucho más breve, incluso casi de unas cuantas horas.

La que llamaremos trama espacial resulta cansina a más no poder: su presunta tensión descansa en el hecho de que las naves de la Resistencia no pueden burlar a los poderosos cruceros de la Primera Orden, capaces incluso de seguirlos a través del hiperespacio, de tal modo que a los perseguidores solo les resta esperar a que se agote su combustible, caigan sus barreras protectoras y puedan ser destruidas una a una con el poderoso bombardeo a distancia de que aquellos son capaces. En teoría, esta cuenta atrás debía impregnar de un poderoso aire de desesperanza al episodio, pero nada de esto sucede, porque, a diferencia de El despertar, en esta ocasión se produce un marmóreo distanciamiento entre espectadores y personajes: cada nave que es destruida no resulta más que una maqueta menos (bueno, ahora una recreación digital).

Sin duda conscientes de la monotonía de la situación, Johnson (o los responsables del proyecto) intentan «airear» la trama fuera de esta situación límite, enviando a uno de los protagonistas, el ex soldado de asalto Finn, en compañía de un nuevo personaje, una joven resistente llamada Rose, en busca de un maestro descifrador que les permita burlar el implacable rastreo a que están siendo sometidos. Por desgracia, esta digresión resulta incluso peor: no solo no aporta nada al destino de los personajes (¡la aventura acaba en fracaso pero ellos pueden volver al mismo sitio de donde habían salido sin que les pase nada!), no solo el mundo visitado, una especie de planeta-casino, carece de particular interés, sino que, encima, provoca la intervención de un insoportable Benicio del Toro, en un registro parecido al de Jeff Goldblum en la reciente Thor: Ragnarok, en ambos casos dos actores veteranos y fuera de sitio, a los que se les sube a la cabeza la «colaboración especial» para la que se les convoca, decidiendo hacer inolvidable su breve intervención.

Daisy Ridley como ReyAhora bien, aun cuando en líneas generales se sigue con más interés, tampoco la trama jedi cubre las expectativas que levantaba, en el final de El despertar de la Fuerza, la esperadísima reaparición de Luke. El sugestivo escenario —se trata del bonito islote rocoso de Skellig Michael, en la costa irlandesa—, no consigue impregnarse del tono de primordial misterio que prometía, pues Johnson confunde la sucesión de imágenes de un paisaje muy fotogénico con la elaboración de una verdadera atmósfera, que no existe. Para colmo de males, no faltan las criaturitas digitales de rigor (los porgs, especie de combinación entre pingüino y polluelo dotados de enormes y supuestamente expresivos ojos: parecen muñecos Ty) claramente concebidas para resultar «encantadoras» al estilo de los infaustos ewoks… y vender después muchos peluches.

Como sucedía en El Imperio contraataca, con esta trama se cuela en la nueva saga ese molesto misticismo en torno al concepto de la Fuerza que tan cargante se hace en toda la serie. La Fuerza cobra más que nunca una aureola religiosa: inclusive, en determinado momento a Luke se le escapa definirla como «la religión jedi», contraviniendo así a su propio maestro Obi Wan en La guerra de las galaxias, que le negó esa calificación cuando él mismo, mucho más joven, se lo preguntó. La isla, de hecho, es un antiguo santuario jedi, poblado por recintos construidos con lajas de piedra que recuerdan mucho a celdas monacales (Luke duerme en una de ellas), y donde se guardan las nunca antes mencionadas escrituras jedi (cómo iban a faltar evangelios y libros sagrados si al final es una religión…). Copiando asimismo del Episodio V no falta en la isla, tampoco, el rincón «oscuro» (en este caso, un agujero en medio de un acantilado) donde Rey deberá internarse para enfrentarse a sus demonios interiores.

No voy a dejar que la nostalgia me traicione: tanto en una trama como en la otra, son una rémora los dos personajes de la antigua trilogía que, se supone, debían constituir el corazón emocional de la nueva, es decir, los actores que encarnan a la líder suprema de la Resistencia, la princesa Leia, y a quien sigue siendo su mayor y quizá última esperanza, Luke Skywalker. Y esto sucede no ya porque sus personajes, en el fondo, están mal integrados en las nuevas tramas (sobre todo él), sino por la eterna endeblez interpretativa de los dos actores que los encarnan.

En el caso de Carrie Fisher, cuyo papel incrementa su importancia como líder de la Resistencia, porque tanto su absoluta inexpresividad como su enorme cambio físico hacen muy difícil creer que pueda ser la una vez eléctrica princesa Leia, ni aun asumiendo que pueda ser coherente que el envejecimiento (y la supuesta «sabiduría» que eso produce en el temperamento de cualquiera) haya templado ese carácter que, antes, salía a relucir a la menor ocasión. Eso sí, puede mencionarse que el film incluye la única escena en que, por fin, Leia justifica su supuesta herencia jedi: destruido el puente de mando de la nave en que viajaba y lanzada al espacio exterior, consigue volver a recinto seguro volando literalmente en el vacío y sobreviviendo a sus temperaturas extremas.

Mark Hamill, el envejecido Luke Skywalker de Star Wars. Los ultimos jediEn el caso de Mark Hamill, porque el papel de guerrero templado por el dominio de una enorme sabiduría le sigue viniendo muy grande. Si la expresión que brindaba su único plano en El despertar de la Fuerza nos hizo soñar con un personaje dueño de un tremendo dolor personal por todas las pérdidas de su vida, embargado por un pesar existencial imposible de expresar, a la hora de la verdad este Luke resulta ser un personaje sin verdadera entidad, a ratos autopárodico (me parece estúpido que el primer gesto que hace en el film, y que es continuación directa del estupendo final del anterior, sea coger la espada láser que le ofrecía Rey… y arrojarla con desdén por encima del hombro) y, desde luego, sin la majestuosa dignidad que se presupone en semejante maestro. Es más, rebajada su estatura moral, hasta diríase que se ha convertido en una suerte de duendecillo zumbón, que no para de dar saltos y quiebros de aquí para allá: que, para hablar claro, antes recuerda a Yoda que a Luke Skywalker.

En cuanto al conjunto de interesantísimos personajes que se estrenaron en El despertar de la Fuerza, buena parte de ellos se convierten en las principales víctimas del fracaso de Los últimos jedi y de su equivocado desarrollo argumental. Por ejemplo, me parece un error que Finn y Rey, cuya atractiva relación entre la amistad y el enamoramiento (más de él hacia ella, o al menos así se sugiere siempre) era una de las claves del primer film, ahora solo se encuentren en la escena final.

De hecho, los dos personajes masculinos, Finn y el comandante Poe Dameron, frenan toda progresión, desperdiciándose su aportación a la trama. Al primero, como ya he señalado, se le intenta «compensar» dándole el protagonismo de ese episodio digresivo que nada importa, casi tan poco como ese personaje femenino, Rose, con el que se le empareja (¿tal vez para abrir otra posibilidad romántica?). En cuanto a Dameron —que ya en el Episodio VII prometía más de lo que se le concedía— vuelve a encontrarse con que, pese a aparecer mucho más tiempo en pantalla, a la hora de la verdad no pasa de hacer otra cosa que hacerse el irreductible y dar la lata a sus superiores (Leia y una fugaz Laura Dern encarnando a otra comandante rebelde).

Adam Driver, excelente Kylo Ren en Star Wars. Los ultimos jediSin lugar a dudas, lo mejor de Los últimos jedi (y el elemento dramático que permite encarar con esperanzas de recuperación el siguiente capítulo de la saga) es el buen desarrollo del personaje de Kylo Ren, así como la naturaleza de su relación con la joven Rey. Si en El despertar de la Fuerza, el hecho de que Ren fuera el hijo de Han Solo y Leia (y por tanto nieto de Darth Vader) parecía un mero adorno para intentar hacerlo más interesante, sin mucho resultado, en cambio ahora el personaje sí consigue revestirse de la aureola que pretendía sugerirse en ese film: un muchacho atormentado por unos orígenes desmesurados (nieto, hijo y sobrino de la familia «rectora» del universo Star Wars), unas expectativas desmesuradas, un amor desmesurado de los que lo rodean. Un exceso en todos los sentidos, por tanto…

Es más, el personaje se beneficia de una interpretación mucho más suelta y convincente del actor Adam Driver —el cual, de todo el reparto de jóvenes promesas, es quien mejor ha aprovechado el tiempo entre capítulo y capítulo: el film de Scorsese Silencio y, sobre todo, la excepcional película de Jim Jarmusch Paterson, donde efectúa una interpretación magnífica)— que crea, ahora sí, un personaje atormentado, romántico en el sentido original y malsano que le dieron los alemanes cuando crearon el arquetipo. El muy particular rostro de Driver —propio de una pintura prerrafaelita, pero cuyo excesivo número de lunares, de manchas, parece implicar una imperfección tanto física como moral— supone una magnífica traducción visual de la ambigüedad connatural a su personaje. De hecho, ese es el interesantísimo rasgo que caracteriza a Kylo Ren: la imposibilidad por parte del espectador de adivinar cuáles son sus intenciones, cuál será su siguiente movimiento.

[Quien no conozca el final de esta película debe dejar de leer aquí]

Snoke, el líder supremo de la Primera OrdenA la hora de manifestar la particular tortuosidad del personaje, el guion vuelve a calcar iniciativas argumentales de la trilogía original, en este caso de El retorno del jedi, al plantear un duelo a tres bandas entre el líder supremo Snoke, su discípulo Kylo Ren y la poderosa aprendiza a la que los dos anteriores, por distintas razones, pretenden atraer a su causa. Como ya sucedía con Luke en el film mencionado, será la misma Rey la que se meta en la boca del lobo, considerando que Ren (que Ben Solo) es redimible, lo cual subraya todavía más esa capacidad de atracción que tiene para cuantos le rodean. Este proceso da origen a los momentos sin duda más conseguidos de la película, por cuanto la mera utilización del plano y el contraplano para relacionar a dos personajes, cada uno de los cuales se encuentra en su propio escenario pero pueden verse a media galaxia de distancia, crea una intensidad dramática notable.

Quien demuestra saber manejar todos los hilos, al final, será ese nuevo señor oscuro que, por mucho que en más de un momento se deje arrastrar por su sangre caliente (sigue teniendo terribles e infantiles acceso de furia), se las arregla para manipular a todos y a todo, comenzando por el en apariencia poderosísimo Snoke. En un giro del todo inesperado, y gracias a la distracción que para el líder supremo supone la presencia de la indomable Rey, Kylo Ren lo asesinará, cortándolo en dos con la espada láser de Luke Skywalker (en cierto modo, pues, también lo hace el maestro del que renegó).

Kylo Ren, distinto a Darth VaderEn definitiva, el principal hallazgo de Star Wars: Los últimos jedi es la definitiva comprensión del motor de la existencia de Kylo Ren: desprenderse hasta la negación definitiva de la sombra de los demasiado carismáticos individuos que han marcado su vida desde que nació, para renacerse a sí mismo. Un proceso que comenzó, tal vez a su pesar, la noche aciaga en que, en la isla donde lo adiestraba, Luke creyó ver la oscuridad dentro de él y solo consiguió alejarlo para siempre de los suyos. Y que ha seguido con la muerte, destrucción o firme propósito de destruir a todos aquellos: a su padre Han lo mató solo porque volvía a ofrecerle amor; a su madre, sin mencionarla, la persigue implacablemente durante toda esta película, dispuesto a acabar con ella y sus ideales; a Snoke lo elimina manipulándolo aviesamente (a él y al instrumento que utiliza, a Rey); inclusive, asistimos a la superación de su complejo de ser Vader (renunciando al casco negro con que intentaba, de modo bastante pueril, asumir parte de su aureola tenebrosa).

Por último, está preparado para acabar con el jedi supremo, con Luke Skywalker, en el esperado duelo final con que concluye la película. Esta secuencia, sin duda espectacular, sin embargo también resulta muy discutible cuando descubrimos que Luke ha luchado a distancia (todo el tiempo ha permanecido en la isla donde lo dejamos), sin que se explique de modo convincente: en un momento, es un holograma (así es como sobrevive, primero, al fuego implacable de los Caminantes que Ren hace estallar sobre él), y al siguiente es un combatiente que maneja la espada láser con firme contundencia. En cualquier caso, el esperado combate supone otra frustración para ese individuo cuya satisfacción no parece posible que vaya a saciarse nunca: Luke consigue el tiempo necesario para que los resistentes escapen ahora en libertad (y gracias a la reaparición de Rey en el proverbial último segundo), pero el tremendo esfuerzo acaba con su vida… o al menos su cuerpo material parece disolverse en la nada que hemos visto que acoge a todos los jedi.

Todas las interesantes circunstancias que rodean a Kylo Ren no redimen Star Wars: Los últimos jedi de la triste medianía en que se sume desde el inicio del film, pero deja al menos con ganas de volver a saber de sus personajes. Es más, diría que será una proeza contar cómo la Resistencia podrá vencer a la Primera Orden en cuanto que —es quizá el elemento más delirante de todo el film—, después de ser diezmados nave a nave durante toda la película, sus supervivientes se reducen a un puñado de hombres, los cuales caben todos en el Halcón Milenario. Las respuestas, en el Episodio IX, al parecer de nuevo bajo la plena responsabilidad de J. J. Abrams.

El Halcón Milenario al rescate en el planeta Crait

FICHA DE LA PELÍCULA

Título: Star Wars: Los últimos jedi / Star Wars: The Last Jedi. Año: 2017.

Dirección y guion: Rian Johnson. Fotografía: Dan Mindel. Música: John Williams. Reparto: Mark Hamill (Luke Skywalker), Carrie Fisher (Leia Organa), Adam Driver (Kylo Ren), Daisy Ridley (Rey), John Boyega (Finn), Oscar Isaac (Poe Dameron). Dur.: 150 min.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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2 respuestas a Star Wars: Los últimos jedi o La Primera Orden contraataca

  1. Renaissance dijo:

    A El despertar de la Fuerza le tengo cierto cariño porque pese a ser un reboot, es uno bien realizado, y más que por su valor como película, es la ilusión que pude ver que despertaba en el público más pequeño, la misma que pudimos experimentar en su día.
    Los últimos jedi es un tanto irregular, aunque sin llegar al calco que supuso su predecesora. Se echa en falta la interacción entre Rey y Finn, pese a críticas por su falta de química (como se nota que todavía no habían visto a Finn y Rose) , el carácter indómito de Poe se queda en la casilla de salida, y me hubiera gustado contar con Laura Dern como sucesora de Leia.
    El papel de Kylo es el que ha supuesto una mejora, más equilibrado, y de cara a la siguiente me intriga que papel tendrá en el imperio, o si limarán su carácter inestable…al menos, supone bastantes posibilidades de choque con Hux, personaje que desde ya me encanta por el punto trepa y alevín de tiburón financiero que le han dado.
    Los porg me han parecido lo menos malo. Salen, son monos…pero al menos no participan en la resistencia como los ewoks. Es más raro el caso de BB9E, que solo sale cinco minutos y ya he visto por ahí carteras con la silueta del robotito.

    • Revisando El despertar de la Fuerza, yo sí he encontrado química (o al menos una buena interacción, entre los personajes de Finn y Rey), y de ahí que eche en falta que en esta película hagan «algo» juntos, aunque sea tomarse unas cervezas. Poe vuelve a perder una ocasión de ganar algo de peso en la trama (a este paso, lo matarán sin haber dejado de ser una «joven promesa»). Y en cuanto a Laura Dern, parece evidente que los directivos se estarán dando tirones de pelo por haber hecho que ella pereciera y se salvara Leia: y no es solo cuestión de que Carrie Fisher muriera al poco de concluido el rodaje (quién podía preverlo…) sino porque como actriz, desde luego, es más consistente Dern que Fisher.

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