Cuando amábamos a Takeshi Kitano
Publico en Café Montaigne un artículo con el que pretendo reavivar el recuerdo de un cineasta japonés que, en el no tan lejano final del siglo pasado, llegó con gran fuerza a las pantallas occidentales, pero que después de unos cuantos estrenos acabó desvaneciéndose sin dejar rastro. Se trata de Takeshi Kitano, ese actor de rostro granítico que surcaba una cicatriz que le dejó un accidente de moto sufrido muy poco antes de filmar la película que lo consagraría. Kitano era un hombre de larga trayectoria en su país, primero como cómico (sin saberlo, lo conocíamos como el presentador de un programa-concurso basado en los mamporros que Tele 5 emitió con el título de «Humor amarillo»), después como actor en televisión y cine, y finalmente dirigiendo y protagonizando sus propias películas, la mayor parte de ellas perteneciente al yakuza eiga o cine policiaco vertebrado en torno a la famosa mafia japonesa. La película que lo reveló (y una de las mejores de todo el cine contemporáneo) fue Hana-bi.Flores de fuego (1997), que nos mostró a un director de muy particular sensibilidad, capaz de fundir con notable fuerza el lirismo más ascético con la violencia más percutante. La historia de Nishi, ese policía silencioso y triste cuya vida solo parece atraer la desgracia (una esposa cuya vida se apaga irreversiblemente, una hija pequeña muerta trágicamente en la infancia, un amigo de cuya invalidez se considera culpable), le servía para expresar una inolvidable reflexión sobre el dolor y la ternura, sobre la soledad y también sobre la necesidad de compartir. Un par de años después, Kitano, sorprendía con otra buena película, El verano de Kikujiro (1999), en principio una variante de los temas de la anterior pero virada hacia la comedia tierna (la amistad entre un niño solitario y el gángster que se encarga de velar por él), y donde, como actor, sorprendió con un descacharrante cambio de registro: el impenetrable laconismo de Nishi da paso ahora a una extravertida composición de yakuza atontolinado e incluso apayasado, indisociable además de un magnífico tema musical de Joe Hisaishi. Veinte años después, Kitano sigue trabajando, y mucho, y pese a la condena a la «invisibilidad» que parecen haber dictado sobre él quienes tiempo atrás lo encumbraron, siempre nos quedarán, cuando menos, estas dos estupendas películas.
Especialmente la primera, aunque ambas son dos obras profundamente epidermicas y huecas, parece filmada por un amateur tanto formalmente como en la pueril descripción de personajes. Su supuesto lirismo de naif concepción enfrentado a golpes de efecto de violencia barata y de serie B, son prácticamente patéticos. El personaje principal de dolor y hermetismo artificial, la relación con los otros policías y sus famélicos diálogos, la mafia coreana de dibujo inconcebible, su historia de amor de traca de feria, la facilona inmolación personal del primero, el final con niña y cometa incluida, las grotescas escenas de acción vs violencia, los flasback reiterados e innecesarios, las poéticas pinturas y una hermosísima banda sonora pero metida con calzador en todo este engendro de falsaria teatralidad y dramón de parvulario. Curiosamente nos dejo una obra maestra excepcional y hermosamente triste como Dolls. En ella todo alcanza a tener sentido pues parte de una concepción mágica. No obstante, propuestas tan peculiares atienden a pocas razones y a muchas emociones. Así que …
Contundente, como siempre, en tus opiniones, tanto para aplaudir una película como para destrozarla, desde luego la serie de argumentos que vas dando caen como una piedra tras otra, cada una más contundente que la anterior. Aun así, discrepo totalmente, aunque sospeche que mis argumentos (tampoco tan amplios como a mí me gustaría, por razones del formato de esa página en la que colaboro) no llegan a tener la fuerza de los tuyos. He visto “Hana-bi” varias veces en mi vida, y en todas me provocó la misma adhesión emocional. Y es que, ciertamente, coincido contigo en que es una obra que por su naturaleza o bien convence plenamente o bien entiendo que no guste nada: a mí me pasa lo primero. En cambio, y como también indico en el artículo, reconozco que “Kikujiro” es una propuesta más endeble, porque el fantasma del artificio ronda por gran parte de sus imágenes, y aun así acabo inclinándome ante la gracia disparatada con que Kitano le da la vuelta a sus personajes habituales. Hablas de “Dolls” como una obra maestra, y aquí siento no poder participar en el juicio, porque este es ya un film que no sé si llegó a mi Málaga, y si lo hizo a mí me pasó desapercibido. El último Kitano que se estrenó con los honores debidos fue “Zatoichi”. Desde entonces….
Dolls la tengo en casa. Si quieres te la envío al destino que me indiques y una vez vista, al menos un par de veces en el periodo que estimes conveniente, me la devuelves. Sin el más minimo problema. Una película que ya no cabe en este mundo, asi como el amor que nos cuenta. Probablemente una de las películas más sensibles y hermosas de la historia del cine. De una hondura existencial sublime y desgarradora. Y posiblemente una desoladora crítica del mundo en el que vivimos o que nos viene y en el que ya ciertas historias y sentimientos son imposibles. Un gran abrazo.
Para que nos entendamos Dolls es un pintura que refleja como el amor y los seres que lo habitaron quedan vagando para siempre cuando su milagro interior es violado por el abandono, el trueque más prosaico o la cruel realidad.
Tengo «Dolls» en casa, aunque no lo recordaba, como otras películas que esperan agazapadas a que vuelva a poner los ojos en ellas y las rescate del olvido de unas estanterías demasiado pobladas. Gracias por el ofrecimiento, de todos modos 🙂 .
Un abrazo
Me encuentro tu breve reseña y reflexión sobre el triste desalojo de Kitano en los cines cuando justo se va a estrenar en España «Outrage 3», cuya distribuidora Mediatres la pone en salas: ¡un día! Y será seguramente en Madrid y poco más… ¡Una pena!
Al igual que a Jose Miguel, cada vez que revisiono Hana-Bi me vuelvo a emocionar y todo lo que le caracteriza como film me lo creo y me emociona. Kikujiro es más endeble, no hay duda, pero es una película simpatiquísima, tontorrona y entrañable.
«Dolls» es bellísima, sí… Y quizás es su película más querida incluso por sus detractores (como explica Francisco Martínez), que reconocen que ahí Kitano está estremecedor dejando a un lado su amada (y criticada) violencia.
A mí me encanta también «Brother», una Hana-Bi a la americana, algo menos lírica pero muy contundente y bella también. A nivel de dirección tiene ideas muy originales, y su historia de lealtades más allá de los lazos de sangre llega a un final memorable, con un Hisaishi que, una vez más, le da ese universo musical que tantísimo aporta.
El hecho de que Kitano sólo esté prácticamente es festivales europeos y pocos cines (fuera de España, claro) se explica quizás a que el propio Kitano, tras Zatoichi, decidió emprender una senda reflexiva sobre la condición de autor («Takehis», «Glory to the Filmmaker!», «Aquiles y la tortuga») que, creo, lo alejó mucho del «interés» occidental haciendo algo tan personalísimo e inexplicable para la mayoría. Son películas que seguramente habrán sido un desastre en taquilla, pero sea como sea, Kitano siempre ha ido «a su bola» y ha hecho lo que ha querido, y eso me parece digno de admirar.
Como reflexión final, considero «Dolls» un punto y aparte en la filmografía kitanesca: es su explosión final de lirismo y coincide con la ruptura de Hisaishi. Hasta ahora no hemos visto algo así de nuevo, ni siquiera su violencia-lírica de «Hana-Bi» o «Brother». Las películas de Kitano son aún más directas y diáfanas, menos poéticas. Me gusta mucho el Kitano actual y disfruto mucho con propuestas como «Outrage», pero reconozco que obras como las citadas anteriormente son irrepetibles y están muy lejos de la mente de este querido y loco japonés.
Segunda opinión entusiasta de «Dolls» que recibo en este hilo: será cuestión ya de comprobarlo por mí mismo, claro. Esa senda reflexiva que señalas en torno a su propia obra, y que coincide con el progresivo apartamiento de Kitano de las redes comerciales de occidente, sin duda se encuentra en esa postergación del cineasta. La última vez que lo hemos podido ver en un estreno «normalizado», por cierto, ha sido en un film de Hollywood que adapta un manga japonés, «Ghost in the Shell», del que en su día yo mismo hablé en este blog, y donde comparece solo como actor, pero considerablemente desganado.