La novela de Mary Shelley El ciclo Karloff-Universal
En Homonosapiens: Frankenstein según Kenneth Branagh
Coincidiendo con el bicentenario de la publicación de la primera edición de Frankenstein o el moderno Prometeo, la revista digital Homonosapiens ha realizado un dossier que gira en torno a esta inmortal creación de la novelista Mary Wollstonecraft Shelley, abordándola desde diversos puntos de vista, del literario al cinematográfico, del ético al filosófico, que comenzó el pasado lunes día 23 y que se va a extender todavía durante un par de semanas. Mi intervención en el mismo, como suele suceder, aborda una de sus adaptaciones al cine, en concreto la que realizó el cineasta inglés Kenneth Branagh en el año 1993 bajo el ampuloso título de Frankenstein de Mary Shelley (que era un reflejo del previo Drácula de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola, que en este caso se encargó de la producción). Como es sabido, el traslado de la novela a otros medios fue casi inmediato a su publicación: primero al teatro, claro, y después al cine (pero asumiendo buena parte de las convenciones y elementos adoptados sobre las tablas, comenzando por el hecho de la popular confusión entre Frankenstein y su monstruo, como si el primero fuera el nombre del segundo).
De todo el conjunto de películas generadas en poco menos de cien años pueden destacarse dos ciclos. De uno de ellos, el de la Universal, cuyo rostro emblemático fue el de Boris Karloff y que dio al monstruo su clásica apariencia con el cráneo «cuadrado» y los tornillos en el cuello, ya hablé en un artículo anterior del blog. Del otro espero hacerlo pronto: es el ejecutado por la productora británica Hammer Films entre 1957 y 1973, compuesto por siete películas, cinco de ellas a cargo del mejor director con que contó la misma, Terence Fisher, cuya gran innovación con respecto al anterior —pero respetando así el espíritu de la novela original— consistió en devolver el protagonismo al creador con respecto a su creación. Por eso, este ciclo está asociado a otros rasgos, los del actor que encarnó al barón Frankenstein, el irrepetible Peter Cushing.
Ahora bien, las adaptaciones del mito sobrepasan con mucho estos dos ciclos, en especial en las décadas que transcurren desde la finalización del segundo hasta la actualidad, ampliado además a otros campos de la ficción como el tebeo o la televisión. Si he elegido la película de Kenneth Branagh es por varias razones. En primer lugar, porque sin lugar a dudas revitalizó el mito después de unos años de olvido, beneficiándose de la repercusión, ya señalada, de la actualización del mito vampírico por Coppola. En ambos casos, y así lo resalta la utilización de los nombres de Stoker y Shelley en los títulos, se supone que ambas películas suponían un fiel retorno al origen literario, supuestamente traicionado por los ciclos de la Universal y de la Hammer. En el caso de Stoker, como también he razonado en otro artículo del blog, es falso: el planteamiento elegido por Coppola y su guionista James V. Hart traicionaba a Stoker incluso más que en las otras películas, al convertirlo en un «delicado» objeto de romanticismo (en eso, ni siquiera fue original, aunque lo aparentara). Ahora bien, es cierto que el guion de Hart se empeñaba en respetar la estructura argumental de la novela de Stoker y la práctica totalidad de sus personajes e incidencias (de modo tan farragoso como prescindible, por cierto), de ahí su presunta fidelidad.
La versión de Branagh comparte con la de Coppola idéntica sujeción al desarrollo narrativo de la novela (incluido el prólogo y el epílogo en los mares árticos que rara vez han recogido las películas), pero es más fiel que aquella a su referente literario, pues también respeta su planteamiento dramático, en especial el conflicto entre épocas (el racionalismo ilustrado frente al culto al instinto del romanticismo), y por tanto de mentalidades, que hace tan atractivo el libro. Su aportación personal se encuentra, ante todo, en el modo en que Branagh traduce visualmente esos elementos, incrementando incluso el componente romántico mediante una puesta en escena que opta siempre por lo exaltado, y que obliga al espectador, creo yo, a amar la película o a detestarla directamente. Sé bien de lo que hablo, pues mi reacción al verla en los días de su estreno fue la segunda, y sin embargo las revisiones posteriores me han conducido a la primera. Invito, por tanto, a leer el artículo en Homonosapiens y después a recuperar el film (o a verlo por primera vez) y así refutar, concordar o confrontar opiniones. Creo que el resultado será muy disfrutable.
Hola amigo.
Seré breve y subjetivo. A mí me pasó con esta versión de Branagh la que fue tu segunda opción: la detesté. Al igual que con el Drácula de Coppola. Supongo que es culpa de fundar expectativas demasiado elevadas. Grandes directores y actores, enorme presupuesto, libertad creativa, fuente literaria mítica… pero incumpliendo el único bíblico tabú: No aburrirás.
Te haré caso (a veces lo hago) y cualquier día de estos la revisito. Recuerdo a De Niro muy perdido en el hielo y a Branagh chapoteando en su laboratorio con el torso desnudo. Poco más.
Ayer disfruté con La maldición de Frankenstein (1957, joven Terence Fisher). El mad doctor Peter Cushing y el doctor/cómplice que hace de contrapunto ético (está bien robar ahorcados y hacer experimentos, pero desafiar a Dios, no). Conviene que muera la criada/amante cuando se instala en la mansión la prometida pechugona y refinada. Vive o revive un Christopher Lee que mata sin soltar una maldita estrofa shakespereana. Maquillaje patético, probetas de mercadillo, todo con cuatro pesetas para granujas con acné. Achispado por el scotch, cansado del curro, sonreí y no me dormí en el sofá.
Un abrazo.
PD. Adoro a Cushing y a Lee, a Bela y a Boris, toda una vida de cine matándose el uno al otro. ¿Debo pedir ayuda en Alcohólicos Anónimos?
Hola, Rik. Que seas breve o prolijo me parece bien, pero en cuanto a la subjetividad… recuerda que por aquí no quiero eso que se llama «lector objetivo», y que nunca he sabido lo que es 🙂 . Comprendo tu apreciación de la película, como razono en el artículo y yo mismo lo he sentido en primera persona, pero creo que el film gana con la revisión. Creo que el gusto por el exceso de Branagh en este película es más apreciable cuando uno ya sabe lo que le «espera», porque entonces se advierte mejor que su apuesta es coherente con el planteamiento de Mary Shelley.
Ahora, si mencionas «La maldición de Frankenstein», ya entramos en otra división. Tengo el ciclo Frankenstein de la Hammer como lo mejor que se ha hecho jamás con el personaje y una de las cumbres de la historia del cine de terror (del cine, vamos). Incluso creo que otras películas del ciclo son mejores: «La venganza de Frankenstein» o «El cerebro de Frankenstein».
Y me temo que tendría que acompañarte a esas sesiones de Alcohólicos Anónimos, en caso de que nos admitieran, porque esos cuatro también son mi adicción personal. Más Cushing y Lee porque la Hammer es la cumbre del terror, pero todos bien anclados en mi memoria personal.
Debería unirme a la sección de los que la detestan..aunque también me parece una definición demasiado excesiva. Simplemente, no me gustó la aproximación grandilocuente de Brannagh, su desgañite continuo mientras crea vída, y especialmente, su trama romántica con el personaje de Helena Bonhan Carter.
Creo que todavía esta por llegar la que considere «mi» versión de Frankenstein (aunque coincido en que la aproximación de Drácula de los noventa,y su enfoque romántico no me convenció tampoco. Al menos, queda Nosferatu…)
Respecto a versiones previas, me acabo quedando más con el Technicolor de la Hammer y el dúo Lee y Cushing.
También lo recuerdo: cuando «odiaba» esta peli, la escena más insoportable era la de la creación. Por cierto que la versión doblada añade un nivel más de desaforamiento: el del actor que dobla a Branagh, todavía más histriónico que el inglés en la versión original. Está claro que no consigo «convertir» a nadie a la causa de esta película: al menos nos queda el terreno común de la Hammer…
Yo me declaro admirador de este actor/director. Disfruté de lo lindo con su versión cinematográfica de «La flauta mágica» de Mozart, que vi entre el estreno y los reestrenos unas cuatro veces. La mayor parte de su Shakespeare también son de mi agrado, pero su Frankenstein no me gustó en absoluto. Por otra parte, su exmujer, Emma Thompson, es una de mis actrices favoritas.
Saludos
Vaya, pues aumenta la ventaja de aquellos a quienes no os gusta esta película 😦 . A mí también me gusta mucho «La flauta mágica»: de hecho, me parece su última gran película, y un espectáculo visual y musical excelente.
Igual ne bajo el Frankenstein y la vuelvo a ver por si cambio de opinión…