El doblaje: ¿arte o mímesis?

Realidad y polémica del doblaje

El puesto de trabajo de un actor de doblajePara la inmensa mayoría de espectadores de cine o series de televisión, el doblaje es la labor técnica imprescindible para poder consumir en su propio idioma las producciones habladas originalmente en lengua extranjera; para una descompensada minoría, es una poética. Para los primeros, sería el equivalente a la traducción literaria. Para mí, el doblaje es la entrada a un territorio mágico, que permite la existencia de dos películas. Una es la original, claro, en su propio idioma; otra, la recreada por unas voces españolas que no era únicas para cada actor y personaje, sino que pasaban de unos a otros, despertando unas evocaciones en la memoria, unas expectativas, unas asociaciones, que creaban un universo de indescriptible belleza sonora (hay que añadir el trabajo de unos traductores que no maltrataban el idioma). Ese universo hoy casi me parece una burbuja que, claro, acabó estallando en la mediocridad actual, más que nada porque era irrepetible: porque respondió a un estilo interpretativo perdido, a unas condiciones de trabajo que valoraban la calidad a la rapidez, a una generación de actores que, desde la oscuridad, derramaron sueños sobre generaciones de españoles a los que su vida cotidiana no debía parecerles, en lo peor del franquismo, precisamente ensoñadora.

Toda la vida he amado el doblaje (el clásico, aclaro con rapidez: el actual no lo aguanto, pero es un tema que daría para otro comentario). Al principio, no me quedó otra: me aficioné al cine en una época en que, en televisión, el 90% de lo que se emitía era doblado, no existían el dvd ni el blue-ray ni las descargas de Internet, y en mi ciudad, Málaga, el cine en vose era una quimera, salvo en contados festivales. La tétrica decadencia de ese arte, unida a la facilidad actual para acceder a cualquier obra en su idioma original y con subtítulos, ha hecho que ese porcentaje sea justo al revés. Solo consumo, ahora, doblajes, y clásicos, en muy minúscula proporción, y por lo general cuando reviso alguna película, algún personaje, alguna actuación, incluso algún diálogo, indisociables en mi memoria de su versión española. Para mí, el James Cagney de Uno, dos, tres siempre tendrá la voz poderosa y rugiente de Ángel María Baltanás; el angelical pero venenoso Alain Delon de A pleno sol, la voz de terciopelo, eternamente joven, de Manuel Cano; el viril y guasón Stewart Granger, en Scaramouche, la voz recia y un punto irónica de Rafael Luis Calvo.

El doblaje, durante muchísimos años, fue un espacio arcano al que accedían muy pocos, y del que la información también era exigua. Hoy día, ese increíble territorio de intercambio informativo que es Internet ha permitido dar nombre y apellidos a todas aquellas voces a las que durante mucho tiempo nos referíamos de modo indirecto: al gran José María Ovies (la voz clásica de Groucho) lo llamábamos la «voz de genio»; a Elvira Jofre (Elizabeth Taylor en la Metro) la «voz dulce»; Simón Ramírez era, sencillamente, la voz noble de Tarzán o del joven Gary Cooper, y Manuel Cano, habitual de todos los galanes de rostro agraciado, la «voz cálida». Hoy día, en España, basta consultar la apabullante base de datos de la estupenda página www.eldoblaje.com, y conseguir casi cualquier dato. Y los que todavía no están, lo estarán, gracias a la labor de incansables amantes del doblaje clásico, que nos ayudan a sacar de las sombras a esos magos que dieron voz a nuestros sueños.

Constantino Romero y sus más famosos personajesPero, ¿interesa de verdad el doblaje, fuera de determinados círculos de incondicionales? Tristemente, yo mismo he podido comprobar, a través de incontables conversaciones sobre el tema, no solo el completo desconocimiento de las voces que escuchamos —reconocer al recientemente fallecido Constantino Romero tras Darth Vader o James Bond suele ser el top para un espectador medio— sino la indiferencia, no ya sobre el importante tema de que un mismo actor, en lo posible, deba ser doblado por la misma voz, sino de que importe mucho la calidad de su interpretación. Tantas veces que hemos escuchado alabar a Robert DeNiro o a Al Pacino, sin que el alabador en cuestión advirtiera que el mismo gran actor, Ricardo Solans, les daba voz, y que por tanto en el par de ocasiones en que han compartido película era otro el que doblaba a uno de los dos (de hecho, a Pacino)…

Por otro lado, el doblaje es una profesión que nunca ha podido escapar a varios tópicos. Unos para denigrarla, otros para glorificarla con exageración. Esta denigración ha sobrevivido hasta nuestros días. Por supuesto, los profesionales del cine lo acusan de favorecer una competencia desleal. Si el público no consume más cine español es porque, sin esfuerzo alguno, puede contemplar cuantas películas extranjeras (uséase, de Hollywood) desee. Razonamiento que siempre me ha parecido que no deja en buen lugar a esos profesionales: ¿acaso no se basta su talento para atraer a los espectadores, que necesitan de la ventaja del idioma? Y que choca de raíz con otras épocas en que el cine español competía no sólo con el Hollywood de su mejor época sino con la Italia o la Francia también de su etapa de esplendor, y con unas cuotas de pantalla y un éxito de lo más dignos.

Por otra parte, las continuas peticiones de los profesionales del cine «de cuerpo entero» a favor de la desaparición del doblaje, dice mucho de su falta de solidaridad con esos otros profesionales, que se sepa tan actores como ellos, que trabajan en salas a oscuras y detrás de un atril.

Fernando Rey, cuando era Gary CooperMuchos ignoran, o prefieren ignorar, que algunos de los más grandes actores de nuestro cine empezaron precisamente en el doblaje. Aunque no llegaran a ser grandes estrellas del medio, sin duda les ayudó en su entrada en la profesión artística. Y no son unos cualesquiera: hablo de Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal o Alfredo Landa. Alguno incluso sí alcanzó una buena posición. El más notable, Fernando Rey (que llegó a ser voz habitual de Gary Cooper durante unos años, por ejemplo, pese a lo que cuesta hoy asociar al uno con el otro), quien ya convertido en una estrella del cine «normal» todavía era reclamado en casos especiales en que se buscaba tanto su calidad como el prestigio de su nombre: por ejemplo, para doblar a Laurence Olivier en sus películas como director adaptando a Shakespeare: Hamlet (1948) y Ricardo III (1956).

Al defender su desaparición se utilizan, también, motivos tan peregrinos como que el bajo nivel de los españoles en el dominio de los idiomas se debe a que hemos perdido la gran ocasión de familiarizarnos con las lenguas extranjeras que hubiera permitido la versión original subtitulada (las estadísticas, sin embargo, no señalan que portugueses o griegos, por señalar países donde no existe el doblaje, sean políglotas avanzados).

Los defensores del doblaje contraatacan con otro argumento que tampoco es exacto: el doblaje, en cine, sería el equivalente a la traducción, en literatura. No es equivalente porque también la versión original subtitulada es traducción, al tiempo que permite apreciar —de modo relativo: a quien no domina un idioma, es lógico que se le escape la verdadera naturaleza de sus tonos verbales— la interpretación completa.

En cualquier caso, el defensor purista de la versión original, ¿sabe lo resbaladizo que es ese concepto, sobre todo en el cine clásico? El doblaje es una práctica que ha sido habitual en el cine llamado original, al menos hasta que la tecnología permitió que el sonido directo fuera corriente en los rodajes, si bien la corrección o sincronización posterior de los diálogos suele seguir siendo un apartado importante de la post-producción. El cine italiano de toda la vida, por ejemplo, rara vez conoció el rodaje con sonido en directo, de ahí que fuera tan habitual la contratación de actores foráneos (y no precisamente estrellas) tanto para la famosa serie B de los años 60-70 —con el auge del spaghetti western o el peplum, para el cual se recurrió al señuelo de protagonistas norteamericanos: de ahí salió Clint Eastwood— como para el llamado «cine de calidad», de Fellini a Visconti pasando por Antonioni.

En Calle Mayor, Betsy Blair hablaba con la voz de Elsa FábregasUna película que suele figurar entre las mejores de todos los tiempos, El Gatopardo (1963), de Visconti, es buen ejemplo. Su trío protagonista está formado por un norteamericano, Burt Lancaster, un francés, Alain Delon, y una italiana, Claudia Cardinale. Delon trabajó mucho en Italia, pero es claro que Lancaster no tenía ni idea del idioma, al menos cuando fue a rodar esta película. Atendiendo a los labios se descubre que casi cada actor (de todo el reparto) habla en su propia lengua, algo lógico si se contaba con que luego la película se doblaría a los diferentes idiomas: así se concentrarían mejor en su propia interpretación. ¿Cuál es la versión original, pues?

En España también existió dicha práctica. Las más famosas películas de Juan Antonio Bardem o Luis G. Berlanga están protagonizadas por intérpretes extranjeros, de Betsy Blair a Lucía Bosé, pasando por Richard Basehart o Nino Manfredi, convenientemente doblados, por supuesto. Pero las mismas fichas de la web ya indicada, permite descubrir que las propias películas españolas estaban asimismo dobladas desde los años 40: en sus repartos se combinan las voces originales de los propios intérpretes con las de genuinos actores de doblaje. Esa práctica degeneró en los 60 y 70: los directores acabaron institucionalizando la práctica de doblar a determinados actores y actrices, ya fuera por proceder de otros medios, como la canción (de Peret a Raphael), o por considerar que no eran más que una bella fachada sin talento vocal (la mayor parte de las actrices encasilladas, con razón o sin ella, como meros reclamos eróticos: Mirta Miller, Ágata Lys, Nadiuska…).

Pequeño recorrido histórico

El doblaje nació, como es lógico, con la llegada del sonoro. No de modo inmediato. En un primer momento, Hollywood, siempre a la cabeza del negocio del cine en todo el mundo, favoreció la realización de dobles versiones para aquellas películas en las que se presumía una proyección internacional. Estas versiones se rodaban en los mismos decorados y con el mismo guión que las originales, incluso siguiendo las indicaciones de los movimientos de cámara originales, lo cual, claro, no bastaba para que salieran iguales. Buena muestra es la versión hispana más relevante de entre las que se conservan: el Drácula de la Universal rodado por George Melford con respecto al mítico film de Tod Browning, y que en ningún momento alcanza la cualidad fascinante del director de Freaks.

Para estos rodajes, a principios de los años 30 fueron reclamados a Hollywood actores y escritores españoles: entre ellos, por ejemplo, nada menos que Enrique Jardiel Poncela o Edgar Neville, el último de los cuales fue amigo personal de Charles Chaplin y se convertiría, una década después, en uno de los mejores directores del cine español.

El misterio del acento inglés del Gordo y el FlacoEste fenómeno —que fue breve: dos o tres años, lo más— no dejó mayor huella, salvo una realmente divertida, que tiene que ver con dos cómicos hoy injustamente olvidados, los famosos Oliver Hardy y Stan Laurel (o sea, el Gordo y el Flaco). Cuando en televisión todavía se emitían películas «raras» (o sea, en blanco y negro y antiguas) en horas de máxima audiencia, algunos todavía tuvimos tiempo de conocer a esta pareja, que a las nuevas generaciones educadas con Jim Carrey o Sacha Baron Cohen les sonará a chino. Y el rasgo más llamativo era que hablaban con acento inglés (!), mientras que el resto de personajes de sus películas hablaba normal. La respuesta, claro, es que Laurel y Hardy habían protagonizado ellos mismos las versiones españolas de inicios del sonoro, memorizando fonéticamente los diálogos en castellano pero con el lógico e indisimulable acento yanqui. Estas versiones debieron de tener un gran éxito, de ahí que, cuando llegó el doblaje, se obligara a que los dos actores mantuvieran su acento, quizá porque ese toque exótico ya formaba parte de su gracia para los oídos españoles. Yo lo descubrí unas Navidades de hace muchos años (lo menos veinte), cuando TVE emitió sus viejos cortos en su versión hispana, como podía comprobarse al ver la sincronización entre el movimiento de sus labios y los diálogos en castellano.

El doblaje sustituyó enseguida a la doble versión: era más rápido y más barato. Aun así, las primeras versiones dobladas al español tampoco se realizaron en la península, sino en los estudios que la Paramount montó en París, en concreto en Joinville, y en los cuales se forjaron los primeros actores de doblaje españoles, algunos de los cuales se mantendrían en la profesión durante el resto de su vida: Irene Guerrero de Luna, Carmen Morando… Siguiendo con la lógica de la mayor economía, acabaron montándose estudios de doblaje en nuestro país. Lo hicieron tanto en Madrid como en Barcelona: desde el primer momento, surgió una bicefalia que se mantiene desde entonces. Bicefalia cuyo mayor inconveniente es que, puesto que desde el primer momento se descubrió el beneficio de que un mismo actor original fuera doblado normalmente por la misma voz, cuando coincidían en una misma película dos estrellas cuyas voces no trabajaban en la misma ciudad, obligaba a elegir entre una y otra… salvo el raro caso en que se pagara el desplazamiento a la otra ciudad.

Prácticamente no sobrevive ninguno de aquellos primeros doblajes (el más antiguo, parece ser, es de 1937, en concreto el de El pequeño lord, cuya ficha acaba de reconstruir en la página de eldoblaje mi amigo Jorge Montalvo, el mayor rescatador de doblaje clásico español que conozco). Poco parece haber sobrevivido a la guerra civil. El triunfo del franquismo trajo, además, una novedad que, desde entonces, se ha esgrimido para atacar el doblaje: la imposición obligatoria, por una Orden de 1941, del doblaje español de toda película extranjera que se estrenara en nuestro país. Esta asociación entre franquismo-doblaje ha provocado además una falsa leyenda que suelen sostener con pertinacia los enemigos de la práctica: que fue el franquismo el que introdujo el doblaje en España. Una atribución equivocada (o una mentira, llamemos a las cosas por su nombre) mil veces repetida acaba pareciendo verdad.

El clavo, ejemplo de película clasificada de 1ª categoríaEn cualquier caso, lo que sí es cierto es que el gobierno franquista lo que intentó fue una doble jugada: por un lado, es evidente, proteger la «lengua del imperio» copiando una ley correspondiente de la Italia fascista; por otro, y a su manera, impulsar la industria del cine español (en gran precariedad como consecuencia de la guerra y de la depauperación que sufría la economía, en todos los terrenos). Para ello, la orden asociaba la concesión de licencias de doblaje —y por tanto de estreno de films extranjeros— a la producción de películas nacionales. Lógicamente, esto tenía sentido porque, en esa época, los negocios de la producción y la exhibición estaban, normalmente, en las mismas manos. Incluso, se creó un sistema de clasificación de películas nacionales en función del cual se concedían más o menos licencias de doblaje. Con ello se intentaba estimular la calidad del cine patrio, pero el problema es que, al depender de una correspondiente Junta de Clasificación en cuyas manos se ponía la concesión de un importante beneficio económico, la picaresca y las presiones estuvieron a la orden del día. Esta clasificación fue propia de los años 40, y todavía en carteles de films de esa época se puede leer el rótulo «Declarada de Interés Nacional» como máxima distinción. A partir de ahí se otorgaba una clasificación de 1ª a 3ª categoría, que condenaba prácticamente al ostracismo a las peor situadas. De ahí que las productoras se esforzaran por realizar el tipo de cine que se suponía que merecería mayor simpatía en las autoridades correspondientes, ajustando las películas a los valores morales que el régimen, supuestamente, representaba. Que aun así se rodaran magníficas películas (aunque hay que sentarse a redescubrirlas) demuestra que, pese a todo, el arte se resiste siempre a ser dirigido desde arriba.

Es difícil juzgar el desarrollo del doblaje cuando, como digo, la inmensa mayoría del trabajo realizado en los 30 y 40 se ha perdido (y del de las décadas siguientes, lo que sobrevive ni siquiera es la mitad de lo que se hizo). Razones: la precariedad técnica de los primeros tiempos hasta la llegada de la grabación en soporte magnético; la desidia en la conservación de ese patrimonio, fuera de las películas que han tenido mayor repercusión o la suerte de ser emitidas con continuidad como para grabarlas (Internet, tan criticada por los profesionales del cine, se está convirtiendo en el mejor vehículo para su preservación); la práctica, desde casi el inicio de la profesión, del redoblaje, ya fuera por razones de la censura franquista, o porque se considerase anticuado el estilo de la primera versión, o por «mejorar» el sonido (técnicamente, se entiende; la calidad de la interpretación no parece contar, y así un film de los años 50 se comercializa con un doblaje coetáneo, pese a la pérdida de calidad actual en la profesión o el mero hecho de que un oído medianamente educado no pueda admitir la discordancia de estilos y épocas).

En cualquier caso, quede constancia que, por lo que permanece, es evidente que el periodo que comprende los años 50 y 60, incluso buena parte de los 70, fue una época de oro para el doblaje. Los que llegaron a la profesión eran actores procedentes en su inmensa mayoría del teatro, o de la radio (de las famosas radionovelas, seriales, teatros invisibles y demás), o profesionales que lo compaginaban con el cine. Por otro lado, no existía la enorme demanda actual —no había televisión, o al menos no tanta, ni formatos domésticos—, por lo que las plantillas de actores, tanto en Madrid como en Barcelona, eran estables. El proceso de selección hacía que solo accedieran aquellos con buenas condiciones, y aunque nunca fue un coto cerrado tampoco entraba cualquiera.

El estilo de la época consideraba imposible algo que hoy parece secundario entre las jóvenes promociones de actores: la voz era una herramienta imprescindible para la interpretación; si era singular y distinta a las ya existentes, ampliaba el arco de elecciones, y una buena dicción era esencial. En los mejores estudios (por ejemplo, los de la Metro-Goldwyn-Mayer de Barcelona), los actores memorizaban sus papeles y así re-interpretaban, en su sentido literal, la actuación original: no extraña que esos doblajes parezcan irrepetibles. Siempre se señala la versión de Lo que el viento se llevó (de 1950, once años después de su estreno norteamericano) como el paradigma de lo que fue esa maravillosa profesión en su mejor momento.

Nada menos que Roger Moore y Marlon Brando, o sea, Constantino Romero y Rogelio HernándezEl doblaje fue decayendo, primero técnicamente. En los años 70 muchas películas fueron redobladas para su emisión televisiva, todavía por grandes voces, pero mediante una aberración técnica: al no llegar separadas las bandas de diálogos y de música, la versión española «obligaba» a inventarse una nueva banda sonora, utilizándose cualquier música que estuviera a mano. En los años 80, el aumento de trabajo en el sector (la llegada de los canales autonómicos, primero, y de las privadas después; el mercado del video doméstico) abrió la mano a un nutrido flujo de nuevas voces. Algunas, con las cuales además se produjo el definitivo relevo de la generación clásica, eran buenas; pero muchas otras, no hubieran llevado ni los cafés a los grandes. Se empezó a exigir rapidez antes que calidad: saber sincronizar a dar la modulación adecuada. Surgieron vicios propios de esta rapidez: la dicción susurrante, que enmascaraba incapacidades, o la impostación de la voz, para parecer más resonante. Hasta llegar a la desoladora situación de hoy, marcada por la proliferación como hongos de voces indistinguibles unas de otras (hay demasiada demanda como para ser exigente en la selección), el trabajo en cadena (la voracidad del mercado manda) y la pérdida del viejo concepto artesanal (la técnica permite que cada actor realice su parte en solitario: lógico que así no exista el menor feeling entre los miembros del reparto y que hasta las voces buenas, que todavía existen, denoten una notable desgana).

Y es que el doblaje clásico fue algo más que traducir unos diálogos y sincronizar unas palabras con unos labios: fue un arte, fue una poética, un patrimonio cultural que se pierde sin que se haga nada. Para aquellos para quienes esas voces tienen una identidad, escuchar un doblaje no es prepararnos para «entender» una película: es abrir las puertas de la evocación sonora a un océano de matices y referencias cruzadas.

La elegancia de Felipe Peña (Laurence Olivier), la vibrante musicalidad de Rafael Navarro (Charlton Heston), la sutileza de Félix Acaso (Robert Mitchum), la sensualidad de Ana María Saizar (Sofía Loren),  la indolente ironía de Antolín García (Peter O’Toole), la indomable personalidad de Elsa Fábregas (Vivien Leigh)  o el desgarro febril de Rogelio Hernández (Marlon Brando), entre tantos otros, nos trasladan a una época en que todo parecía más ingenuo, en que el cine era en verdad una fábrica de sueños y en que los actores parecían hablar en español. Era un sueño, claro, pero un sueño colectivo que se apagó poco a poco, que incluso algunos de sus devotos estamos olvidando, pero al que de vez en cuando volvemos: apagamos las luces del salón, aparecen los entrañables colores del viejo Technicolor y… la magia regresa.

Ramón Langa, el genial Bruce Willis español

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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38 respuestas a El doblaje: ¿arte o mímesis?

  1. Fernando (fdo amsterdam) dijo:

    Ex-ce-len-te, tal como cabía esperar de ti.
    El caso es que asiento y consiento tan absolutamente con todo lo que dices que (de haber yo estado dotado de semejante talento literario) bien podría haberlo escrito yo mismo.

    • Muchas gracias por tus palabras, Fernando, que me merecen doble crédito viniendo de alguien con tu sensibilidad y conocimientos de doblaje. La verdad es que he tardado mucho en decidirme a publicarlo, y de hecho está muy editado: quería decir demasiado y me dispersaba en todas direcciones. De ahí que agradezca especialmente la alabanza, porque no estoy del todo seguro del artículo. Pero tenía muchas ganas de transmitir esta pasión especial mía de toda la vida, a la que últimamente tan infiel le soy. Un abrazo.

  2. Álvaro (Álvaro L. en eldoblaje.com) dijo:

    Desde luego, un articulazo que desmonta todos los topicazos que hay sobre el doblaje. Mi intención es hacer un trabajo de investigación sobre el tema este año, en parte para intentar quitar las ideas preconcebidas que se tienen.
    ¡Gran trabajo!

    • Muchas gracias, Álvaro, y suerte con ese trabajo sobre el doblaje. Es un campo en el que hay muy poca bibliografía, y la que yo he leído o bien solo se preocupa por el aspecto puramente técnico o es muy superficial. Y hablamos de algo que en mi opinión forma parte del patrimonio artístico de mayor calidad de todo el siglo XX en España…

  3. Mengano dijo:

    Yo nunca me encariñé con el doblaje, cuando empecé a ver las pelis en VO en vez de dobladas, me di cuenta de que lo prefería mucho más y en cierto sentido me volví muy crítico con el doblaje. Personalmente considero que es como «se tiene que ver la película», porque es el actor original el que crea el personaje, poniendo no solo su cuerpo, sino su voz, idiomas originales, matices, gritos, y acentos, etcétera. Luego si la quieres ver también con un doblaje me parece guay, pero considero que la VO es la fundamental. La actuación convencional es un conjunto: Parte corporal y parte vocal, van unidos. Pero esque tu te has encariñado con el doblaje durante décadas, se te nota mucho. Son como memorias vitales a las que has cogido un gran cariño. Y cuando empieza a ser la VOS algo «habitual» y se da ese choque con ese método de traducción que siempre habías consumido y admirado, debe ser una sensación interna curiosa.

  4. Mengano, estoy completamente de acuerdo: para apreciar bien una película no hay como la vos. Como digo en el artículo, ahora mismo las películas que «consumo» dobladas, de las muchas que procuro ver, son mínimas: a veces pasan semanas sin asomarme a ninguna. Ahora bien, a veces acompaño al cine a gente que no soporta los «letreros» o veo películas con gente mayor que no está acostumbrada a leer. Entonces, procuro elegir películas con buen doblaje, de esas que componen mi memoria sentimental y, cierto, no puedo evitar sentir un fuerte placer porque crecí con esas voces y sigo pensando que son maravillosas. De ahí que diga que, con el doblaje clásico, sencillamente asistimos a dos películas, y diferentes, y de ambas se puede disfrutar… aunque yo ya prefiera la original.

  5. Mengano dijo:

    Por cierto, sobre el citado «bajón» del nivel del doblaje desde los 60 y los 70 hasta el 2013… ¿De verdad crees que hay tanto «bajón»? Yo esque siempre que me saco pelis dvd de mi facultad le echo un vistazo/audición a los doblajes (a veces si es una peli de Hollywood es probable que me vengan VO, doblajes español,alemán, italiano y francés incluidos más un porrón de subtítulos hasta en hebreo) y la verdad esque creo que el tema de la dicción en el doblaje castellano se sigue considerando fundamental, en ese sentido no se ha «callejerizado» tanto la interpretación de doblaje como la interpretación española convencional, que cada vez se mezcla mas con los usos coloquiales (creo yo). Ahora hay un montón de doblajes low-cost pero también los había en los 50 y los 60 , con varias pelis de temática «poco agradable» para el régimen anterior. Hoy mismo he visto Senderos de Gloria y viendo los doblajes el castellano tenía un estilo low-cost muy marcado (quizás la doblaran en los 70 después de la dictadura)…

    • «Senderos de gloria» tardó 20 años en poder estrenarse. Es el típico caso de doblaje fuera de época, con voces que no encajan con las imágenes: en concreto, la voz que le pusieron al gran Kirk Douglas a mí al menos me resulta imposible de «digerir» saliendo de labios de este gran actor. En cuanto al bajón, fue progresivo. El cambio de generación de los 80 es fundamental: algunos de los nuevos actores estaban a la altura de los clásicos, pero muchos otros (y de los más cotizados), no. Eso sí, lo peor vino ya con el cambio de siglo: cuando veo una película o una serie actuales me parece que todas las voces son muy similares en timbre, tono y expresión. Reconozco que las condiciones de trabajo no ayudan: películas en las que apenas se deja ver los rostros de los actores (para evitar, parece ser, pirateos), doblaje en sesiones distintas de voces para una misma escena, prisas, pésimas traducciones…

  6. Rafa Sanchez dijo:

    el doblaje es una gran mentira, al fin y al cabo es quitar al actor toda su personalidad poniendo a otro a repetir en español, lo mismo que a hecho el otro vamos ser un monito de repeticion. merito no tiene ninguno lo que es es una infamia, y eso que dicen que hay doblajes que mejoran el original pues eso es peor, por que si un actor hace una mala interpretacion y el que le dobla lo mejora es mentira, haciendonos creer que el actor original es muy bueno. todo el mundo puede acostumbrarse a la version original subtitulada, lo que pasa es que la gente es muy vaga y prefiere ver una pelicula doblada aunque sea, todo mentira y falso. el doblaje nunca debio existir y deberia desaparecer, por que no es necesario es lo que se nos a hecho creer durante muchos años, pero en terminos cinematograficos es una estafa.

    • Hola, Rafa. El doblaje no es una mentira (salvo los niños, nadie ve una película doblada pensando que no sea doblada). Sí es una alteración, en una época hecha con talento y en otra sin él. Por eso señalo en el comentario que el doblaje permite la existencia de una segunda película, distinta de la original por supuesto, con sus propios atractivos y sus evidentes defectos. Es evidente, y es algo que mi amigo Fernando Amsterdam, de la web de eldoblaje.com, ha señalado siempre, que un doblaje no puede «mejorar» nunca a un actor, sencillamente lo transforma… aunque sí creo que en determinados casos escuchar la voz de un determinado actor puede hacer atractivo lo que sin ella no lo es. Ahora bien, me parece excesivamente visceral tu opinión, porque por la misma regla de tres la traducción literaria también es una estafa, incluso mayor, porque la película doblada todavía mantiene algo original, las imágenes, pero el libro es todo re-creación.

  7. Jose Tomás Agudo dijo:

    Estupendo artículo. Una cosa que sí me gustaría decir es que antes durante la primera pasada del take se escuchaba al original, no se ensayaba. Hoy tienen la maldita manía de ensayar desde la primera pasada, y la culpa de eso, en mi opinión, es de los directores que se lo permiten. Aunque seguro que hay alguna excepción.

    • Gracias por tus palabras, Jose Tomás. Es evidente que una razón importantísima del descenso cualitativo del doblaje es la diferente preparación de cada trabajo. Y el papel que hoy juega el director de doblaje. Parto de que, en la época clásica, buena parte de los directores eran a su vez grandísimos actores, con la ventaja que supone primero para orientar al compañero y segundo por el peso moral de su propia reputación. El caso de José María Ovies, responsable principal de los estudios Metro de Barcelona durante muchos años, es paradigmático.

  8. vos dijo:

    yo veo vos y veo version doblada, y me quedo con la vos. es cierto que en españa se dobla muy bien pero el otro dia, escuche una entrevista donde decia Ivan Muelas que el no respetaba la version original, al doblar que el hacia una creacion propia en como el lo haria que el original el nunca lo sigue, salvo para saber donde empieza y termina de hablar el actor nada mas. escuchando cosas como esta uno se da cuenta, de lo poco que les importa a los actores de doblaje el cine y el respeto al actor, que doblan.

    • Hola, vos. No sé si Muelas se refería a un contexto o a un ejemplo determinado, por lo que no puedo opinar. Sí recuerdo que «El príncipe de Bel Air», la serie donde Muelas doblaba a Will Smith, alteraba claramente el original con sus referencias a la realidad española, y eso desde luego es una alteración intolerable. (Aunque, a mí, la verdad, como no aguantaba la serie, tampoco me quitaba el sueño.) En cualquier caso, he leído suficientes declaraciones de actores de doblaje como para estar convencido de lo vocacionales que son la mayoría y lo que les gusta el cine: muchos simultanean doblaje y cine «de cuerpo entero». Y supongo que cuando se producen esos casos como el de «El príncipe…», la culpa será ante todo del que da la indicación de que así se haga: el distribuidor, el director del doblaje… Difícilmente el actor, creo.

  9. David Sierra dijo:

    esa entrevista donde Muelas dice eso, esta colgada en varios sitios hace ya tiempo y efectivamente lo dejaba claro, para el el doblaje es creacion no imitacion osea el decia que el escucha la vo, y luego lo lleva a no como el actor lo esta haciendo sino como el lo haria si el, interpretara ese personaje. por lo cual en su caso seria mas de actor que de actor de doblaje, ya que el actor de doblaje debe pegarse al maximo a la version original no tiene que crear nada, por que la creacion ya esta hecha. hay muchas series de television como Cronicas Vampiricas Dexter o Big Bang Theory, donde el original se lo pasan por el forro los actores y el director y se inventan una interpretacion, que no tiene nada que ver con la vo ni en voces ni en tonos ni en intencion.

    • Bueno, yo creo que aquí se habla de dos cosas distintas, David. Una es la pura alteración de diálogos. Otra, el inevitable hecho de que no hay dos actores iguales, por lo que la mera imitación es imposible, por lo menos totalmente. Ahora, es cierto que un actor de doblaje debe seguir los tonos del original (de lo contrario, no habría asociación entre voz e imagen), pero es lógico que lo ajuste a su propio estilo. No puede haber imitación absoluta, porque entonces no quedaría otra que tener una voz española para cada actor original, y es evidentemente imposible.

  10. David Sierra dijo:

    actores de doblaje que se pegan como lapas a la vo, Mercedes Montala Jordi Brau Luis Posada o Juan Antonio Bernal, son algunos de ellos y la realidad es que en cataluña se pegan mas a la vo, que en Madrid. aunque a habido casos como el estupendo trabajo de Javier Dotu en Amadeus, que tambien se pego a la vo y no solo en esta peli ya que Dotu es otro, de los que mas se pega en general a la vo. Dotu es de mis preferidos siempre fue magistral, Tarde de Perros a Al Pacino o a Treat Williams en El Principe de La Ciudad, son algunos de sus mejores trabajos.

  11. Nunca he hecho una comparativa a fondo de trabajos originales/doblados como para ser tajante. Yo en general me centro en la calidad del trabajo en español y, eso sí, me doy cuenta cuándo una voz española nada tiene que ver con la original, ni en timbre ni en tono. Lo cual no quiere decir que no puedan resultar buenos trabajos: el ejemplo más claro es Ramón Langa con respecto a Willis. La famosa risa sardónica de Willis es más bien de Langa. En cuanto a la comparación Madrid-Barcelona no estoy de acuerdo: en ambas ciudades hay bueno, regulares y malos actores, en todas las épocas, incluida la actual. De todos los nombres que citas, Bernal fue probablemente mi voz favorita durante los años 90.

  12. anonimo dijo:

    eso de que Bernal se pega mucho a la vo, vamos a dejarlo. en la serie 24 dobla a Kiefer Sutherland y desde luego poco o nada, tenia que ver lo que hacia Kiefer con lo que hacia Bernal.

    • No he visto nunca la serie 24, ni doblada ni en original. Eso sí, un buen amigo y el mejor especialista en doblaje que conozco, Jorge Montalvo, bien conocido en la página de eldoblaje.com, ha señalado en alguna ocasión que el trabajo en general en esta serie es pésimo, y que el mismo Bernal no está bien. En cualquier caso, en distintas películas (eso sí, ya lejanas en mi recuerdo), Bernal doblaba muy bien a Kiefer, o por lo menos voz y gestualidad expresiva (al final, eso es el doblaje) concordaban perfectamente.

  13. anonimo dijo:

    en Madrid sigue habiendo gente muy buena, Claudio Serrano Ivan Jara o el propio Ivan Muelas son estupendos actores, y por supuesto en Barcelona estan los estupendos Salvador Vidal Pedro Molina o el ya citado Bernal. eso si la diferencia entre Madrid y Barcelona sigue siendo muy grande, en Barcelona impostan mucho mas la voz la colocan mejor y pronuncian mejor alli, tienen digamos mejor diccion. esta es la diferencia en ambas ciudades por lo demas, pues cada uno da lo que da en su estilo sea de la ciudad que sea.

    • No creo que haya habido nunca diferencias cualitativas entre Madrid y Barcelona. Ambas ciudades vivieron su época dorada a la vez, y los grandes genios se repartían entre ambas. En determinado momento (años 90, sobre todo), las distribuidoras apostaron por Barcelona y las buenas voces madrileñas de la época (sobre todo las jóvenes, que había bastantes) se vieron desaprovechadas: los Claudio Serrano, David Robles, Iván Jara, Mar Bordallo, Isabel F. Avanthai, Victoria Angulo o Iván Muelas. No sé por qué sucedió, pero es así y el doblaje en cine se hizo demasiado repetitivo: es la época en que unos cuantos actores podían tener cada uno cinco, seis o más asignaciones estelares. Ahora, por las fichas, veo que la cosa se ha vuelto a equilibrar y que incluso se combina más que antes (la técnica lo permite) repartos de ambas ciudades. De modo que eso es una de las pocas cosas buenas que creo que tiene el doblaje actual.

  14. anonimo dijo:

    como lo estoy leyendo en varios sitios, me gustaria saber lo que opinais sobre lo de que Jordi Brau se niegue rotundamente, a doblar una pelicula si no la ve antes de hecho el en alguna entrevista ya lo a dicho, y por lo que se ve es el motivo por lo que a veces a alguno de sus actores, lo a doblado otro que no le importa no ver la pelicula antes. al parecer es el unico de la profesion que lo hace, lo que no entiendo es teniendo otros actores tambien una gran calidad, no tengan esos privilegios.

    • Me parece tan razonable la postura de Brau que tendría que ser así siempre, desde luego al menos si se respeta al público español y se quiere ofrecer un doblaje de calidad. Claro, choca con este espíritu de prisas tan propio de la actual industria. Y desde luego si la actitud de Brau fuera general, y los profesionales hubiesen realizado algún tipo de presión para, al menos, acabar con la precariedad de tiempo y medios con que se trabaja, no se llegaría al nivel de desgana que se observa incluso en las mejores voces actuales.

  15. jose emilio gorro perez dijo:

    Te felicito, estimado y considero José Miguel.

    Tu escrito mereceria ser perfectamente parte de un libro sobre doblaje.

    Realizas un amplio recorrido desde los comienzos del doblaje , diriamos clásico, hasta los 70 cuando según , muchos, comienza la decadencia , tanto en voces como en “maneras” de realizrlo en los Estudios. (grabación aparte).

    Un matiz tan solo. Y es que los 40 , para algunos , forma una extrardinaria década del doblaje. El rescate de una notable cantidad de films nos ha demostrado ¡que voces habia y cómo lo hacian!.

    Extraordinaria definición, la que haces del doblaje clásico.

    Evidentemente cuando alguien suele indicar varios nombres , o voces de doblaje, siempre ocurre o se tiene la sensación de decir : y no nombra a éste o al otro…

    Permiteme que añada tan solo estos nombres a los que tú mencionas: Maribel Casals, Maria Victoria Durá y Francisco Arenzana, para mí, perfecta asociación con Marlon Brando.

    O así me lo parece.

    • Hola, Jose. Muchas gracias por tus amables problemas, que en alguien de tus conocimientos es evidente que valen en mucho. Y tienes razón: seguro que el doblaje de los 40 es extraordinario, pero mis conocimientos sobre él son escasos porque conforme retrocedemos en el tiempo quedan pocos trabajos (o son poco accesibles). Ahora bien, inolvidables doblajes como los de «El ladrón de Bagdad» o «Niebla en el pasado» (genial Ovies en ambos) supongo que dan buena cuenta de su medida. Y esos nombres que citas, por supuesto, son tan extraordinarios como los que yo incluyo en mi comentario… y todavía faltan incontables más, de Víctor Ramírez a Francisco Sánchez, de Irene Guerrero de Luna a María del Puy.
      Un abrazo.

  16. anonimo dijo:

    evidentemente es un tema delicado, ya que despierta muchas envidias por parte de sus compañeros lo cual es logico, pero alguien que dobla a tantos actores supongo que el perder algun trabajo, no le importara mucho por que sabe que luego tiene 4 actores fijos a los que si va a doblar. la mayoria no doblan a tantos actores fijos que ademas hacen muchas peliculas, y claro esa es la suerte que el tiene y ademas actores que son muy buenos, tambien seguramente que el sera muy amigo de supervisores y distribuidoras, lo cual ayuda.

  17. Es evidente: se estime en más o en menos las capacidades de Jordi Brau, ningún otro actor de doblaje de las dos últimas dos décadas ha doblado a tantas estrellas de su momento: Tom Hanks, Tom Cruise, Nicolas Cage, Kenneth Branagh, Robin Williams, Colin Firth, Dennis Quaid, Sean Penn… por citar unos pocos de sus fijos, que aún hay más. De modo que, claro, tendrá más influencia que otros, aunque incluso él mismo, según señalabas tú, tampoco es capaz de conseguir un respeto básico en el trabajo del actor de doblaje.

  18. David Sierra dijo:

    la calidad de el doblaje en los ultimos años, a decaido mucho muchos actores de muy poca calidad interpretativa muchas voces nuevas, que no dan la talla en ningun sentido pero que vienen recomendados por escuelas, muchos favoritismos por ser amigo de novia de o hermano de y asi va todo como va, resumiendo los culpables de que el doblaje vaya como vaya es por culpa de los directores, y los dueños de los estudios y eso esta muy claro. yo no estoy en contra de que entre gente nueva, pero es que muchos lo hacen de pena y se les oye en un monton de series.

    • Las escuelas de doblaje… Curioso concepto. No sé si tienen mucha o poca parte en la decadencia del doblaje actual, pero confieso que me parecen encantadores de serpientes. Si doblar es aprender a sincronizar, ciertamente pueden enseñarlo. Pero mientras doblar también exija interpretar… La escuela de los grandes fue la radio, el teatro, el cine. Cuando empiezan a aparecer esas escuelas, creo que a finales de los 80, no sé si es casualidad, empieza el hundimiento…

  19. jose emilio gorro perez dijo:

    Jose Miguel, parece que hayas adivinado mis pensamientos. Más que un pequeño comentario que debia hacerlo para resaltar la buena literatura y conocimientos que has desarrollado en tu blog, !que interesante seria lolgrar realizar una tertulia radiofónica hablando de doblaje.
    No puedes estar más acertado en tu comentario sobre las Escuelas de Doblaje.
    Totalmente de acuerdo.
    En la Radio entraron , en su mayor parte los actores/actrices que poseian buena voz. Allí perfecionaron el arte interpretativo.
    En teatro, fué distinto. Sobresalia la figura y las dotes intepretativas, tuvieras o no una voz importante.
    Pero en el DOBLAJE, para poner voz a las estrellas, se escogieron las mejores y selectas voces.
    que además poseian artes de interpretación/imitación además de sincronia.
    ¿se dedican las escuelas de doblaje a descubrir voces o simplemente a explotar sus anhelos de un dia no lejano entrar en el doblaje?
    O así me lo parece.

    • Pones el dedo en la llaga. Desde lejos ya me parecía que las escuelas de doblaje, ante todo, responden a la progresiva ilusión de muchos jóvenes por esta profesión que, las cosas como son, desde fuera es muy atractiva. Pero ilusiones que lo normal es que aquellas no puedan colmar: se matricularán muchos más alumnos de lo que la profesión pueda admitir, surgirán las dudas sobre favoritismos cuando profesores o directores de escuelas al mismo tiempo sean directores de doblaje, etcétera…
      A raíz del anterior comentario que hice, estoy recibiendo mensajes de alumnos dolidos con las escuelas, que no voy a publicar porque no quiero convertir un post sobre el doblaje en general en un foro donde verter quejas sobre la profesión. Pero la verdad es que esas quejas (por lo menos desde fuera) me resultan de lo más razonables.

  20. Max dijo:

    Muy interesante artículo. Desde principios de mi adolescencia me he familiarizado con las peliculas en versión original (y no solo peliculas, series y videojuegos también) creo que en gran parte me han ayudado a que hoy sea capaz de mantener una conversación en inglés, sin haber pisado una academia. Sin embargo el doblaje no me desagrada. Probablemente sea porque tengo 20 años, pero me gusta el doblaje actual, me parece que tiene muy buena calidad, todo depende de la clase de historias que nos cuenten. Lo unico que me parece triste es que, al contrario que en USA, los actores de doblaje sean unos desconocidos, incluso tiniendo esa magnifica web que usted mencionó. Los actores de doblaje americanos son como estrellas, siguen siendo desconocidos para muchos, pero aun asi tienen miles de seguidores con los que se comunican constantemente, para expresar su agradecimiento e informar sobre donde darán conferencias…etc. Yo mismo soy fan de unos cuantos (Laura Bailey, Troy Baker, por mencionar algunos)

  21. Max dijo:

    Sin embargo me encantaria poder transmitir mi admiración a todos aquellos actores de doblaje españoles que han logrado quedarse grabados en mi mente, pero es imposible. Mi impresión es que han perdido el amor por su trabajo y lo ven como, pues eso, un trabajo. Ojala este completamente. En fin, todo este «manuscrito» para expresar que me ha gustado mucho su artículo. Gracias por tomarse la molestia de leer mi «manuscrito». Saludos y respetos.

  22. Muchas gracias por tu comentario, Max. Respecto a tus palabras, yo creo que los actores de doblaje más jóvenes, sean mejores o peores, sin duda afrontan su trabajo con toda la ilusión del mundo. Es algo que se deduce de las palabras de cuantos aspirantes a actor de doblaje, incluso de jóvenes profesionales, que participan en el foro de la web del doblaje, y lo creo plenamente. En cambio, son los actores más veteranos a los que supongo bastante desmotivados: no es lo mismo doblar en las condiciones actuales que en las de hace 15-20 años, y lo noto en las ocasiones en que vuelvo a asomarme a los trabajos de gente que a mí me parece buena.

  23. Iñaki Torre dijo:

    Buenas noches, José Miguel,
    Accedo a tu blog a través de nuestro común amigo Jorge Montalvo, y lo primero que quiero hacer es felicitarte por la calidad de tus entradas, tanto a nivel de contenido como de redacción. ¡Qué maravilla! ¡Y qué saber enciclopédico! Pero vamos al tema que nos ocupa…
    Después de leerte, me he llevado una alegría al encontrar, como ya me pasó con Jorge allá por 2006 mediante el foro de la web de doblaje, un «alma gemela» en el amor por este arte. No es un tema muy frecuente (por no decir nulo) en las charlas con mi entorno cercano y por eso lo valoro tanto, sobre todo cuando aparece tan documentado. De tu entrada rescato y suscribo todo lo que dices acerca de la memoria sonora, de las voces del doblaje clásico (pongamos hasta finales de los 90), de su impecable factura artística. Desde hace ya unos cuantos años (tengo 39) vengo practicando, a solas y casi a hurtadillas, eso que llamo «escuchar películas»: aprenderme diálogos de memoria sólo por el placer de recrearme en los timbres, las inflexiones, la cadencia de unas voces que forman parte indisociable de las películas en las que las escuché por primera vez. De unas voces y de unas traducciones que, acertadas o no (las más de las veces sí, por lo menos en las películas que ahora mismo tengo en mente), fijaron la palabra, el modismo, y la forma de decir. El DVD, como muy bien has señalado, nos permite adentrarnos en la versión original, territorio inexplorado hasta hace relativamente poco. Pero, como suele ocurrir con ese rincón de la casa que más nos gusta, o la cafetería a la que solemos acudir, somos animales de costumbres y cuando vuelvo a ver esas películas, una vez descubierta la versión original, corro a refugiarme en las voces de toda la vida, en los diálogos tal y como me llegaron por primera vez (y que más adelante aprendí al pie de la letra). Es un territorio confortable, mullido. Y no queda sino dejarse mecer…
    En fin, no canso más, Un abrazo.

    • ¡Hola, Iñaki, y muchas gracias por tus palabras!

      Me encanta que sea precisamente Montalvo nuestro vínculo común, y que veas con buenos ojos mi blog. Trabajo y horas detrás hay, desde luego, pero en cuanto al saber enciclopédico es más bien curiosidad, ganas de informarte después de leer el libro o ver la peli… y las cuantiosas fuentes de información que hoy están a nuestra disposición. El mérito y el saber enciclopédico lo tiene nuestro amigo Montalvo, verdadera base de datos sonora de un mundo que desaparece por la desidia cultural tan tristemente habitual en nuestro país.

      Mi amor por el doblaje es antiguo y hoy lo tengo algo oxidado. Es decir, sigo siendo fiel a los viejos amores, pero no me entra ninguno nuevo. Adoro asomarme a esas versiones que casi me conozco de memoria (porque, como bien dices, no es ya la voz o la interpretación sino la calidad del diálogo y la traducción), pero casi todo lo que «oigo» ahora es en versión original.

      Eso sí, donde esté un doblaje de «Scaramouche» o de «Vértigo»…

      Un abrazo, y que te sigas pasando por aquí.

      • Iñaki Torre dijo:

        Hola, José Miguel,

        Ahora me toca a mí darte las gracias por tu amable recibimiento. Salta a la vista el trabajo y esmero que pones en tu blog; me pasaré, descuida, e iré dedicando a tus entradas la atención que merecen, que es mucha. Compartimos, además, aficiones comunes: básicamente, el cine y la literatura ;).
        Tampoco a mí me ha entrado ningún amor nuevo en esto del doblaje y, fiel por naturaleza, prefiero mimar flechazos antiguos (o no tanto) como la soberbia versión castellana de «Cyrano de Bergerac», que en absoluto desmerece al original francés. Camilo García, en su triple función de adaptador, director y actor de doblaje, rubricó el que para mí es uno de los mejores trabajos que se han hecho en doblaje en nuestro país.
        Y sí, Montalvo es una enciclopedia viviente en este sutil y desconocido (pero no por ello menos amado) arte. ¡Tres hurras por él! 😀

        Un abrazo.

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