Los nuevos-viejos Hombres-X: Lobeznos varios, Primera generación y Días del futuro pasado

Trilogía inicial           Primera generación

Poster de X-Men días del futuro pasadoLa primera trilogía X-Men había concluido en 2006 con el capítulo subtitulado La decisión final, que denotaba una más bien alarmante ansiedad de los responsables de la franquicia por cerrar, casi de cualquier modo, esta saga inicial. Ya se rumoreaba entonces que no era por falta de proyectos: realizar nuevas películas bajo el marbete de «Orígenes» sobre algunos de los personajes más populares de la serie o incluso lanzar una nueva alineación, que bien podía marchar hacia atrás o hacia delante en el tiempo. De los primeros proyectos solo vio la luz el reservado al más emblemático de los Hombres-X, Lobezno. En cuanto a lo segundo, la Fox tardó tiempo en concretar lo que quería hacer, y de hecho parecer ser que varios de los guiones que el estudio manejó por aquellos años irían reciclándose para futuras producciones. En cualquier caso, al final, la opción elegida fue materializar una nueva alineación de mutantes pero que retrotrae al pasado de los principales personajes de la serie (es decir, Charles Xavier y Magneto) para contar el encuentro entre ambos, la revelación al mundo de la existencia de los mutantes y la formación de sus respectivas formaciones, la Patrulla-X y la Hermandad de Mutantes. Dicho de otro modo, la nueva saga de los X-Men, materializada ya en dos películas (Primera generación y Días del futuro pasado), más otra a punto de estrenarse (Apocalipsis) tira por la calle de en medio, entre el reboot y la precuela (y perdónenme tan horribles palabrejas —la segunda ya admitida por la RAE, es curioso— pero mejor no liarlos), es decir, entre el «nuevo comienzo», la crónica de lo que pasó antes de la saga centrada en los personajes y, por último, la fusión argumental entre ambas generaciones.

Voy a dedicar primero unas líneas a los dos títulos dedicados a Lobezno. El primero, X-Men orígenes: Lobezno (2009) narra las claves del misterioso pasado que tanto había contribuido a dotar de atractivo al personaje, desde su infancia a mediados del siglo XIX al experimento secreto que dota a su esqueleto del revestimiento de adamantium que lo hace prácticamente indestructible. Con estas líneas maestras, la película compone un inconexo puzzle de elementos extraídos de aquí y allá (del cómic y de las otras películas: el villano es el mismo de X-Men 2) que intentan disimular la completa desorientación argumental y dramática, y que no parece tener otra preocupación que introducir nuevos personajes de los cómics (como si estuviera haciendo un cásting de cara a futuras películas) o de cruzar al Garras con algunos de los ya conocidos (¡un Cíclope adolescente!). Ahora bien, lo peor de todo es la inesperada blandenguería con que se reflejan esos «años oscuros» de Lobezno, interpretado además por un Hugh Jackman repeinado que ya nada tiene que aportar al personaje.

Se trata, por tanto, del punto más bajo en la trayectoria fílmica de los mutantes, plagado de incoherencias con respecto a los anteriores títulos y, en especial, a los posteriores, lo cual, claro, demuestra la falta de respeto de la misma Fox por su propio producto, como indicando que mejor que nunca se hubiera realizado (por ejemplo, el monstruoso mutante que comparece en el clímax final es el ahora popular Deadpool). Lo único salvable del film es su memorable secuencia inicial de créditos, que empieza cuando el niño Lobezno huye a todo correr después de matar a su padre y ya no para mientras atraviesa distintos conflictos bélicos (de la guerra civil norteamericana a Vietnam, pasando por las dos contiendas bélicas), siempre luchando y matando, mediante un encadenado digital de imágenes que hace de la elipsis un brillante ejercicio de estilo, subrayando así que su vida solo ha sido un continuo curso de violencia que parece confirmar el instinto animal que su estancia en la escuela de Xavier tanto ayudó a cuestionar.

Poster de Lobezno inmortalLobezno inmortal (2013) es bastante mejor, aunque tropieza con el mismo obstáculo jackmaniano y demuestra lo difícil que es hacer un film de superhéroes densamente psicológico sin acabar incurriendo en la mera acumulación de acción. Y es mejor porque el planteamiento es coherente e interesante: siguiendo en orden cronológico a La decisión final, muestra a un Lobezno destrozado por la pérdida de Jean Grey (a quien él mismo tuvo que matar), vuelto a su antigua vida ermitaña y autodestructiva, y que de pronto ve puesto a prueba su anhelo de descanso existencial, de acceso a la «normalidad», por la posibilidad de perder su poder de regeneración celular. Los guionistas, con inteligencia y astucia, recurren al vasto corpus de los tebeos y lo sitúan en un escenario donde tuvieron lugar algunas de sus más determinantes aventuras de papel: Japón. Puesto a prueba de continuo por riadas y riadas de asesinos yakuza, sicarios ninja y mutantes malvados, con su factor curativo en trance de estar desvaneciéndose, mientras debe proteger a una muchacha en apuros que le ofrece la posibilidad de un amor limpio y sin los dolores del pasado, Lobezno inmortal no consigue desprender ese halo de romanticismo desesperado que pretendía, pero cuando menos lo intenta y ofrece más de un momento espléndido (el duelo en el techo de un tren-bala, por ejemplo, una de las secuencias más recordables de toda la saga mutante).

Dos años antes, el ciclo de los Hombres-X se había reiniciado con X-Men: Primera generación (2011). Como indica el título, lo que narra el film es la formación de un primer equipo de mutantes por parte de Charles Xavier y Eric Lensherr (alias Magneto), cuyas muy diferentes visiones acerca de cómo los suyos deben hacer frente a un mundo que los teme terminará por situarlos en bandos enemigos. La buena acogida del proyecto motivó una rápida secuela, X-Men: Días del futuro pasado (2014), ya con la notable ambición no solo de prolongar la historia del primer título sino de entroncar, nada menos, con la primera trilogía, a través de un cruce temporal cuyo protagonista, encima, es Lobezno. Se unen así, y con gran ingenio, los tres ciclos propuestos hasta ahora por la Fox.

La primera responsabilidad del nuevo proyecto, claro, era acertar con los actores que encarnaran a los rejuvenecidos líderes mutantes. Lo curioso es que se repite el mismo desequilibrio con respecto a sus anteriores intérpretes: un actor solo correcto, el otro estupendo. El joven Charles Xavier fue encomendado al escocés James McAvoy, quien compone un Profesor-X lógicamente mucho más dinámico (y mujeriego) de lo que estábamos acostumbrados, tanto por su juventud como por el hecho de no estar privado todavía del uso de las piernas. En la primera película, McAvoy está muy adecuado, combinando bien esa energía juvenil con el inevitable tono pepitogrillesco de quien está destinado a ser el gran mentor de los mutantes. Sin embargo, en la segunda incurre en excesos histriónicos en la caracterización de un Xavier más amargo y desaliñado, más atormentado, quizá en un inútil intento por competir en su mismo terreno con su compañero de reparto. Y es que el irlandés de padre alemán Michael Fassbender, con esa intensidad animal que es su gran cualidad, coge el testigo del gran Ian McKellen para recrear un Magneto espléndido, al tiempo implacable y vulnerable, consciente de que su condición de superviviente (primero como judío, después como mutante) le impedirá para siempre aceptar la moralidad humana.

Charles Xavier y Magneto, caras opuestas de un mismo espejo

Ambas películas incorporan un tercer personaje importante, femenino esta vez, para componer un particular, aunque no bien definido, triángulo con Xavier y Magneto. Se trata de una joven multiforme, Raven (que no tardará en adoptar como nombre de guerra el de Mística), y que ya había formado parte de la trilogía inicial. Eso sí, en ella solo era la persona de confianza de Magneto, sin que se nos contara nada más ni que tuviera mayor importancia (solo en el segundo capítulo dejaba entrever las posibilidades que permitía su poder: la potencial reflexión sobre la falta de identidad de un ser que puede ser, literalmente, cualquiera).

Pues bien, ahora Raven resulta ser una joven y humilde huérfana que crece junto al adinerado Charles Xavier, en condición de confidente y medio hermana, siempre atormentada porque su poder mutante es también su más vergonzosa maldición (considera repulsivo su verdadero aspecto: la piel azul y estriada, los cabellos rojos, los ojos amarillos con pupilas felinas). Raven se convertirá, de modo no muy trabajado, en el símbolo de la confrontación personal y moral de los dos amigos obligados a devenir enemigos, desgarrada entre su cariño hacia Xavier y la convencida adopción del ideario de Magneto (incluso se sugiere cierta oscilación sentimental de uno al otro). En cualquier caso, hay demasiada indefinición en torno a Raven, que perjudica su credibilidad, tanto como en mi opinión lo hace la endeble interpretación de la ahora estelar (y para mi gusto, muy sobrevalorada, al menos por el momento: tiene mucho margen para la mejora) Jennifer Lawrence, quien no consigue despertar el desgarro sensual que pretende para expresar la desorientación emocional de su personaje.

Las dos películas están unidas por el propósito de sus guionistas de utilizar la ubicación temporal de sus tramas en dos momentos de especial y muy tensa relevancia histórica para los Estados Unidos, en relación con el gran conflicto que protagonizó en la segunda mitad del siglo XX: la guerra fría.

1Sht (Page 1)En X-Men: Primera generación, la acción se ubica en el año 1962, justo en el momento, por tanto, en que nacía en el cómic el Universo Marvel (la colección The X-Men, creada por el dúo de «padres» formado por Stan Lee y Jack Kirby vio la luz, exactamente, en 1963). Pero sobre todo, la ingeniosa premisa de los guionistas es que el hecho que sirve para que el mundo descubra la existencia del Homo Superior es nada menos que la crisis de los misiles cubanos (sucedida en octubre de 1962) entre la URSS de Nikita Kruschev y los EE.UU. de John Fitzgerald Kennedy. La película revela la intrahistoria desconocida de ese famoso conflicto: fueron los mutantes malvados (dirigidos por el villano del film, Sebastian Shaw) quienes, entre bastidores, planearon la crisis —para que los humanos se destruyeran entre ellos, emergiendo de entre las cenizas el nuevo dueño del planeta, el Homo Superior—, y fueron los mutantes buenos (dirigidos por Xavier y Magneto) quienes la resolvieron, dando, de paso, motivo a una inesperada alianza americano-soviética para atacar conjuntamente, y sobre la marcha, a esos seres que estaban revelando, ante sus asombrados ojos, unos poderes que, de pronto, trivializaban la guerra fría. ¡La distensión del conflicto cubano, debida a la aparición de los primeros prejuicios anti-mutantes!

Aunque en líneas generales es una película estimable, X-Men: Primera generación entretiene pero despierta más bien indiferencia, en primer lugar porque a estas alturas resulta ya muy cansino el simbolismo del mutante como emblema de las minorías perseguidas (y eso que es un título mucho menos quejumbroso que todos los anteriores del ciclo). Por otro lado, incorpora demasiados personajes con poderes que no dejan la menor huella, empezando por el villano total que interpreta un Kevin Bacon con tendencia al exceso, y de los que solo se salva la Bestia (excelente Nicholas Hoult), convertido en la mano derecha de Xavier.

Por otra parte, no termina de superar cierta indefinición básica, que proviene de su condición de «precuela/secuela», y que tiene dos ejemplos en las incongruencias con los films anteriores (el personaje de Mística, ya señalado) o el abuso de guiños cómplices hacia sus seguidores (el cameo de Hugh Jackman, por ejemplo, gruñendo al intento de Xavier y Magneto por reclutarlo). Pero sobre todo, el film adolece en grado sumo de la manifiesta contradicción de todas las precuelas que mejoran los ambientes y las tecnologías utilizadas en la saga inicial (al modo de la nefasta «primera» trilogía Star Wars de George Lucas): por mucho que se nos insista en que estamos en el antes, la atmósfera, el desarrollo psicológico de los personajes y el entorno visual dejan bien claro que la existencia de este film se justifica por haber aparecido después.

Lo mejor de la película radica en su primer tercio, mientras se cuentan las andanzas paralelas de Eric y Xavier (cada vez que aparece el primero, eso sí, la historia interesa más, como el magnífico episodio argentino en la taberna donde encuentra a antiguos nazis), y justo en la conclusión, donde por fin aparece la intensidad que se demandaba en la separación final entre los dos amigos condenados a ser enemigos. El símbolo de la ruptura es, precisamente, el desgraciado accidente que deja una bala en la columna vertebral de Xavier: un proyectil disparado contra Magneto que éste desvía impremeditadamente hacia su amigo, al que deja abandonado en una playa caribeña, después de que a duras penas éste haya evitado la masacre conjunta de rusos y estadounidenses, llevándose consigo a su amiga Raven.

La mítica portada de Días del futuro pasadoX-Men: Días del futuro pasado (2014) está planteada con mayores ambiciones, en todos los sentidos, y sus resultados no solo son mejores sino incluso excelentes, hasta el punto de erigirse en el mejor de los siete títulos propuestos hasta ahora por la franquicia mutante. De entrada, su argumento ya posee un interés extraordinario, no en vano está inspirado en una de las mejores aventuras del cómic original, responsabilidad de su mejor equipo artístico, el formado por el guionista Chris Claremont, el dibujante John Byrne y el entintador Terry Austin, en dos números excepcionales (The Uncanny X-Men 141-142, octubre-noviembre de 1980), conocida precisamente como Días del futuro pasado. La aventura, tan sencilla y breve como sugerente y compleja, idea un terrible futuro antiutópico en que los peores temores de los mutantes se han hecho realidad: han sido perseguidos y puestos al borde del exterminio debido a la activación de unos todopoderosos robots, los Centinelas, que de paso han convertido el mañana de la Tierra en una pesadilla peor que cien Auschwitzs. Pues bien, desde ese terrible mañana uno de los miembros de la antigua Patrulla-X consigue encarnarse en su cuerpo del pasado para avisar al grupo y evitar el asesinato de un relevante personaje público, a manos de un mutante, que catalizó la puesta en marcha del programa Centinela.

Si hablaba de una mayor ambición del film lo es en todos los sentidos, empezando por su decisión de conectar, ya sin ningún complejo, con la trilogía inicial: en rigor, este título no es sino un cruce entre ambas por cuanto el guión, de modo muy inteligente, hace que los mutantes que sobreviven a duras penas en el futuro de los centinelas, en 2023, estén encarnados por los actores de aquélla (esto es: Stewart, McKellen, Jackman y Halle Berry más otros mutantes secundarios y más joven, una segunda generación abortada, por tanto, dentro de la cual destaca la excelente Ellen Page encarnando a Kitty Pryde, la mujer-X que tiene ese poder de proyección en el pasado). Si en el tebeo quien viajaba hacia atrás era precisamente Kitty Pryde, en este caso el elegido es Lobezno, en un caso de notable lógica a la vez argumental y comercial: el factor curativo del Garras le permite sobrevivir a la tensión de un viaje tan largo hacia su yo del pasado; y permite el protagonismo del actor sin duda de mayor tirón popular de la franquicia, Hugh Jackman, que se une así a los Xavier y Magneto jóvenes que ya conocemos del film anterior.

La trama central se sitúa ahora en 1973, once años después de los acontecimientos anteriores, pues (nuevo acierto del guión) se aprovecha ahora otro evento histórico: el trauma que para Estados Unidos supuso su reconocimiento de la derrota en Vietnam. Este hecho no solo ubica el argumento en torno a las conversaciones de paz que todas las partes tuvieron en París, sino que se utiliza para proporcionar la atmósfera adecuada en la que sea justificable la aprobación de una iniciativa (la activación de los Centinelas) que, claramente, arrebata derechos a una parte de la población (y por ser «diferente»: la metáfora sobre nazis y judíos resulta ahora mucho más oportuna) y amenaza con crear un estado policial. Esta es la intención del científico que pone en marcha el proyecto, el doctor Bolivar Trask (inquietante creación del diminuto actor Peter Dinklage, ahora célebre por Juego de tronos), quien en un momento de estremecedor cinismo incluso se presenta como un paladín de la paz mundial en un momento especialmente delicado de la misma: la caza contra los mutantes unirá a toda la «especie» en un objeto común ante el que palidecerá cualquier otro conflicto.

Uno de los terribles Centinelas de Días del futuro pasadoEs Trask, precisamente, el hombre cuyo asesinato precisamente precipitará la activación del proyecto, y su asesino, Mística. Porque el peligro no reside solo en la histeria anti-mutante que se desatará a continuación, sino en que la joven fue/será detenida y los científicos extraerán de su ADN la clave de sus poderes multiformes, que serán aplicados a los Centinelas para convertirlos en robots cuyas capacidades para mimetizar y contrarrestar cualquier tipo de poder los convertirá en virtualmente imposibles de derrotar.

Precisamente, el prólogo del film (ambientado en el 2023) supone una secuencia de acción que deja bien claro que la única posibilidad frente a los robots es la huida (o la alteración del pasado). Y toda la trama se organiza mediante el suspense paralelo entre dos tiempos: en 1973, los héroes luchan por evitar el asesinato de Trask (y es el siempre ambiguo y vengativo Magneto quien termina siendo el principal auspiciador del mismo), mientras que, en 2013, los últimos mutantes (entre ellos los ancianos Xavier y Eric) resisten desesperadamente, sabiendo que están ya a punto de caer bajo los todopoderosos Centinelas, y en el momento en que mueran Kitty Pryde y el inerte Lobezno, el pasado ya no tendrá remedio. Por cierto, que esta secuencia, con su trepidante narración paralela en varios «niveles» de realidad, inevitablemente recuerda al clímax de Origen (2010), con quien incluso comparte a una actriz, la mencionada Ellen Page.

Al contrario que su predecesora, X-Men: Días del futuro pasado consigue revestirse de la intensidad dramática necesaria para hacer que los conflictos personales, la evolución de los personajes y el contexto social e histórico que los rodea se alimenten entre sí con gran intensidad. Lo más flojo del film estriba en la falta de densidad del triángulo entre los tres personajes principales: los personajes denotan entre ellos un dolor y unos reproches que, la verdad, no terminan de convencer al espectador.

Del mismo modo, la excesiva concisión del tramo argumental situado en 2023 impide que la despedida final de los ancianos Charles Xavier y Magneto posea la emoción que debiera: ni hay tiempo para identificarse con ellos ni los actores parecen entregarse más allá de lo funcional para cobrar el cheque, seguramente conscientes de que ésta no es su película. En cambio, quien sale mucho mejor parado de lo esperado es el personaje de Lobezno, a quien yo daba por agotado tras sus dos películas en solitario —hay que recordar que Lobezno inmortal se estrenó entre estos dos X-Men— e incluso el mismo Hugh Jackman remonta sus previas actuaciones, aun cuando sea por el atractivo que aquí sí posee su personaje, ese antihéroe que toda su vida ha sido un lobo solitario y que en la madurez comprende la necesidad del gregarismo… aun cuando su instinto le impulse, precisamente, a luchar en soledad.

X-Men: Días del futuro pasado sale bien parado, incluso, en su obligado tributo a la espectacularidad, destacando especialmente dos secuencias. La primera está concebida a mayor gloria del atractivo personaje episódico que ayuda a Charles Xavier a rescatar a Magneto de la celda en el subsuelo del Pentágono donde lleva encerrado diez años ¡acusado de ser el asesino de Kennedy! Se trata de Mercurio1, un mutante cuyo poder es la velocidad, y que en la escena señalada salva con su rauda intervención a los dos más veteranos en una secuencia de exhibicionismo digital que muestra, de modo al tiempo deslumbrante y descacharrante, cómo el tiempo fluye de modo distinto para él cuando pone en acción sus poderes. La otra secuencia es el inevitable clímax multitudinario que últimamente parece inevitable en todo film de superhéroes, en el curso del cual Magneto aísla la Casa Blanca del mundo mediante el sonado expediente de hacer descender todo un estadio sobre sus jardines, encerrándola dentro.

Sin pretender convertirla en obra maestra, sin poder evitar asimismo la sensación de que los elementos más sombríos de la trama en último extremo no son sino una excusa psicológica para fingir más seriedad dentro de un proyecto al que, sobre todo, le interesa dejar con la boca abierta a los espectadores amantes de los efectos especiales de última generación, X-Men: Días del futuro pasado se erige como uno de los mejores títulos del Universo Marvel coetáneo. Y con sentido del humor, incluso. Véase si no: cuando Magneto tiene ocasión de explicarse acerca de la acusación de magnicidio, señala que intentó todo lo contrario, salvar al presidente… porque JFK también era un mutante.

Dos generaciones de X-Men

1 Es curioso que, al año siguiente, el mismo personaje fuera utilizado en Vengadores: La era de Ultron (2015), en este caso al lado de su hermana de papel, la Bruja Escarlata. Recuérdese que Vengadores pertenece a Marvel Studios y X-Men a la Fox, lo cual explica la presunta «incoherencia»: el Mercurio de una y otra franquicia, de hecho, poco tienen en común más allá del poder (lo cual no es poco, claro).

FICHAS DE LAS PELÍCULAS

Título: X-Men orígenes: Lobezno / Origins: Wolverine . Año: 2009.

Dirección: Gavin Hood. Guión: David Benioff y Skip Woods. Fotografía: Donald McAlpine. Música: Harry Gregson-Williams. Reparto: Hugh Jackman (Lobezno), Liev Schreiber (Dientes de Sable), Danny Huston (Stryker), Lynn Collins (Silver Fox). Dur.: 107 min.

Título: Lobezno inmortal / The Wolverine. Año: 2013.

Dirección: James Mangold. Guión: Mark Bomback y Scott Frank. Fotografía: Ross Emery. Música: Marco Beltrami. Reparto: Hugh Jackman (Lobezno), Tao Okamoto (Mariko), Rila Fukushima (Yukio), Hiroyuki Sanada (Shingen). Dur.: 126 min.

Título: X-Men: Primera generación / X-Men: First Class. Año: 2011.

Dirección: Matthew Vaughn. Guión: Ashley Miller & Zack Stentz y Jane Goldman & Matthew Vaughn; historia de Sheldon Turner y Bryan Singer. Fotografía: John Mathieson. Música: Henry Jackman. Reparto: James McAvoy (Charles Xavier), Michael Fassbender (Magneto), Jennifer Lawrence (Raven), Kevin Bacon (Sebastian Shaw), Nicholas Hoult (La Bestia). Dur.: 132 min.

Título: X-Men: Días del futuro pasado / X-Men: Days of Future Past. Año: 2014.

Dirección: Bryan Singer. Guión: Simon Kinberg; historia de Jane Goldman, Simon Kinberg y Matthew Vaughn. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: John Ottman. Reparto: Hugh Jackman (Lobezno), James McAvoy (Charles Xavier), Michael Fassbender (Magneto), Jennifer Lawrence (Raven), Peter Dinklage (Dr. Bolivar Trask), Patrick Stewart (Charles Xavier), Ian McKellen (Magneto), Nicholas Hoult (La Bestia). Dur.: 132 min.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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2 respuestas a Los nuevos-viejos Hombres-X: Lobeznos varios, Primera generación y Días del futuro pasado

  1. Renaissance dijo:

    A días del futuro pasado le debo el reconciliarme un poco con la franquicia de la patrulla X. No había pasado de su primera película, una segunda que debí ver a trozos en una siesta, y conservado una sensación de seriedad excesiva y dramatismo.
    Esta, en cambio, resulta bastante equilibrada, incluso con algún toque de humor, y por lo visto, más que para unificar las dos trilogías, sirve para resetear el final de la anterior, con un desenlace más optimista para el mundo de los mutantes (algo que opino un poco por lo que me resumieron, al no haber visto esa tercera película).
    Respecto al reparto, el Magneto de Fassbender me convenció de sobra, la breve aparición de este Mercurio era muchísimo mejor que la que tendría la versión Marvel en La era de ultron, y hasta me resultó gracioso la nula presencia que tenía Anna Paquin en el epílogo, que al parecer, redujeron al mínimo.
    No me había fijado en cambio en el detalle de los anteriores Magneto y Xavier. Entre el poco tiempo que tienen en pantalla, y sus escenas, sí queda un poco la idea de que aparecen poco menos que para cobrar el cheque, que esa ya no es su película y que solo salen ahí para certificar que ellos fueron otra encarnación de personajes que ahora tienen su relevo. Una lástima porque Mackellen en la X Men de 2000 me pareció un buen antagonista.

    • En efecto, en rigor el final de «Días del futuro pasado» (superspoiler) unifica las tres series cinematográficas y abre una nueva senda, al modificar los sucesos de «X-Men: La decisión final». Tengo curiosidad en ver lo que han hecho en «Apocalipsis», aunque en un mundo ideal la saga tendría que haberse cerrado con ese final de la película de Bryan Singer. Eso sí, las gallinas de huevos de oro es lo que tienen, y el género superheroico ha empezado a acumular películas en progresión geométrica, con el riesgo de cansar, agotarse… o trivializar en la siguiente entrega los logros del título anterior.

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