El Cuarto Mundo, de Jack Kirby

Orion en la portada del numero 1 de The New GodsUn buen día de principios de los años 70, el Rey, o sea, Jack Kirby, abandonó Marvel, la editorial a la que había brindado sus mejores creaciones, del Capitán América a Thor, de La Patrulla-X a Los Vengadores. Llevaba tiempo sintiéndose postergado, tanto en reconocimiento artístico (en beneficio de Stan Lee, con quien pusiera los cimientos del Universo Marvel, pero que era mucho mejor publicista de sí mismo) como en compensación económica y libertad creativa. Casi podía pensar que su mayor ganancia había sido ese apodo de Rey que el siempre burbujeante Lee le había puesto años atrás (en inglés, debido a la aliteración tan del gusto de su inventor, tiene cierto aroma superheroico: King Kirby al modo de Peter Parker o Matt Murdock). La falta de motivación había provocado cierto estancamiento en su arte, pero la creatividad seguía bullendo incontenible en su interior, como ese volcán dormido que algún día debe despertar. Y así, en 1970, el mundo editorial de los superhéroes se agitó con la brusca noticia de que había sucedido lo impensable: Kirby abandonaba Marvel y se marchaba a la Distinguida Competencia, esto es, a DC, con un contrato ventajoso que le otorgaba la libertad que pedía para hacerse con la completa responsabilidad de sus propias obras (edición, guion y dibujo). El resultado fue a la vez frustrante y fabuloso. Frustrante, porque las expectativas con que comenzó esta etapa acabaron diluyéndose de modo desconcertante y por diversas razones. Fabuloso, porque el ímpetu que el Rey reservaba en su interior creó un increíble conjunto de personajes, escenarios y argumentos que dejó inicialmente sin aliento y que hoy posee un aliento mítico incuestionable. Se trata, por supuesto, de El Cuarto Mundo.

En los años anteriores, Kirby había ido concibiendo toda una serie de ideas y personajes que se fue guardando para sí en vez de entregarlos a la editorial con la generosidad de los primeros años. Esas ideas, sin embargo, no partían de la nada, sino que eran el desarrollo lógico de buena parte de los elementos que había concebido para las dos principales colecciones que dibujó para Marvel: Fantastic Four (Los 4 Fantásticos) y The Mighty Thor (El poderoso Thor). Las dos grandes inquietudes de Kirby, la ciencia-ficción y la mitología, impregnaban sus mejores obras, desde los Relatos de Asgard en los que recreó, a su modo, la fabulosa mitología nórdica, a esos personajes y entornos que creó en cascada para la primera de las dos series antedichas: Los Inhumanos, Galactus el Devorador de Mundos y su heraldo Estela Plateada o el país escondido de Wakanda, reino de Pantera Negra, prodigiosa amalgama de tradición y tecnología ultramoderna.

Nueva Genesis y Apokolips, mundos gemelos y opuestosEn líneas generales, la saga del Cuarto Mundo gira en torno al enfrentamiento entre dos mundos gemelos, el paradisiaco Nueva Génesis y el horrible Apokolips, que comparten un mismo origen: su nacimiento procede de la destrucción del mundo de los Antiguos Dioses, provocada por ellos mismos tras una conflagración civil de dimensiones cósmicas (por lo tanto, es una variante del Ragnarök de los mitos nórdicos). El primer mundo es bello y pacífico, y está regido por el sabio Alto Padre (las pésimas ediciones españolas no traducen el término, como si fuera un nombre propio, y lo dejan en Highfather, arrebatándole el matiz de reverencia que posee). El segundo, como ya deja entrever su denominación, es oscuro y tenebroso, atravesado por enormes pozos de energía pues todo el planeta es un monumento a la guerra y la sed de dominio de su líder, Darkseid.

Los herederos de los viejos dioses, los Nuevos Dioses, son entidades de enorme longevidad y amplios poderes, diferente en cada uno de ellos: en este caso Kirby se inspiró en uno de sus más queridos conceptos marvelitas, el de los Inhumanos, esa raza de seres poderosos que viven al margen de la humanidad, en un Gran Refugio perdido primero en el Himalaya y luego en la Luna, nacidos durante sus mejores años en Fantastic Four, en cuya concepción es evidente que Stan Lee tuvo bien poco que ver. Los habitantes de Nueva Génesis, por supuesto, son seres luminosos, valiendo como símbolo de todos ellos el siempre radiante Lightray. Ahora bien, el personaje más emblemático es Orión, un dios de semblante hosco, guerrero nato en un mundo poco amante de la guerra, algo que no es de extrañar pues acabaremos sabiendo que, en realidad, es hijo del mismo Darkseid, intercambiado de niño —luego veremos qué infante de Nueva Génesis fue sacrificado para ir a Apokolips— a modo de ofrenda de paz entre los líderes de ambos mundos. Es más, si bien el aspecto físico de Orión parece tan apolíneo como el de sus camaradas, Kirby acabaría revelando que, en los momentos de rabia explosiva en que se deja arrastrar por el puro deseo de lucha, sus rasgos se deforman y adquieren una fealdad que delata su origen, lo que supone una de estas ideas tan sencillas como potentes de su creador.

Inmortal Darkseid, de Jack KirbyAhora bien, no cabe duda de que el personaje más atractivo de todos, para variar, es el villano Darkseid, el más perdurable de todos los creados por Kirby más allá de su permanencia en la editorial, el más influyente (el ahora archifamoso Thanos no existiría sin él, por ejemplo: es clara la similitud física entre ambos, por no hablar de esa aureola siniestra que parece más allá de la mera maldad). Darkseid es un neodiós de apariencia pétrea que ha sometido Apokolips a una ominosa dictadura militar basada en el miedo y el sufrimiento, de tal modo que no extraña que la práctica totalidad de sus habitantes sean seres de aviesa fealdad, cuando no directamente deformes y monstruosos. Como en el caso de Apokolips, su autor juega con un nombre más o menos inventado, pero que por homofonía puede entenderse como Dark Side o Lado Oscuro: es dudoso que George Lucas no lo tuviera en cuenta para su saga Star Wars, y que Darth Vader no sea sino otro avatar del villano kirbyano (incluida la revelación de que el héroe acabe siendo su hijo).

El deseo nada oculto de Darkseid, por supuesto, es sojuzgar Nueva Génesis e instaurar su dictadura de horror sobre sus habitantes. Ahora bien, el conflicto se va a desarrollar en nuestro propio planeta, la Tierra. El motivo, que nunca llegaría a ser bien explicado —es uno de los sellos de identidad del Kirby guionista, por desgracia— es que en la cabeza de uno de los terrestres, y sin que este lo sepa, se halla depositada la Ecuación de la Antivida, que concede el dominio de toda voluntad a quien la posee. En busca de dicha ecuación, Darkseid envía a multitud de engendros de Apokolips con el mero objeto de crear el caos (aunque no esté claro de qué va a servir para su obsesiva búsqueda) o bien actúa a través de organizaciones delictivas interpuestas, éstas plenamente humanas: por ejemplo, una banda llamada Intergang que parece surgida de una película de gangsters de los treinta. Esto último no es un anacronismo aislado: el mundo que muestra Kirby en esta y en casi cualquiera de sus colecciones de los años 70 parece anclado en la época de su infancia y adolescencia, esto es, los años de la Prohibición y la Gran Depresión, tanto por la estética (la forma de vestir de los varones, por ejemplo, con sus sempiternos sombreros) como por el comportamiento (las relaciones entre hombres y mujeres están marcadas por un decoro y una pudibundez propias del cine de Hollywood de la década venerada). Stan Lee, en cambio, supo conectar mejor con la modernidad, y tal vez esta sea una de las razones de la mucho mejor acogida de este entre los jóvenes.

Un Jack Kirby anciano ante una de sus paginasKirby era un autor de enorme rapidez, algo paradójico teniendo en cuenta que sus viñetas siempre han destacado por el detallismo. De hecho, su contrato garantizaba que entregaría 15 páginas semanales, cifra que a la mayor parte de sus colegas le resultaba realmente difícil. Esto implica, más que en ningún otro artista, la necesidad de entintadores. La editorial escogió, de entrada, pese a las reticencias del dibujante, a Vince Colletta, uno de sus principales colaboradores en Marvel, y no sin razón, porque había sido el encargado de pasar a tinta sus lápices en The Mighty Thor, la serie que era el evidente modelo inicial del Cuarto Mundo. Hoy día, este hombre ostenta una de las peores reputaciones entre los aficionados (sobre todo entre los kirbyanos), y no es de extrañar: de modo inaudito, Colletta tenía por costumbre borrar (literalmente) partes del detallado dibujo del Rey, para así poder acabar las páginas con mayor rapidez (ya que las tarifas eran por página). Su mala fama, en el terreno de la ética profesional, está más que justificada.

Ahora bien, con lo que ya no coincido es con su consideración de mediocre. Lo confieso: siempre he tenido debilidad por la colaboración Kirby-Colletta (me parece a la altura del tándem que el primero hizo con Joe Sinnott para Fantastic Four). Tanto Colletta como Sinnott, aun de distinta manera, merecen el otro nombre que se ha solido dar a los entintadores, el de «embellecedores». Ambos hombres pulían el estilo de Kirby, mucho más bronco, también más energético y grandioso, encauzándolo en cierto modo dentro de unos cánones de armonía artística que al Rey siempre le trajeron sin cuidado. En concreto, Colletta aplicaba unos finos pinceles que estilizaban considerablemente los rasgos y que brillaba, en especial, en determinado tipo de texturas, sobre todo las pétreas o las pieles coriáceas de esos monstruos tan del gusto de Kirby, que adquirían así un misterioso halo poético, a la vez realista y onírico.

Primer episodio de The Forever PeopleA los pocos meses, sin embargo, el dibujante consiguió imponer a un entintador de su elección, el joven Mike Royer, que se encargó, casi en exclusiva, del resto de su etapa en El Cuarto Mundo. La comparación de las páginas en lápiz con el resultado final indica que, en efecto, Royer respetó al máximo los trazos del maestro, pero por desgracia también puso de manifiesto los defectos de un dibujo más apresurado de la cuenta (parece ser que Kirby comenzaba a padecer los problemas visuales que, en poco más de una década, lo retirarían prácticamente de la profesión). Teniendo en cuenta, además, que la inventiva del Rey fue decreciendo a medida que avanzaba la etapa, quizá por el desaliento ante la falta de receptividad por parte de público y editorial, el resultado hace que los números de Colletta resulten mucho mejores y más atractivos que los de Royer.

A todo esto, ¿a qué se refiere el nombre con el que es conocida toda la saga, El Cuarto Mundo? Las teorías son muy variadas, pero lo único seguro es que Jack Kirby nada tuvo que ver con él: fue una decisión editorial. Lo cierto es que, en las portadas de los números 4 de The Forever People y The New Gods se incluyó este genérico sobre el título: El Cuarto Mundo de Jack Kirby, y así fue como empezó a ser conocido esta saga del autor. Hoy día no la imaginamos bajo otra denominación.

¿Por qué fracasó, pese a las enormes expectativas iniciales, El Cuarto Mundo? Evidentemente (y por mucho que los aficionados hayan levantado toda clase de teorías incomprobables), lo lógico es que la razón estribe en que las ventas no fueron las que la editorial esperaba. Es posible que tanto DC como Kirby equivocaran lo que se esperaba de ellos. La comparación de las obras del Rey con las más importantes de su época deja bien claro que este marchaba por libre: un inevitable aire old fashioned (cuando lo old fashioned todavía no era un atributo positivo) impregna sus historias en todos los aspectos, como ya señalaba líneas arriba. Es curioso, por ejemplo, que sus diálogos (pomposos y grandilocuentes) se inspiraran en el hombre al que entonces más detestaba, Stan Lee, cuya sombra era más alargada de lo que él hubiese querido admitir.

Pagina-collage muy tipica de Jack KirbyDe hecho, los intérpretes de este fracaso señalan que al Rey le hacía falta un guionista que estructurara el torrente de conceptos que brotaba de su imaginación, y que por la falta de dosificación y de claridad expositiva amenazaban con ahogar al lector (como bien señala José Joaquín Rodríguez, autor del libro King Kirby. Jack Kirby y el mundo del cómic, no es lo mismo leer de un tirón toda la saga en las modernas recopilaciones que hacerlo de número en número, teniendo además en cuenta la periodicidad bimestral de la mayor parte de las colecciones). Siendo su propio editor y sin control alguno, Kirby empleó su método favorito: dibujar y dibujar sin un plan previo más allá del número en curso, improvisando continuamente, cambiando el rumbo de la aventura a medida que un nuevo sendero se abría paso en la jungla de su enorme inventiva (así lo cuenta Mark Evanier, uno de sus colaboradores de aquella época y ferviente admirador del autor: no hay motivos para creer que esté cebando una crítica malintencionada). Esa era la magia de Kirby: un profesional que conseguía transmitir la sensación de estar disfrutando continuamente de lo que hacía, convirtiendo el cómic en un juego entre creador y lector. Ahora bien, por lo mismo, cuando el artista se atascaba o era víctima del desaliento, enseguida el dibujo se volvía más tosco y la narración más entrecortada. Los primeros números de la saga, aun asumiendo su embarullamiento conceptual, son apasionantes: los últimos casi parecen una parodia de lo anterior. Le ocurrió en DC y le ocurriría poco después en Marvel, tras su regreso.

Los grandes sacrificados de todo esto fueron la coherencia y la progresión. La intriga no avanzó nada desde su planteamiento inicial: en cada número una nueva amenaza procedente de Apokolips es adecuadamente enfrentada por los paladines de Nueva Génesis, y vuelta a empezar. Los designios del archivillano Darkseid empezaron a resultar muy nebulosos. En cierto número, la Ecuación de la Antivida aparece, por fin, encerrada en la mente de un megalómano que no lo comprende… y muere antes de que pueda ser extraída de él, con lo cual una vez más hay que reemprender la búsqueda. Otro concepto ambiguo es el de la Madre Caja, un objeto minúsculo que portan Orión y otros neodioses, que parece ser, a la vez, una omnisciente fuente de información, una máquina teleportadora y hasta una todopoderosa fuente de energía que actúa casi con designios propios.

Metron y su silla MobiusEn particular, siempre he lamentado el desaprovechamiento que sufrió uno de los personajes más fascinantes de la saga, Metrón, un habitante de Nueva Génesis marcado por su completa sed de conocimiento, lo cual lo convierte en un ser al margen de los otros nuevos dioses, con los que a veces se aviene a cruzar camino pero con los que, en el fondo, poco en común posee más allá de la mera apariencia («Por un retazo de conocimiento, venderías a toda la Humanidad como esclavos», le reprocha agriamente Orión en su primera aparición, al tiempo que lo moteja de «máscara helada».) Para facilitar esa búsqueda, Metrón viaja en su Silla Mobius, «que cabalga los vientos dimensionales del espacio-tiempo».

La etapa de Kirby en DC se inició en noviembre de 1970 (recuérdese que, en el mundo editorial de los superhéroes, esta fecha indica, por convención comercial, que la publicación se corresponde con tres meses atrás). Es fama que cuando el editor editorial, Carmine Infantino, le preguntó al Rey qué colección quería dibujar, este, con ingenuo envanecimiento, contestó que la que menos se estuviera vendiendo. En cualquier caso, la serie elegida no podía parecer más pintoresca: Superman’s Pal, Jimmy Olsen, es decir, Jimmy Olsen, el colega de Superman. Su protagonista era el (eternamente) joven fotógrafo del Daily Globe, el periódico de Metrópolis donde trabaja Clark Kent, excusa evidente para prorrogar las aventuras del Superhombre en una más de las múltiples colecciones a él consagradas (en Marvel, poco después pasaría algo parecido con su personaje más popular, Spiderman, que sufriría sobreexplotación laboral).

En concreto, se trataba del nº 133, y Kirby no tardó en comprobar que la libertad «total» que se le había prometido parecía excluir determinados detalles. Así, tuvo que sufrir que otros dibujantes de la casa, supuestamente más clásicos, redibujaran todos y cada uno de los rostros de los dos protagonistas, Jimmy Olsen y Superman, con la excusa de que así se evitaba una ruptura gráfica a los seguidores de los personajes.

Primer episodio de Mister MilagroEn marzo de 1971 saldrían a la venta, casi simultáneamente, las otras tres colecciones, realmente aquellas en que se desarrolla la saga del Cuarto Mundo. Se trata de The New Gods (Los Nuevos Dioses), The Forever People (nombre traducido, en las dos ediciones españolas publicadas en los últimos años, de modo bastante pobre, como Los Jóvenes Dioses o Los Jóvenes Eternos) y Mister Miracle (Mister Milagro). Kirby había pensado trazar los primeros pasos de todas ellas y luego cederlas a otros colaboradores (curiosamente, un concepto muy propio de Marvel, o sea, de Stan Lee), pero acabó responsabilizándose de ellas hasta su cancelación: las dos primeras en su número 11 (noviembre de 1972), la tercera, que se vendió algo mejor, en su número 18 (marzo de 1974). En cuanto a Jimmy Olsen, se marcharía en el 148 (abril de 1972: como esta cabecera tenía periodicidad mensual, permaneció en ella quince episodios). En todos los casos, nuevas series, ya sin nada que ver con El Cuarto Mundo, mantendrían a Kirby en primera línea de la editorial: Kamandi, The Demon, OMAC…

Las dos primeras son muy similares: los Nuevos Dioses, en la Tierra, combaten las amenazas que envía Darkseid, con la salvedad de que los protagonistas de la primera son los primeros espadas (Orión y Lightray) y los de la segunda una especie de comando juvenil. Mister Milagro es más original, puesto que su protagonista aparece públicamente como un escapista al estilo del mítico Houdini (aunque jamás le veremos actuar ante público alguno), solo que en realidad sus capacidades se deben a la tecnología de Apokolips, no en vano bajo ese nombre se esconde Scott Free, aquel hijo de Highfather que fuera entregado a Darkseid y que, haciendo honor a su apellido, y tras una infancia horrible en tan infernal mundo, consiguió escapar hacia la Tierra. En la primera decena de números, magníficos, esta serie reveló un mayor sentido del equilibrio, en comparación con las otras, pero al ser también la que más números se mantuvo acabó mostrando del modo más cruel la pérdida del norte por parte de Kirby: los últimos episodios, gráfica y argumentalmente, ya son pésimos.

Voy a confesar que mi serie favorita de las cuatro es la más denostada, la teóricamente más secundaria, Jimmy Olsen. Tal vez precisamente por esa tangencialidad con respecto a la saga, Kirby se dedicó sencillamente a encadenar un conjunto de aventuras marcadas por el ritmo frenético y el delirio más encantador. Además, y pese a que el siempre seriote Superman sea, en rigor, su personaje central, los verdaderos protagonistas son un grupo de niños aventureros que adoptan el nombre de la Legión de Repartidores (homenaje del Rey a una creación propia de los años 40), a través de los cuales el mismo lector cree participar como uno más en las peripecias. En el aspecto gráfico, la serie es magnífica —se nota que Kirby todavía estaba fresco—, abundando en vehículos imposibles, monstruos horrísonos y todo un derroche de esos collages que ya había incluido cada vez que podía en Thor o Fantastic Four, combinando fotografías y dibujos recortados para recrear extrañas dimensiones o mundos imposibles. La serie posee varios de los momentos más inolvidables de Kirby: el ataque a la base nuclear subterránea del monstruo de cuatro brazos (magnífico aquí el trabajo de Colletta sobre el lápiz original) o el descubrimiento de un planeta en miniatura (¡se encuentra en un sótano!) cuyos habitantes han sido creados bajo el modelo de los viejos monstruos de la Universal, de tal modo que no es raro que el mundo esté coronado por un par de cuernos.

El genial miniplaneta con cuernos que encuentra Superman

En los años 80, DC volvió a llamar a Kirby, ofreciéndole concluir la serie. La editorial reeditó, en cinco entregas, los episodios de The New Gods, y el Rey realizó un número 6, titulado «¡Hasta los dioses han de morir!» (noviembre de 1984), centrado en la incursión de Orión en Apokolips, en busca de su madre. En el aspecto gráfico, el maestro mejora los últimos episodios de la saga de los años 70 (aun estando lejos de sus grandes trabajos, pero es que sus problemas físicos ya eran grandes) e incluso juega con un diseño de página moderno, desarrollando una muy dinámica planificación al servicio de un derroche de acción sin tregua, de tal modo que el tebeo se devora con auténtico deleite.

El regreso gustó a los aficionados, y se ofreció a Kirby prolongarlo en forma de una novela gráfica que concluyera la historia: Los perros hambrientos (marzo de 1985). En esta ocasión, los problemas fueron considerables (descontento con el guion final por parte de la editorial, continua realización de cambios en el formato) y se notan en el resultado final, demasiado desequilibrado. En cualquier caso, y a modo de conclusión (dentro de lo poco concluyentes que son los finales en el mainstream del tebeo de superhéroes), Kirby decidió destruir Nueva Génesis —previamente devastado por una plaga desencadenada por Darkseid—, haciendo que los benévolos neodioses dirigidos por Highfather partan, en su ciudad volante, en busca de un nuevo planeta, mientras que su mundo gemelo, Apokolips, sufre también una considerable destrucción. Sobre el papel, un planteamiento apasionante, por desgracia desarrollado de modo demasiado simple.

¿Cómo expresar que, pese a todos los reparos que he podido ponerle, adoro El Cuarto Mundo? ¿Cómo convencer de que, precisamente aquello que impidió la continuidad de la saga, es lo que le dota de su gran atractivo: su consideración de narrativa visual en estado puro, sin coartadas ni sujeciones, hasta el punto de rozar prácticamente la consideración de fantasía abstracta? Y por encima de todo, la sensación de hallarnos ante un autor único, incontaminado, ajeno a modas y cortapisas y, pese a sí mismo, inconmoviblemente grande.

Utilizaré solo un ejemplo, protagonizado además por el sugestivo Metrón. En determinado momento, Kirby nos lo muestra en su silla Mobius, en compañía de un joven discípulo, sobrevolando un planeta primitivo cuyos habitantes parecen vivir en perpetua lucha. Allí, contemplando a esos humanoides que parecen hombres prehistóricos con mandíbula monstruosa, Kirby pone en labios de Metrón una de sus frases más memorables: «Este planeta es joven y hostil, Esak. Es su momento de luchar por la comida y el refugio. Un día, cuando sus estómagos estén llenos, ¡mirarán hacia arriba y nos verán! ¡Entonces pensarán y soñarán!». Casi no encuentro otro ejemplo mejor para mostrar esa inesperada grandeza, nacida de la espontaneidad, ausente de cualquier pretenciosa trascendencia, que tenía aquel niño grande que era Kirby con un lápiz en la mano y la completa libertad de traducir como quisiera el menor de sus pensamientos.

Página doble de apertura en Los perros hambrientos de Jack Kirby

Posdata: las ediciones españolas. El Cuarto Mundo puede encontrarse en nuestro país en dos ediciones, una insatisfactoria; la otra, del todo intolerable. La primera la publicó Planeta en forma de pequeños tomos en blanco y negro y con el tamaño reducido: era el formato, antes ensayado por la misma casa con el catálogo Marvel, para poder editar los clásicos del tebeo de superhéroes con una mínima garantía de resultar rentables. Asumida, por tanto, la modestia del empeño, los reproches deben hacerse en cuanto a la traducción. Si este apartado suele ser la vergüenza del medio (muchas veces uno piensa que se confía a aficionados con «cierto» conocimiento del inglés y escaso del castellano), peor aún es la decisión de dejar unos nombres en inglés (Highfather, Lightray o Supertown) y otros pasarlos al español (Mister Milagro, Gran Oso o Corredor Negro), sin que parezca seguirse regla alguna, como si dependiera del capricho del traductor o del editor. Por otra parte, si el deber de toda traducción es trasladar el original con todo su significado, es una alteración el dejar tal cual las denominaciones de los personajes, sobre todo si tenemos en cuenta que, en el caso de los superhéroes, estas no son arbitrarias (como sí lo son los nombres propios), sino que forman parte del concepto expresivo de los mismos.

La más reciente publicación de la saga es obra de la editorial ECC, que retoma la reedición estadounidense en libros de pasta dura, papel de calidad y color restaurado, más los artículos originales. La traducción es igual de mala que la anterior, y los nombres, una vez más, se dejan en inglés o español según el arbitrio de quién sabe quién (con variaciones incomprensibles: el Hombre Infinito de Planeta ahora se deja en Infinity Man, pero Supertown ahora sí se convierte en Superciudad). Ahora bien, lo peor es la incomodidad visual que supone la chapuza de la rotulación, debido al continuo cambio del tamaño de letras entre los bocadillos, incluso en una misma viñeta. Por supuesto, esto no existe en el original (ni en una edición decente en cualquier idioma), pues una convención de la rotulación es que, cuando aumenta su tamaño, es para expresar gritos, y cuando disminuye, para indicar que se habla en voz baja. El problema de la rotulación es que el responsable ha decidido cubrir todo el espacio del bocadillo, aun cuando las frases traducidas al español resulten demasiado largas o demasiado cortas: a nadie se le ha debido ocurrir que para evitar esto debía haber habido un trabajo de adaptación, del mismo modo que se hace en el doblaje cuando la traducción literal de una frase no coincide con el movimiento de labios del actor original (¿se imaginan que se alterara la velocidad de los diálogos para que cupiera la frase traducida tal cual?). Por cierto, en los tiempos de la rotulación manual, estas cosas no pasaban, otra prueba de que las técnicas modernas no siempre son una panacea.

Esta práctica se ha convertido en un cáncer de las ediciones de clásicos del tebeo de superhéroes (también pasa en Panini con Marvel), y se debe seguramente a la desidia de las editoriales para supervisar sus productos (o la tacañería para gastarse dinero en pagar a estos supervisores… o a mejores profesionales). La víctima de todo esto: el seguidor de Jack Kirby, que tiene que contentarse entre elegir una edición pobre (pero modesta) a una pésima (pero con apariencia de lujo).

 

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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4 respuestas a El Cuarto Mundo, de Jack Kirby

  1. Mikaell_D_Nabedom dijo:

    Hola profe!

    De los cuatro titulos solo he podido leer unos cuantos numeros del grandisimo Oscar el Liberal… mi favorito de este panteon mitologico DC y es que si a Orion puede aplicarse aquello de que » El mal puede ser reformado» a Oscar se le aplicaría aquella maxima de «El Bien no puede ser corrompido».

    Amen de aquella leyenda que sevia como nota introductoria: «Para dioses y hombres existe solo un heroe: Mister Miracle»

    • ¿Oscar el Liberal es Scott Free jajaja? Desde luego, es uno de los personajes más atractivos de la saga, aunque siempre me ha hecho gracia que supuestamente se pasa el tiempo entrenando para sus espectáculos públicos… y nunca lo veremos en uno. Por otro lado, en el entrenamiento siempre destruye el armatoste del que tenía que escapar, con lo cual el presupuesto que debe manejar su espectáculo será grande… y no se ve de dónde rayos saca el dinero.

  2. Mikaell_D_Nabedom dijo:

    Hombre! Que si nos ponemos a conjeturar….
    Pues que hay que leer entre líneas digo yo…. Que nunca los veamos haciendo acto de presencia ante publico con palco pagado no significa que no lo hagan entre viñeta y viñeta o entre numero y numero, digo, tal vez Kirby lo daba por sobreentendido.
    El presupuesto? Puessss…. Vaya, pienso que a la Mother Box podría sacarsele provechin, que parece que era multiusos.
    Ademas de que estamos los que iriamos al show mas por deleitanos la pupila con la despampanante conyuge de Oscar que con el acto en sí ( mira que según esto Kirby estaría fascinado con Lainie Kazan como para recrearla en Barda)… creo recordar que en su etapa Kirbyana el equipo de escapismo tenía como personal de apoyo a las demas Furias, esto es a Lashina, Mad Harriet, Bernardett y Stompa. Ver en el mismo foro a Bardita con Lashina en trajecito de asistente de mago escapista pues debe juntar algo mas de pasta ¿Non? En las inmortales palabras de Mauricio Garces… Mom Mamacittes!!!
    Sin reirse, eh profe!…. Es que acaso parece ridiculo el cambio que le hizo editorial Novaro a Scott Free por el de Oscar el Liberal?
    Pues no te has dado por enterado el que hicieron con el de Mister Miracle… Maxisol El Hombre Milagro!!!
    O sera que el ridiculo soy yo y que no me he dado cuenta….
    Como decía… puestos a conjeturar.

    • A ver, lo de la labor profesional de Mister Milagro es como la condición de mercenarios de El Equipo A, a quienes nunca se les vio cobrar a todos aquellos a los que ayudaban. Y sí, tienes razón: en la parte final de la serie, Kirby comenzó a inundar de personajes secundarios la serie (al principio solo eran tres: Scott Free, Big Barda y el enano Oberon), entre ellos a las chicas que luchaban al lado de Barda y que son la que dices. Por desgracia, a esas alturas es cuando la serie se estropeó: sobre todo cuando metió el insufrible personaje de un adolescente como discípulo de Free que iba de rebelde inadaptado de pacotilla por la vida…

      En cuanto a las traducciones, aquí en España hay algún artículo que mitifica los varios cambios de nombre que propuso la entrañable Novaro: por ejemplo, convertir a Bruce Wayne en Bruno Díaz (acaba de ser publicado un libro sobre esta editorial precisamente con el título de «Cuando Bruce Wayne se llamaba Bruno Díaz. Un viaje por Novaro»:
      http://www.diaboloediciones.com/cuando-bruce-wayne-se-llamaba-bruno-diaz-un-viaje-por-novaro/

      Y ahora fuera de bromas: mi aplauso más fuerte para la traducción del Joker en esas tierras, como el Guasón. Ojalá se hubiera hecho lo mismo por aquí. es un nombre que posee un matiz escalofriante absolutamente genial.

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