¿Quién necesita a Mary Poppins… teniendo a La bruja novata?

Cartel anunciador de La bruja novataEs muy evidente que la Disney pretendió con La bruja novata (1971) repetir el éxito arrollador de Mary Poppins (1964), cosa que estuvo muy lejos de obtener, cuando menos en repercusión comercial y mitómana. Y es que ambos comparten el mismo planteamiento: el encuentro entre unos niños que sienten la ausencia de los padres (en este caso, porque ya son huérfanos) y una mujer, soltera y con poderes mágicos, que viene a cubrir el hueco de aquéllos, conduciéndolos a una serie de aventuras maravillosas. Como Mary Poppins, la nueva trama (trasladada a la pantalla por la misma pareja de guionistas) viene punteada por numerosas canciones de los hermanos Sherman —ninguna de las cuales, sin embargo, ha quedado en la memoria, aunque en general son de lo más graciosas—, cuenta como plato central con una secuencia de dibujos animados en la que se insertan los actores reales e, incluso, el actor protagonista es el hombre que hizo del señor Banks, David Tomlinson, intérprete de quien nadie recuerda papel alguno fuera de estos dos que hizo para la Disney. Menos relevante es otro factor común, la dirección a cargo de Robert Stevenson, puesto que este realizador se hizo cargo de la práctica totalidad de las producciones de imagen real del estudio en esos años, y de hecho entre uno y otro film había firmado otros cinco, alguno tan popular (al menos en su momento) como Ahí va ese bólido (1968), que abrió la serie del inefable «escarabajo» Herbie. En fin, tanta comparación debe concluir señalando que, pese a su muy inferior renombre, La bruja novata me parece una película bastante superior a su referente, y al menos en mi memoria despierta incluso el recuerdo entrañable que nunca consiguió conmover la historia de esa envarada niñera con paraguas volador.

El original literario en que se basa el film también procede de una escritora en su momento muy popular en el ámbito anglosajón y que ha trascendido mucho menos fuera de él (no digamos en España), Mary Norton. En 1943, la autora publicó dos libros, The Magic Bed-knob y Bonfires and Broomsticks, que en 1957 reunió como uno solo bajo el título de Bedknobs and Broomsticks (Boliches y escobas). Mary Norton también es responsable de una serie de libros mucho más famosa, la de The Borrowers (en España, Los Diminutos), que ha tenido más fortuna en el medio audiovisual, tanto en televisión como en cine, como indica la excelente producción del Studio Ghibli Arrietty y el mundo de los diminutos (2010), estrenada por desgracia en nuestro país con escasa repercusión.

La bruja novata se ambienta en los días de la II Guerra Mundial y parte de un motor argumental similar al del primer libro del ciclo Las crónicas de Narnia, de C. S. Lewis (publicado en 1949 pero de redacción coetánea a los de Norton: no sé si alguien ha establecido si el uno se inspiró en la otra o es mera coincidencia, y tampoco me importa mucho): unos niños, como consecuencia de los bombardeos alemanes sobre Londres, son enviados al campo, donde un decreto obliga a la población civil a acogerlos en sus casas, y dan a parar, precisamente, a la de alguien que va a suponer para ellos una puerta a la fantasía. De entrada, hay que indicar la fortuna de que los tres niños actores (y sus personajes) no sólo no son repelentes, como hubiera podido temerse (como eran los infantes de Mary Poppins, para entendernos), sino que, de la mano de sus jovencitos pero excelentes intérpretes, resultan muy interesantes y, por tanto, el mejor vehículo para introducir en la aventura al espectador.

Toda bruja necesita su escoba, incluso las novatasLa mujer a cuya casa son asignados —contra la voluntad tanto de ésta, una solterona que no parece tener mucho instinto maternal, como de los pequeños, urbanitas dispuestos a fugarse a la primera de cambio y que encima descubren, espantados, que su anfitriona es decidida partidaria de horrendas dietas vegetarianas— es Eglantina Price, una mujer ya de mediana edad (Angela Lansbury, excelente como siempre, incluso de joven parecía mayor de lo que era), que está realizando un curso de brujería por correspondencia que absorbe toda su atención. Los niños lo descubrirán la primera noche, cuando la sorprenden realizando las prácticas de vuelo de la escoba que acaba de mandarle el director del curso, el profesor Emelius Browne. Por supuesto, este descubrimiento intentarán utilizarlo para chantajear a su anfitriona, obligándola a introducir determinadas «mejoras» en su convivencia. Miss Price, sin embargo, y esto es un indicio de estar ante un buen personaje de fantasía juvenil, acepta de inmediato la presencia de los niños en sus aventuras y se lanza con ellos a resolver su preocupación inmediata: el profesor Browne ha cancelado el curso justo cuando sólo faltaba una lección, la más importante, por cuanto contenía el secreto del importante Conjuro de la Sustitución Locomotiva, o sea, la capacidad de hacer que los objetos cobren vida bajo el control del mago que los ha animado.

¿Por qué interesa tanto a Eglantina Price este hechizo? Señalaba que estamos en días de guerra, como bien refleja el prólogo del film, en el que se nos presenta el cuerpo de voluntarios constituido en el pueblecito donde empieza la acción, formado por los únicos hombres adultos que quedan en él, es decir, los viejos (entre ellos se reconoce al entrañable, y fordiano, Hank Worden, para siempre inmortalizado por su anhelo de una mecedora en Centauros del desierto, de 1956). Los diálogos indican que en el ambiente flota una obsesión: la posibilidad de una invasión alemana (el pueblecito es costero, y de hecho la casa de la protagonista domina la ensenada que se abre a sus pies). Así, la señorita Price, ferviente patriota, se ha convertido en «bruja novata» para que su aportación a la causa bélica sea el conjuro que colocará a los objetos del lado de los buenos.

Los cinco protagonistas de La bruja novataLa bruja novata, desde el momento en que los niños y la aprendiza de bruja que los acoge alcanzan el statu quo de la complicidad, narra el modo en que el conjuro acaba llegando a manos de Eglantina Price y, claro, cómo enseguida conseguirá ponerlo en práctica para poner coto a la incursión de un pelotón de soldados nazis desembarcados por un submarino en el trocito de la costa inglesa donde viven. La primera parada de su aventura consiste en encontrar al profesor Browne, quien resulta ser un charlatán que carece de cualquier tipo de poderes (su lema es fiarlo todo al estilo), puesto que el curso por correspondencia ha sido una estafa que, sin él sospecharlo, encerraba un punto de verdad: los hechizos (extraídos de un añoso grimorio encontrado en la biblioteca de la mansión abandonada —por contener una bomba sin explotar en su jardín— que ha tomado «prestada» como hogar) eran reales. Como es natural, el profesor Browne acaba constituyendo la figura paterna que complementará a la materna (la señorita Price) de cara a los niños, mediante un fácil proceso de acomodación sentimental que, sin embargo, resulta mucho más convincente que el de Mary Poppins (¿cómo sentir el menor cariño por la gélida e inexpresiva Julie Andrews de dicho film?) y hace perdonar sus convenciones.

Porque, hay que señalarlo ya, La bruja novata constituye una fantasía blanca no poco encantadora, por muy irregular que sea, que lo es, y por mucho que, en el fondo, nada sea excesivamente recordable. Supongo que es una cuestión de detalles, de sentido del gusto en la elaboración de su atmósfera antañona, de capacidad de Angela Lansbury para dotar de convicción un personaje que destaca por tomarse en serio lo que nadie podría tomarse en serio: de nostalgia por un mundo y unos modos que nunca podrían haber sido los nuestros pero que, de modo inconfundible, parecen surgir de los sueños, incluso de las evocaciones personales, de nuestra memoria. En especial, brilla con luz propia todo el tercio inicial de la película, es decir, el anudamiento de la historia en el pueblecito y el encuentro con el profesor Browne (un David Tomlinson menos molesto que en Mary Poppins pero cuyo personaje, justo es señalarlo, hubiera quedado mejor con casi cualquier otro intérprete de la gloriosa escuela británica: por soñar un imposible, yo hubiera dado algo porque fuera James Mason).

Dibujos animados y personajes reales conviven en La bruja novataSin embargo, la película tiene dos defectos mayúsculos que impiden que se convierta en un logro perdurable. El primero es la superficialidad básica de su compromiso con la fantasía: o sea, que no se la llega a tomar en serio, y es lo que hace, por ejemplo, que la escena final, su grand finale, sobre el papel muy prometedor (la animación de la panoplia medieval que atesora el museo local, por causa del Conjuro de la Locomoción Sustitutiva, para hacer frente al pelotón alemán), resulte blanda y decepcionante, así como banalmente cómica: con todo, sólo las imágenes de las armaduras recortándose, huecas, contra el sobrenatural cielo nocturno, poseen una carga onírica nada desdeñable. El segundo es el excesivo alargamiento de la historia y, sobre todo, de las secuencias, defecto que resulta aún más notable en la versión difundida recientemente por la Disney, que recuperaba el metraje original sólo exhibido en su primer estreno. Me parece mejor el montaje difundido durante años porque el nuevo aporte resta eficacia a escenas que quedaban mucho mejor en su brevedad —la presentación de Browne en plena calle, haciendo alarde de su incompetencia como mago— , y que afectan sobre todo a unos números musicales que, agradables al principio, acaban también siendo excesivos, como Portobello Road, encantador en su primera versión, inacabable en la definitiva.

Pese a todo, se trata de una película muy disfrutable por su aroma general y por un conjunto de elementos concretos que se empeñan en quedarse en la memoria: el fabuloso sistema de transporte a cualquier lugar del mundo real, o ficticio, de los protagonistas (una cama cuyo hechizo depende de la bola que se encaja en una de sus patas), resuelto además mediante unos efectos «especiales» de resabios pop que son entrañables: virando las distintas partes de la imagen en brillantes colores; el gesto pícaro de la niña Cindy O’Callaghan; el indisimulable aire a decorado del pueblecito de Pepperinge Eye, que proporciona alguno de los planos más bellos del film; el aspecto informe del caserón al borde del mar de Eglantine Price, que parece hecho a base de ir ensamblando piezas y piezas de modo sucesivo; las apariciones de secundarios como Roddy McDowall (en un indefinido pero altamente sabroso personaje de sacerdote de oscura malicia) o el veterano Sam Jaffe (el librero que rivaliza con los protagonistas por el dichoso conjuro); la apariencia hirsuta y desmadejada del gato, inevitablemente negro, de la señorita Price, llamado Rayo Cósmico, más bien escéptico con respecto a los poderes mágicos de su dueña, pero decidido a aprovechar en beneficio propio ese hechizo capaz de convertir a seres humanos en conejitos blancos; el estupendo paseo submarino por la isla de Naboombu (luego, el delirante partido de fútbol acaba resultando más bien cansino), en la secuencia de animación del film; el pegadizo estribillo español que dice «Portobello Road, Portobello Road, donde se compra y se vende hasta el sol»; y claro, el fabuloso Conjuro de la Sustitución Locomotiva, que es para repetir en voz alta una y otra vez, a ver qué pasa: treguna mekoides trecorum satis dee

El paseo submarino por la isla de Naboombu

FICHA DE LA PELÍCULA

Título: La bruja novata / Bedknobs and Broomsticks. Año: 1971.

Dirección: Robert Stevenson (secuencia animada: Ward Kimball). Guión: Bill Walsh y Don da Gradi; secuencia animada de Ralph Wright y Ted Berman; libro de Mary Norton. Fotografía: Frank Phillips. Música: Irwin Kostal; canciones de Richard M. y Robert B. Sherman. Reparto: Angela Lansbury (Eglantina Price), David Tomlinson (Emelius Browne), Cindy O’Callaghan (Carrie), Roy Snart (Paul), Ian Weighill (Charlie). Dur.: 117 min.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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4 respuestas a ¿Quién necesita a Mary Poppins… teniendo a La bruja novata?

  1. Renaissance dijo:

    Al haberse quedado tanto Mary Poppins como La bruja novata en la categoría de películas que se podían ver en vhs hace mucho, y acabar viendo en tv por la tarde hace solo algunos años (concretamente, cuando al recién nacido canal Cuatro le dio por hacer los sábados un ciclo de «cine Disney», donde prácticamente solo tenían estas dos películas y los telefilmes que produce Disney channel actualmente), estas se han quedado un poco en el olvido a la hora de verlas de una forma más objetiva…O lo que es lo mismo, la película de Julie Andrews me gustaba pero es verdad que su niñera es realmente fría y hierática, muy basada en los estereotipos y clichés de la época.

    La bruja novata, en cambio, sí me pareció bastante más divertida…aunque también me he dado cuenta que si bien la parte de la animación era lo que más me gustó en su momento (con cinco o seis años, me atraían mucho más las películas con dibujitos que con personas reales) y que probablemente, hoy ese partido de futbol entre animales sí me cansaría mucho más que la trama principal. Por lo demás, a día de hoy, la sigo recordando con algo más de interés, por la ambientación un poco más particular, quizá por tener un tema más de aventuras que Mary Poppins, que en cierto modo, era una comedia musical sin más…Y, bueno, lo reconozco: esta tiene a Rayo Cósmico el gato despeluchado. Toda película mejora con la presencia de un minino.

    • Desde luego, la trama de «La bruja novata» es mucho más interesante que la de «Mary Poppins», y se beneficia de que la trama de niños-en-busca-de-papás se desarrolla de modo mucho más discreto. En el duelo de actores, ganan Angela Lansbury y los niños de aquí frente a Julie Andrews y los niños de allá, y David Tomlinson (aunque mejora respecto a «Mary…») pierde por goleada ante Dick Van Dyke. La lástima es que el partido de fútbol, que desde pequeños recordábamos como su plato fuerte, ya no tiene la gracia de antaño, si bien es verdad que la parte previa de dibujos animados en el fondo del mar realza a su lado.

      Y sabía que el bueno de Rayo Cósmico merecería un recuerdo cariñoso tuyo. Vaya pelos que se gasta el minino…

  2. altaica dijo:

    Admirable y rigurosa, por extensa, crónica de un clásico de nuestra infancia que coincido en valorar por encima de la más conocida y afamada. Pero lo más importante lo constituye esta crónica para enmarcar. Mi más sincera enhorabuena.

    • Gracias mil por tus generosas palabras, Altaica. Por cosas como ésta merece la pena compartir las impresiones que uno tiene de las películas o de los libros que más le gustan. Y «La bruja novata», por encima de otras valoraciones, es justo eso: un clásico de nuestra infancia que, sin embargo, merece ser contemplado por ojos adultos.

      Muchas gracias de nuevo.

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