En Homonosapiens: La Trilogía de la Fundación
La revista digital Homonosapiens ha estado publicando en estas últimas semanas un interesantísimo dossier sobre la figura de Isaac Asimov, el autor de ciencia-ficción cuya centenario se celebra este mismo año 2020, que me dispongo a cerrar con un artículo sobre su famosa Trilogía de la Fundación. En realidad, la etiqueta antedicha se le queda corta a Asimov, como bien saben quienes le conocen, pues la obra del escritor estadounidense de origen ruso desborda el margen de la ficción. Fue un entusiasta divulgador tanto de la ciencia (su campo formativo: impartió clases de bioquímica en la universidad durante muchos años) como de las humanidades: este modesto profesor de Ciencias Sociales que escribe este blog siempre le estará agradecido a sus amenísimas síntesis sobre la Antigüedad, la Edad Media o la historia de los Estados Unidos. Ahora bien, es cierto que la ciencia-ficción es el campo por el que hoy se lo recuerda, no en vano seguramente haya sido el autor más popular del género tanto entre los aficionados al mismo como entre los profanos de la materia: una de sus grandes habilidades fueron las relaciones sociales, y la utilizó con generosidad para difundir tanto su género predilecto como la obra de sus colegas. Asimov fue un escritor mucho más complejo de lo que pudiera hacer creer ese aspecto de abuelo siempre sonriente que difundieron los medios. Es una pena que careciera de inquietudes estilísticas y que esto empobrezca un tanto su literatura, pues de haber expresado mejor sus magníficas ideas hoy sería uno de los más grandes. Con todo, sus libros no solo se siguen leyendo con placer sino que suponen un regalo para las lectores inquietos. Asimov no solo describió de modo magnífico el rumbo que podrían tomar las sociedades futuras sino que le sirvieron para analizar de modo penetrante al hombre del presente: y recuérdese que ese es el mayor legado que ofrece la mejor ciencia-ficción, como demuestran títulos como 1984, Nosotros, Crónicas marcianas o una cualquiera de las múltiples obras maestras de Stanislaw Lem o los hermanos Strugatski, que probablemente sean las cimas del género.
Mi artículo, precisamente, da fe de ello, al analizar la obra de mayor repercusión de su carrera, la Trilogía de la Fundación. Se trata de un conjunto de libros, publicados a principios de los 50 —y continuados en los años 80: en rigor, ya no es una tríada sino una obra vasta, que conecta buena parte de las ficciones del autor en un universo coherente—, con éxito instantáneo. En ella, el escritor propone una vasta saga galáctica en evidente formato de space opera, pero con especial hincapié en su exploración de la psicología de masas, hasta el punto de que, por debajo de su aparente e inocua diafanidad narrativa, propone una muy densa reflexión sobre la confrontación entre libertad y determinismo, sobre la disyuntiva entre el confortable abandono a la guía «benevolente» de los líderes supuestamente preparados y la zozobra que supone tomar las propias decisiones. Recomiendo fervientemente su lectura a quien no la haya leído (o su relectura, a quien sí), del mismo modo que el resto de su obra, en especial sus relatos de robots o su irregular pero apasionante El fin de la eternidad. Yo, de cuando en cuando, hasta retomo aquellos tomitos de Alianza en que aprendí acerca de las Dark Ages inglesas lo que no encontraba en ningún otro manual.
Para los interesados, añado enlaces a otros artículos disponibles en el blog sobre el autor:
Leí ambas, aunque la primera entrega de la Fundación la tengo más reciente. Ambas me sorprendieron por el contenido de carácter filósofico, respecto a la oposición entre la posibilidad de dirigir la historia como algo fijo o dar paso a la actuación del azar y el caos. Asimov no es tanto un escritor de personajes como de situaciones..
De hecho, conforme pasa el tiempo desde la lectura de la trilogía… soy incapaz de recordar uno solo de sus personajes, con la excepción del Mulo, y porque este es, por su condición de mutante todopoderosos, fácilmente distinguible. Pero el resto se convierte en una masa vaga e informe: cierto, Asimov es un escritor de situaciones y de ideas. Hago una excepción con el detective Elijah Baley, protagonista de varias de sus novelas de robots, que este sí que me parece una creación del todo lograda.