En Café Montaigne: Vencedores o vencidos

Vencedores o vencidos, o El juicio de Nuremberg

En Café Montaigne: Vencedores o vencidos

Publico en la excelente revista digital Café Montaigne un artículo sobre una película que siempre me ha atraído mucho, en mi doble condición de cinéfilo y de amante de la Historia. Se trata de Vencedores o vencidos, la recreación que de los juicios de Nuremberg llevó a cabo el cineasta estadounidense Stanley Kramer en 1961. Kramer, uno de los nombres notorios de la corriente liberal de Hollywood, primero como productor —por ejemplo, Solo ante el peligro (1952) es una de sus producciones— y luego como director, si bien siempre con control ejecutivo sobre sus proyectos. Kramer adaptaba al cine uno de los admirables dramáticos de la televisión americana de los años 50, tantos de los cuales se vertieron también al cine con excelentes resultados (mi favorito siempre será el inolvidable y subvalorado Doce hombres sin piedad, de 1957), para lo cual contrató a su mismo autor, Abby Mann. El interés de su acercamiento a este famoso proceso es que no se centró en el más famoso de los juicios, el de los jerarcas supervivientes del nazismo, sino que eligió hacerlo sobre los altos funcionarios del estado que, aun habiendo comenzado sus carreras antes del advenimiento de Hitler, y ostentando un prestigio notable, se plegaron a las exigencias del régimen. Para mayor interés, se trata de un juicio contra los jueces, de ahí la sustanciosa entraña del planteamiento. Eso sí, Kramer era un hombre bien asentado en Hollywood y tenía claro que la mejor manera de interesar sobre tan encomiable propuesto era aliñando el producto con los ingredientes que llevan a los espectadores al cine: un reparto de estrellas. Y qué reparto. El cartel anunciador ya muestra que estamos ante una reunión irrepetible: Tracy, Widmark, Lancaster, Garland, Clift, Dietrich… De ellos, aun magníficos todos, siempre he estimado particularmente la genial performance de Burt Lancaster, que no mueve un músculo en toda la película (no lo necesita) hasta su inolvidable declaración final. Irónicamente, eso sí, quien ganó el Oscar al Mejor Actor fue el único desconocido de todos ellos, el austriaco Maximilian Schell. Vencedores o vencidos no es un film plenamente conseguido, más que nada por las limitaciones como realizador de Kramer, pero aun así un magnífico ejemplo de cómo Hollywood conseguía con facilidad algo que hace tiempo que parece haber olvidado: unir espectáculo con trascendencia reflexiva. Y al servicio de la causa más noble: la denuncia de quienes son los partícipes necesarios en los desmanes de un tirano. Un tema que siempre permanece vigente, y a la vista hoy mismo lo tenemos.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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