En Café Montaigne: La vida privada de Sherlock Holmes

Holmes y Watson ante el Club Diógenes

En Cáfé Montaigne: La vida privada de Sherlock Holmes

He pasado varias semanas viviendo en el 221B de Baker Street, como tercer inquilino de las habitaciones de Sherlock Holmes, haciendo menos ruido todavía que su compañero el doctor Watson (lo que ya es ser discreto). Me bastaba con asistir a esas conversaciones habitualmente centradas en las agudezas deductivas del gran detective, con recorrer con la mirada un espacio tan presente en mi memoria, contemplando esas carpetas en las que el polvo acumulado le sirve a Holmes para conocer la antigüedad del documento archivo, la V. R. trazada a balazos en la pared durante una de esas incontables tardes de spleen, o la colección de pipas colgada en la pared (como se sabe, los casos más difíciles son para él problemas de tres pipas). No ha sido una vida enclaustrada porque, como sabemos, el detective es reclamado desde múltiples lugares de esa campiña británica que él sabe bien que encierra más crímenes que el callejón más oscuro del Soho. Uno de esos casos lo lleva nada menos que a Escocia, al emblemático Lago Ness, en cuyas profundas aguas dicen que habita cierto monstruo. De acuerdo, esa historia no está registrada en el Canon de Conan (de sir Arthur Conan Doyle), pero todos sabemos que hubo más de un asunto que el doctor Watson tuvo que encerrar en su caja de seguridad del banco Cox y Compañía porque hubiera constituido un escándalo desvelarlo en su momento. Ah, y a qué caso me refiero: Sherlock Holmes derrotado por amor en un episodio de espionaje entre el Imperio Alemán y el gobierno de Su Graciosa Majestad, la reina Victoria, que también aparece en escena (no en vano era inveterada lectora de las crónicas del doctor Watson). Y de propina, la revelación del secreto escondido tras la brumosa estampa del monstruo del lago Ness.

He escrito más de una vez sobre esta historia, que narra Billy Wilder en la que no solo es la mejor incursión cinematográfica de Sherlock Holmes, sino una película bellísima, de una melancolía muy particular, a la vez que tan divertida como era de esperar en su autor. Se trata de La vida privada de Sherlock Holmes, y la que espero que sea mi crónica definitiva del film puede encontrarse en los recoletos salones del Café Montaigne.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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2 respuestas a En Café Montaigne: La vida privada de Sherlock Holmes

  1. Javier Quevedo Arcos dijo:

    Estupendo artículo, enhorabuena. Yo también pienso que «La vida privada de Sherlock Holmes» es una obra maestra maltratada. Tal vez por su tonalidad melancólica, delicada, o por demasiado sutil, quién sabe.

    • Durante años fue la película maldita de Billy Wilder, seguramente porque descolocó a sus fieles (a sus fieles más tópicos, claro) que pasara de sus comedias ácidas a un personaje «popular». Y casi lo mismo les pasó a los fans de Holmes, suspicaces ante la posibilidad de que alguien tan corrosivo pudiera reírse de su personaje predilecto. Y Wilder «defraudó» a ambos: es ácido con Holmes, claro, pero sin tomarlo a chacota (nada más lejos de la desmitificación) y sin renunciar a utilizar los elementos que uno espera en una historia del personaje consigue hacer algo tan diferente, y tan bien, que es justo eso: la obra maestra de la filmografía holmesiana y una obra maestra del cine en general.

      ¡Muchas gracias por tus palabras!

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