En Delirio, un artículo sobre Jean Ray y Malpertuis

Portada del número 20 de la revista Delirio, con ilustración de Ivan BilibinLa casualidad ha querido que en las últimas semanas haya coincidido en el tiempo la publicación de varios trabajos, algunos de los cuales estaban entregados muchos meses atrás, en varias revistas digitales con las que me honro en colaborar: Homonosapiens y Café Montaigne, más algunos que he realizado para la puesta en marcha de un nuevo e ilusionante proyecto de blog literario en común con mi amigo Benito Arias, Recuerda que has leído. Como de todos ellos me gusta dar parte en este blog personal, pero de modo paulatino, para no «atropellar» con un exceso de novedades a aquellos que puedan estar atentos a las mismas, he ido retrasando varias semanas la información sobre otra colaboración que he realizado, en este caso en un medio en «papel». Se trata de la estupenda revista Delirio, el muy querido proyecto de Paco Arellano, el encomiable editor, traductor y factótum de la editorial madrileña La Biblioteca del Laberinto, especializada en literatura de género, en especial del pulp estadounidense del siglo XX. En su último número, el 20, con fecha de portada de septiembre de 2017 (pero que a mi ciudad, Málaga, ha llegado hace apenas una semana, y que yo encontré en librerías madrileñas a principios de este mes de diciembre), publico un artículo titulado Malpertuis o la prisión de los dioses, dedicado al análisis de un libro de culto de la literatura fantástica del siglo XX, por desgracia menos conocido de lo que debiera (si bien reverenciado por quienes han tenido la fortuna de leerlo: y no es fácil encontrarlo en nuestro país), obra de uno de esos autores europeos que fueron un equivalente perfecto de los autores pulp del otro lado del charco, el belga Jean Ray. La siguiente entrada de presentación, puntualizo, está compuesta a base de una selección de fragmentos ordenados y editados que he extraído del artículo publicado en Delirio. Por ello, y aun cuando reconozco que la distribución de esta revista (y del resto de productor de la editorial) es bastante irregular fuera de las grandes capitales, animo a buscarla y comprarla.

Seguramente sea Malpertuis (1943) el título más singular de la obra de Jean Raymond de Kremer, que acortó su nombre por el más breve de Jean Ray (Gante, 1887-1964), y ello en razón de la increíble vastedad de una obra que, según las fuentes, cuenta con cerca de 1500 piezas entre novelas y cuentos, además de un incontable número de textos publicados en toda clase de periódicos y magazines, hasta tal punto que, para dar salida a su obra, utilizó diversos seudónimos durante su carrera, tales como John Flanders, King Ray, Alix R. Bantam o Sailor John.

Como el escritor alemán Karl May, un episodio fundamental en la vida de Ray fue su paso por la cárcel en plena juventud, acusado en su caso de estafa durante la época en que dirigía una revista. Fue a la salida de la cárcel cuando llegó a sus manos la oferta que le haría famoso: hacerse cargo de las aventuras de un personaje ajeno, el detective americano Harry Dickson, moldeado sobre el mítico Sherlock Holmes, no en vano su origen estriba en unas aventuras apócrifas de aquel que procedían de una edición alemana. Antes de llegar a las manos de Ray, y para evitar problemas legales, ya se había producido el cambio de nombre. El trabajo inicial de nuestro hombre fue seguir traduciendo las historias de partida, hasta que él mismo no tardó en ofrecer episodios totalmente originales, y virados hacia lo fantástico, que consagrarían al personaje como uno de los detectives de lo sobrenatural por excelencia… aunque hoy esté bastante olvidado.

Edición en francés de MalpertuisA la vez, Ray escribió múltiples relatos de temática terrorífica (llegaría a ser uno de los pocos autores europeos, no clásicos, en ser publicado en la mítica Weird Tales), pero su obra cumbre es Malpertuis. Como señalaba líneas arriba, no es fácil encontrar esta obra en España: la edición que yo manejo figura en un volumen de Obras escogidas publicado por la editorial Aguilar en 1966, con traducción de Salvador Bordoy Luque. Esta misma versión fue rescatada en las dos ediciones más recientes de la novela: en 1990, en la editorial Valdemar (en una de sus primeras colecciones, ya cancelada, Tiempo Cero, con prólogo de Fernando Savater), y en 2004, en Río Henares, en su colección Pulp Ediciones.

En rigor, Malpertuis es un soberbio ejemplar de uno de los subgéneros más fascinantes de la ficción de terror, el de casas encantadas, con reconocibles clásicos a cargo de Henry James (Otra vuelta de tuerca, 1897), Shirley Jackson (La mansión de Hill House, 1959) o Richard Matheson (La casa infernal, 1971), cada uno de ellos con sus correspondientes versiones cinematográficas (como el caso de la novela de Ray, llevada a la gran pantalla en 1973 por el belga Harry Kumel). Su acción se sitúa, cuando menos en su núcleo central, entre las cuatro paredes de un misterioso caserón donde el mal parece respirarse en cada rincón, enclavado en una ciudad de la que Ray nunca da el nombre y que muchas veces parece situarse en ninguna parte.

Al mismo tiempo [spoiler: quien no lo haya leído, que abandone este párrafo], es un original cuento de miedo de raíces cultas que parte de una premisa de considerable originalidad: los terrores que acechan en Malpertuis se deben a que la mayor parte de sus habitantes son lo que queda de los antiguos dioses griegos, aberrantemente atrapados por un hechizo superior a su poder (lo cual ya da idea del estado decadente en que fueron hallados) y conducidos a tierra flamenca por un demiurgo con profundos conocimientos ocultistas, que los aprisiona en un estado que, para ellos, debe parecerse a la duermevela, en la que a ratos recuerdan lo que son (o lo que fueron). Muerto ese demiurgo, encerrados todos junto a los seres humanos que o bien fueron instrumentos o son familia de aquél, esa tensión entre lo sagrado y lo decadente acaba por provocar la crisis y el estallido del horror. Así, Malpertuis se convierte en una anomalía, un nudo entre dimensiones, lo cual explica la completa violación de las leyes racionales que tiene lugar entre sus paredes.

Esta fabulosa premisa es narrada por Ray siguiendo de manera magistral una vieja convención de la literatura fantástica o de misterio (las dos ramas a las que consagró casi toda su obra), cuyos ejemplos más señeros son Wilkie Collins o Bram Stoker: la sucesión de distintos manuscritos redactados por diferentes manos, cada uno de los cuales aporta una información o una perspectiva que complementa a las demás. Como la práctica totalidad de la obra de Ray que he podido leer, el estilo de Malpertuis, en general, es desmañado y como resuelto a trompicones. Ahora bien, ese mismo carácter abrupto se presta, de modo especial, a la construcción de la acción como a ráfagas, a base de frases cortas y con tiempos verbales situados la mayor parte de las veces en presente, con el objeto de deparar una notable sensación de inmediatez y de dificultar la previsión de lo que va a suceder. Por encima de todos, la novela transpira el enorme amor que Ray sintió por ese fascinante concepto del género que podríamos definir como horror inexplicable, que se define sobradamente desde el mismo término.

Cartel de la version cinematografica de Malpertuis, por Harry KumelComo señalaba líneas arriba, Malpertuis cuenta con una adaptación cinematográfica (de 1973), escasamente conocida pero que en determinados círculos cinéfilos posee una reputación de película de culto que a mí me parece muy sobredimensionada. Su director, el belga Harry Kümel, había firmado ese mismo año otro título dentro del cine fantástico, El rojo en los labios, extraña y decadente versión del mito de la condesa Bathory, por entonces muy tratado por el cine europeo, lo cual denota un interés por el género que, sin embargo no tuvo continuidad. El guion opta por contar solo una parte de la novela y la vulgariza mediante un giro final indignante que mejor no referir, pero debe reconocerse que la película posee un excelente sentido atmosférico en el tratamiento de la escenografía. De ahí que la adaptación no resulte del todo estéril y suponga un buen complemento a la lectura, esta sí absorbente, de este magnífico libro que reclama, a gritos, una nueva y cuidada edición, a la altura de su calidad.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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2 respuestas a En Delirio, un artículo sobre Jean Ray y Malpertuis

  1. Renaissance dijo:

    Tengo guardado como oro en paño (o lo que es lo mismo, a buen recaudo en un estante lejos de gatos) una buena cantidad de novelitas de Harry Dickson, con unas portadas un tanto controvertidas. Pero por lo horrible y mal traídos de sus fotomontajes, aunque a mí, por algún motivo, me encantaban esas mezclas extrañas de dibujos, fotografía, y estética de los sesenta frente a la época original de los relatos. Un batiburrillo tan absurdo como el que tenía lugar muchas veces en los textos de Ray. Y por supuesto, Malpertuis, tanto en las Obras escogidas de Acervo como una edición en francés. Es curioso que frente a los niveles de locura que alcanzaba en Harry Dickson, tanto en Malpertuis como en algunos cuentos de los 25 mejores relatos negros y fantásticos mostraba una querencia muy particular por la mitología clásica que hacía que sus historias fueran en muchos casos algo único.
    También huelga decir que Ray fue, tras H. P. Lovecraft mi segundo gran amor literario…

    • Yo también tengo algunos de esos cuadernillos de Harry Dickson que se publicaron en los años 70 con esas portadas entrañablemente atroces.Uno de ello, por cierto, titulado significativamente «La maldición de la Gorgona» tiene elementos que preludian el mismo personaje en Malpertuis. Y es que el pulp europeo también existió, claro que sí: precisamente acabo de descubrir a un personaje español muy famoso en su día, El Coyote, cuyas aventuras también son una delicia. Aun así, espero todavía una edición de Malpertuis y del resto de Jean Ray a la altura de lo que merecen.

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