En Homonosapiens: Recuerda, un ensueño del inconsciente
Hace ya muchos años (debía de tener yo nueve o diez), subí una tarde a mi casa después de haber estado jugando en la calle. Puse la tele y descubrí que estaban emitiendo una película en blanco y negro (entonces este detalle era algo «normal» y no impulsaba al niño a cambiar el canal con repugnancia) que debía haber empezado un rato atrás. En la escena que sorprendí, dos personajes se estaban dando un beso apasionado, que de pronto se interrumpía cuando la mirada de él resbalaba hacia la bata que vestía ella y, de inmediato, su rostro se llenaba de angustia (la música se encargaba de subrayarlo). El motivo de esa súbita ansiedad había sido algo en principio tan banal como descubrir el dibujo que formaba esa bata: unas líneas negras sobre el fondo blanco, que para él poseían un significado oculto que era incapaz de recordar pero que lo atormentaba de modo terrible. Atraído instantáneamente por esta escena, ya no me retiré hasta el final de la pantalla: el hombre, enseguida, se descubría como un individuo que había estado asumiendo una falsa identidad (la del director de un sanatorio mental) pero que, una vez desmoronado, no recordaba nada de su verdadero pasado, ni siquiera el nombre, dejando además con la duda de si había cometido un crimen para sustituir al médico al que suplantaba. Fue la primera vez que me encontré con uno de los temas que, desde entonces, más me ha fascinado en mi largo recorrido por las ficciones —curiosamente, nunca he tenido el menor interés por leer algún libro clínico sobre este mal—, es decir, la amnesia. La película era, por supuesto, Recuerda (1945), uno de los títulos más populares pero a la vez más menospreciados de Alfred Hitchcock. A lo largo de mi vida la habré visto, sin exagerar, cerca de una decena de veces, siempre con absorbente fascinación. En la revista Homonosapiens acabo de publicar un artículo en el que intento expresar el porqué de semejante sugestión.
La presencia de Dalí en el sueño es antológica. Lo que nadie menciona son los ojos y las tijeras (en vez de navaja) de Buñuel en el primer plano de «Un perro andaluz. El maestro inglés nunca ocultó su admiración – y afinidad – por el de Calanda.
José Miguel, aquí le envío lo ue publiqué en mi blog hace algún tiempo sobre el asunto: https://micolchaderetazos.blogspot.com/2014/04/la-pasion-de-hitchcock-segun-truffaut.html
Hola, Franklin. Me he leído el enlace que me mandabas: siempre es muy grato compartir impresiones sobre un genio, y además me has proporcionado datos que ignoraba, como esa similitud entre la novela «Rebeca» y el libro de una escritoria brasileña. Del mismo modo, confieso no haber caído nunca en el vínculo daliniano entre el inicio de «Un perro andaluz» y la escena del sueño, que añade más capas de sugerencia a esa ilustración, sin duda naive, como bien indicas, del psicoanálisis que a unos les resulta fastidiosa y a otros (como a nosotros mismos), encantadora. Por cierto que el título del estreno en España, que siempre me ha encantado por su tono tajante, me parece más acertado que el de «Cuéntame tu vida»: el laconismo gana. Está claro que la traducción literal de «Spellbound» no ha tenido fortuna fuera del estreno anglosajón.
¡Un saludo muy cordial!