El Doctor Extraño, Maestro de las Artes Místicas

Falsa portada de una reedición de Strange Tales, pues la ilustración procede en realidad del interior del 115 de la primera ediciónEn el corazón del barrio neoyorquino de Greenwich Village (que en torno a los años 60 del siglo XX tuvo fama de ser el núcleo de la vida bohemia de la ciudad) se alza una misteriosa casa cuyo signo exterior más reconocible es una enorme ventana circular en el tejado cuya vidriera parece componer un extraño signo cabalístico. Su habitante es el Doctor Extraño, lo cual no es un nom de guerre (su apellido es ese, literalmente: Strange; y es, o fue, doctor en cirugía); su condición, la de Maestro de las Artes Místicas. Su mero nombre nos sume en la evocación de mágicas dimensiones de aspecto tan colorista como imposible, plagadas de senderos que se abren en el aire a medida que caminan sus visitantes o de puertas que se abren en medio de la nada, de extraños demonios de cráneo llameante, de inquietantes personificaciones de la Pesadilla o de la misma esencia del universo, la Eternidad. Sus creadores fueron Stan Lee y Steve Ditko (responsables también de Spiderman), quienes otorgaron al personaje una singularidad muy especial que siempre lo ha distinguido de entre el resto de habitantes del Universo Marvel, en cuanto que Extraño, haciendo honor a su nombre, no es el clásico luchador contra el mal que hace alarde de extraordinarios poderes físicos sino de sorprendentes habilidades en el plano espiritual. En breve llegará a nuestras pantallas su primera aparición en el Universo Cinemático Marvel, bajo los prometedores rasgos del excelente actor inglés Benedict Cumberbatch, y esta inminencia obliga a revisar una trayectoria que, pese a ser mucho menos conocida que la de otros superhéroes, figura entre las mejores de las tres primeras y maravillosas décadas de la llamada Casa de las Ideas.

Aprovechando el estreno, la editorial Panini, que posee los derechos de Marvel para España, ha decidido publicar, por primera vez en una edición digna y en color, la primera e inolvidable etapa del personaje, a cargo de Lee y Ditko, dentro de su colección Omnigold: un fastuoso tomo de más de 500 páginas que recoge sus primeros años (justo hasta el comienzo de la etapa del segundo autor en importancia del mismo, Gene Colan). Es más, Panini también ha aprovechado para publicar otro tomo (en su colección Marvel Héroes), con otro periodo espléndido del Doctor Extraño, ya más moderno, en concreto de principios de los años 80, a cargo del guionista Roger Stern. Dos suculentos bocados para acercarnos al Maestro de las Artes Místicas.

La clave del personaje no se encuentra tanto en el guionista Lee como en el artista gráfico Ditko (llamarlo dibujante sería reducir su contribución a los personajes a él asociados). Como indicaba en un artículo anterior, Steve Ditko (nacido en 1927), fue posiblemente el artista más extraño (valga el juego de palabras) de la época dorada de Marvel. De hecho, era tan singular que no dejó discípulos —aunque, con el tiempo, algún artista quiso parecerse a él (verbigracia, Erik Larsen, uno de los incontables dibujantes titulares de Spider-Man)—, del mismo modo que permaneció impermeable a la influencia del hombre que modeló la esencia del universo superheroico, Jack Kirby, el Rey, el obligado modelo para todos los artistas que entraron en la Casa durante al menos la primera década del Universo Marvel.

Al contrario que el épico Kirby, cuyas páginas siempre denotan una fuerza incontenible, Ditko fue antes que nada un creador de atmósferas. Sus dibujos, perpetuamente al borde de la distorsión, poseen un fascinante aroma de misterio que se presta de modo especialmente oportuno para dar cuerpo al entorno del personaje. Si su otra gran serie (la de mayor éxito de su carrera), The Amazing Spider-Man, destacaba por su sentido del realismo —aunque hoy, paradójicamente, y en comparación con los artistas que lo sucedieron en la serie, en especial John Romita, sus dibujos poseen un irremediable aire irreal—, su trabajo en Doctor Extraño se caracteriza por justo todo lo contrario: la complacencia en la recreación de unos escenarios y unos personajes que parecen salidos de un trip provocado por el LSD… algo muy propio del momento en que surgió, los años 60. ¿Cómo definir si no esos vagos espacios dimensionales a donde llevaban las aventuras de Extraño, y que se caracterizaban ante todo por parecer puramente inmateriales: una sucesión de extravagantes líneas y colores donde uno está obligado a preguntarse cómo pueden vivir los muy materiales, y peligrosos, seres que los habitan?

Cubierta de la reciente edición de Amazing Fantasy en Panini, con un dibujo de Steve DitkoEn los albores de la Era Marvel, Ditko desarrollaba su arte en los cómics que la casa dedicaba, en sugestivo revolutum, al misterio, el terror o la ciencia-ficción (en muchas ocasiones bajo un evidente barniz satírico), compuestos por una sucesión de historias cortas. En concreto, sería Amazing Fantasy (cuyo número 1 se publicó en junio de 1961 y luego incluyó un Adult entres los dos términos originales de su título) la revista que convirtió al dibujante en un nombre respetado por el director de las publicaciones de la casa, Stan Lee, quien siempre tuvo muy claro que se las veía ante un autor especial, muy distinto a los estándares habituales en el oficio, genial. De hecho, Lee acabaría entregando a Ditko la completa realización de la revista, si bien no se consiguió evitar que sus ventas fueran languideciendo (a medida que brotaban las de los tebeos de superhéroes que The Man estaba poniendo en marcha con Jack Kirby, el Rey): es irónico que en el último número antes del cierre, el 15, naciera Spider-Man, el gran personaje al que hoy se asocia el nombre del artista. Por cierto, que todos esos números han sido objeto también de una reciente edición por parte de Panini.

Ahora bien, no se menosprecie tampoco la participación de Stan Lee en los buenos resultados de la obra. Es evidente que el famoso Método Marvel concedía a un buen autor gráfico una libertad creativa que no se conocía en ningún lugar: Lee, que en los primeros años escribía prácticamente todas las series, entregaba al dibujante unas someras indicaciones acerca del argumento del siguiente número (a veces, ni eso: bastaba una conversación sobre el futuro enemigo), y una vez que recibía las páginas se encargaba de escribir los diálogos. Esa libertad puesta en manos de los dibujantes permitía que, en los casos de mayor personalidad (Kirby y Ditko, claro), el artista gráfico asumiera el peso de la serie. Pero, siendo injusto que durante décadas se considerara a Lee el principal creador del Universo Marvel, también lo es hacer lo contrario: pensar que fue un mal necesario, en su condición de jefe, y poco más.

En primer lugar, Lee fue un editor de poderosa intuición a la hora de saber cómo extraer toda la potencialidad de sus artistas (Ditko le debe, cuando menos, la confianza al encomendarle, en perjuicio del primer dibujante elegido, Kirby, el personaje al que hoy se asocia su nombre, Spiderman). En segundo, manejó de modo maestro la interacción entre series y personajes que acabó dando su personalidad mayúscula al Universo Marvel. Y en tercero, y pese a que su labor como guionista no puede ocultar considerables defectos (que, con los años, fue corrigiendo en parte: el maniqueísmo ideológico, el romanticismo de tarjeta postal, la endeblez de los personajes femeninos, la tendencia a repetirse en demasía), deben defenderse sus grandes virtudes: en especial, saber darle a cada personaje su voz propia, confiriéndole una coherencia y un equilibrio ejemplares, y su espléndido oído para los diálogos.

Una de las dimensiones mágicas por donde el Doctor  Extraño suele darse un paseo. Viñeta de Strange Tales 138, por Steve Ditko

En el caso del Doctor Extraño, es evidente el sabor de extrañeza que supo darle al personaje y al serie gracias a las famosas expresiones mágicas que el personaje pone continuamente en su boca: por las doce lunas de Munnopor, por las arcanas huestes de Hoggoth, por el omnipotente Vishanti, por los siete anillos de Raggadorr, por las llamas del infalible Faltine… El gran H. P. Lovecraft consiguió un efecto muy similar con la reiteración en sus cuentos de la mención a esos famosos libros arcanos, dioses ocultos y topónimos misteriosos.

Las aventuras del Doctor Extraño —sobre todo en su arranque— heredaron el toque Ditko de las historias cortas de Amazing Fantasy. De hecho, el personaje nació en las páginas de una publicación muy similar, incluso de título en la misma onda, Strange Tales. La revista, de entonces larga trayectoria (había nacido en 1951, cuando Marvel todavía se llamaba Timely), se componía igualmente de diversos relatos cortos. Por entonces, Stan Lee ya la había aproximado al universo superheroico, al convertirla sobre todo en el lugar donde se publicaban las aventuras de la Antorcha Humana, el más joven miembro del grupo fundador del Universo Marvel, los 4 Fantásticos: las portadas así lo indicaban. Sin embargo, todavía había espacio para otras historias cortas, una de las cuales, la que cerraba el número, estaba siempre dibujada por Ditko.

Pues bien, en el nº 110 (julio de 1963), esa historia recibe el título de «Doctor Extraño, ¡maestro de las artes mágicas!». Su protagonista aparece en su primera viñeta: a simple vista, es un tipo de aspecto oriental, con bigote y espesas cejas y dos mechones blancos sobre las sienes. Viste una indumentaria azul y negra en la que destacan unos guantes anaranjados que parecen una mera decoloración de la manga oscura, y sobre su pecho destaca un medallón refulgente. De hecho, no tardaremos en saber que ese medallón se abre para mostrar un enorme ojo del cual sale un haz de luz con diversas capacidades mágicas. En ese número, y en el siguiente —el personaje se tomaría un descanso, mientras en la editorial comprobaban su acogida a través de las cartas de los lectores, reanudando ya su cohabitación en las páginas de Strange Tales desde el 114 y hasta el cierre de la revista—, figuran ya varias de las señas de identidad del personaje a lo largo de toda su trayectoria: su estatus de discípulo de un maestro llamado el Anciano, que habita en un inaccesible refugio en el Tíbet; su capacidad para «extraer» de él su yo espiritual, astral o ectoplásmico (dibujado siempre sin color); la aparición, en el nº 111, de quien será el primero de sus archienemigos, el Barón Mordo (sugestivo nombre, de connotaciones asesinas), discípulo como él del Anciano…

Eso sí, todavía presenta características que luego serán postergadas en beneficio del diseño por el que acabará siendo conocido: los bocadillos no hablan de artes místicas sino, directamente, de magia negra; no lleva su famosa capa de levitación (así, solo puede volar en su forma ectoplásmica); y esos ojos cerrados, el aspecto maduro y la apariencia asiática de la primera viñeta se mantienen en los primeros números, quizá porque mediante esos signos es como Ditko evoca la referencia al misticismo oriental que es el origen del personaje. Poco a poco serían siendo olvidados, del mismo modo que la capa (azul en principio: la famosa capa roja con los ribetes amarillos surcados por ondulantes arabescos, que complementará su indumentaria clásica, la recibirá de manos del Anciano en el nº 128) ya aparece en su tercera aventura.

El Dr. Extraño y su maestro, el AncianoEn Strange Tales 115, en la cuarta aventura del personaje, por fin se nos contó su origen. Stephen Extraño —en el original, Stephen Strange, clásico nombre que juega con la aliteración entre el nombre y el apellido tan del gusto de Stan Lee, al estilo de Peter Parker, Matt Murdock o Reed Richards— es un cirujano, tan extraordinario como elitista y mercenario, que se niega a hacer uso de sus facultades si no hay una buena cantidad de dinero de por medio. Su caída (y el inicio de su regeneración) se produce cuando, como consecuencia de un accidente de automóvil, los nervios de sus manos pierden la precisa sensibilidad que requieren. Caído en la degradación, reducido a la condición de vagabundo, Extraño oye hablar del Anciano —en los nada místicos ambientes portuarios— y se encamina en su busca, siendo acogido a su lado ante la hostilidad del discípulo oficial, el mencionado Barón Mordo. Regresado a Occidente, sin perder nunca el contacto con su maestro (que seguiría apareciendo, pero siempre en un perpetuo estado de debilidad al borde de la pura consunción, de lo cual se acabaría abusando de modo un tanto cansino), Extraño se instala en su famosa casa-santuario (donde parece vivir en soledad: aunque, en principio, ya aparece fugazmente en número tan temprano como el 119, su fiel doméstico Wong no toma protagonismo hasta mucho después).

Los primeros tiempos de la serie se caracterizan por la convención de los guiones y por el considerable atractivo de la propuesta gráfica (en Doctor Strange, Ditko siempre se concedió una mayor libertad de diseño que en The Amazing Spider-Man, donde prefería sujetarse al «clasicismo» de su parrilla de nueve viñetas por página). En particular, son espléndidas las splash-pages con las que inicia cada tebeo, y que constituyen una ilustración en sí mismas que bien podrían haber servido como portada (era una marca personal, que también hacía en Amazing).

El tándem titular se centró en los continuos enfrentamientos del protagonista con el Barón Mordo (el típico villano ególatra y traicionero de los primeros tiempos de Marvel, sin mayor relieve), con Pesadilla (personaje de mayor interés, si bien desaprovechado a lo largo de esta etapa) como segunda opción, y en especial concede demasiado protagonismo al personaje del Anciano, del que el lector pronto empieza a pensar que estaría mejor descansando… eternamente. Al mismo tiempo, van introduciendo muchos de los elementos que sellarían el retrato básico del personaje para la posteridad: la capa y el amuleto definitivos o ese fascinante orbe protegido bajo una cúpula protectora que, una vez abierto, revela la Esfera de Agamotto, la particular bola de cristal de Extraño, que le permite escrutar los secretos de los mundos…

El gran Domammu, némesis del Doctor ExtrañoEn el nº 126, sin embargo, debutaría un villano de mucho mayor interés, que acabaría siendo la némesis por excelencia del Maestro de las Artes Místicas, incluso con proyección fuera de su colección (la famosa saga del enfrentamiento entre Vengadores y Defensores). Este villano ya había tenido «hueco» en la serie, dentro de una de esas invocaciones tan propias del doctor: «por el poder del temible Dormammu». Pues bien, en ese número se dará cuerpo a ese personaje: resultará ser un poderoso hechicero, señor omnipotente de uno de esos reinos mágicos creador por Ditko y Lee, la Dimensión Oscura. Y aunque en los primeros números el artista prefiere dejar inconcreta la apariencia física del villano, finalmente le obsequia con un aspecto fabuloso: una cabeza llameante donde apenas se esbozan unos ojos y una boca rugiente, siempre insondables.

La aparición de Dormammu hizo entrar la serie en su mejor momento. A partir del 130, Lee y Ditko desarrollaron una trepidante saga de once números en la que el hechicero llameante, utilizando como esbirro en la Tierra al Barón Mordo, pone en jaque al Doctor Extraño, desencadenando una implacable persecución que llega a tener al Señor de las Artes Místicas al borde de la extenuación y la derrota. En esa saga, la pareja creó a una de las entidades más curiosas (aunque de características más bien borrosas) de Marvel, esto es, Eternidad, algo así como la personificación de la fuerza esencial que sostiene el universo, al que Ditko dio la apariencia de un ser-silueta cuyo interior parece contener toda clase de estrellas y constelaciones. Del mismo modo, con Dormammu y la Dimensión Oscura, también apareció el personaje de una belleza femenina de elegantes cabellos blancos que, con el tiempo, se convertiría en la amada de Extraño; su nombre solo sería dado a conocer en el último número de la pareja: Clea.

Gene Colan en otra de las grandes etapas del Doctor Extraño, ya con colección propiaLa marcha de Steve Ditko —de esta serie, de Spider-Man y de Marvel— fue muy brusca: como se sabe, su fuerte adhesión a las particulares teorías «objetivistas» de la escritora Ayn Rand (la autora de El manantial), que preconizaban un ensimismado individualismo, lo llevaron a aislarse progresivamente en un campo, el cómic de superhéroes, que supone, se quiera o no, un trabajo de equipo. Y se fue de un día para otro, dando un fuerte portazo.

Aun así, la serie mantuvo el tipo, tal era el inmenso potencial que contenía. De hecho, sus ventas fueron subiendo de tal modo que en junio de 1968 recibiría una cabecera propia, Doctor Strange, manteniendo la numeración de la anterior. Eso sí, curiosamente el protagonismo en solitario le sentaría mal, puesto que apenas un año y medio después fue cancelada. El personaje, desde entonces, protagonizaría una trayectoria irregular, que incluiría su conversión en el líder de uno de los grupos de superhéroes marvelitas, Los Defensores, amén de recibir nuevas oportunidades en solitario.

Lo curioso es que, casi siempre, los resultados fueron espléndidos: el personaje parecía tener un imán especial para atraer buenos guionistas (Roy Thomas, Steve Englehart) y, sobre todo, maravillosos dibujantes. De estos últimos cabe destacar dos. A Gene Colan se debe el cambio de la atmósfera ingenuamente surrealista que le había dado Ditko en beneficio de un toque sombrío y tortuoso, alucinatorio, muy cercano al puro terror, no en vano pocos años después se consagraría a una colección inigualable titulada nada menos que La tumba de Drácula.

Con Frank Brunner, menos conocido, el personaje alcanzaría su plenitud. En apenas una decena de números, Brunner y su guionista Englehart (quien siempre reconocería la iniciativa del dibujante en el curso dramático de las historias) harían progresar al personaje más que en toda su trayectoria previa. En primer lugar, mataron al Anciano (quien acaba fundiéndose con la totalidad del universo, deparando una reflexión panteísta muy bien trazada, que se resuelve por medio de un conjunto de secuencias que despiertan una imborrable emoción), traspasando así su fuerza a su discípulo y convirtiéndolo ya en el definitivo Maestro. A continuación, lo sitúan ante un viajero del futuro que en su viaje hacia atrás en el tiempo se ha propuesto absorber toda la energía mística que ha generado la humanidad: con el progresivo aumento de poder, acaba sugestionado por el proyecto de convertirse en el mismísimo Dios —lo cual es símbolo de la propia tentación de Extraño de imaginarse a sí mismo como un dios— y reformular, a su modo, la Creación.

Portada de Dr. Strange por Frank BrunnerFinalmente, en su última aventura ha de enfrentarse a su propia muerte, pues el desprecio del miedo a morir da acceso al estadio final en el dominio de las Artes Místicas. Y el ejecutor, conocido como Daga Plateada, es nada menos que un antiguo cardenal del Vaticano, apartado del papado en el último instante, que se obsesiona con la idea de que Dios lo ha reservado para un empeño mayor: expurgar el mal del mundo. Y puesto que toda magia es demoniaca, el Doctor Extraño es el archienemigo del bien. Por medio de este personaje (cuyo apariencia física es la de un severo hidalgo español, de cuerpo enjuto y mirada ceñuda, como una inquietante subversión de don Quijote), Englehart y Brunner realizan un terrible retrato del fundamentalismo: de ahí que, en el final, Daga Plateada quede momentáneamente derrotado, pero no inerte, porque ya sabemos que es difícil que el fanatismo pueda morir alguna vez.

Los trazos naturalistas de Brunner, que se complacen en un detallismo hiperrealista, hacen más inquietantemente creíbles que nunca esas dimensiones, esos personajes demoniacos que Ditko había inventado bajo un prisma deliciosamente naif. Leer sus números supone una de las experiencias más fascinantes que ha deparado el tebeo de superhéroes en toda su historia: la densidad de las ideas que propone, además, cuestiona la facilidad con que se despacha este género como propio de niños, adolescentes y eternos adolescentes. Por ello, para mí siempre la mera evocación del nombre del Doctor Extraño anticipa placeres inquietantes y bizarros, mundos maravillosos y terribles, al par que remueve de modo malsano ese fondo subterráneo de conocimiento primordial que sin duda late en todos nosotros. De no ser porque los poderosos Vishanti nos protegen, quién sabe a qué oscura dimensión nos llevaría la lectura de sus aventuras.

El Doctor Extraño de Steve Ditko

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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8 respuestas a El Doctor Extraño, Maestro de las Artes Místicas

  1. Rik dijo:

    Querido amigo.
    Tu artículo, tan bueno como siempre. Pero a mí la Marvel me deja frío.
    Te obsequio con estas líneas de HPL, La ventana en la buhardilla (The gable window). Nos vemos en Arkham, a orillas del río Miskatonic, donde has heredado de tu primo fallecido una propiedad deteriorada muy peculiar, provista de «una gran ventana redonda, con un curioso cristal opaco, del que simplemente había dicho que era una antigüedad muy valiosa, descubierta y adquirida durante su estancia en Asia. Se refirió a ella en una ocasión como «el cristal de Leng»…
    Entiendo que has heredado una ventana a otro mundo, y además, una envidiable biblioteca donde no faltan «los Manuscritos Pnakóticos, el Texto de R’lyeh,(…etc) y, cómo no, una copia fotostática del Necronomicon, de un árabe llamado Abdul Alhazred…»
    Por si no fuera suficiente, te ha legado inquietantes anotaciones cuya lectura es alucinatoria:
    «…seres que no hubiese podido imaginar en mis peores sueños. En su mayor parte estas criaturas eran imposibles de describir; eran aladas, semejantes a murciélagos del tamaño de un hombre; vastos y amorfos cuerpos, llenos de tentáculos, que parecían a primera vista pulpos, pero definitivamente más inteligentes que un pulpo; seres con garras, mitad hombres, mitad pájaros; cosas horribles, con cara de batracio, que caminaban erectas, con brazos escamosos y de un color verde claro, como el agua del mar. Había seres humanos más reconocibles, aunque distorsionados; hombres con rasgos orientales, atrofiados y enanos, que vivían en lugares fríos a juzgar por sus ropas, y había una raza nacida de repetidos cruces, con ciertos caracteres de batracios, aunque indiscutiblemente humanos. Nunca pensé que mi primo tuviese tanta imaginación».
    José Miguel, creo que tu herencia alucinante deberías compartirla. Juro por los Primordiales que guardaré el secreto.
    Cordiamente, etc.

    • Hola, Rik. ¿Te deja frío Marvel… o DC y el cómic de superhéroes en general? El matiz es importante, claro. Si es el segundo caso, entiendo que es un género en el que resulta difícil entrar si uno no se ha rendido a él en determinada edad, porque sus convenciones muchas veces suponen una barrera impenetrable para el nuevo lector. En cualquier caso, los mejores tebeos de Marvel merecen mucho la pena, y los que no, confieso que los leo también por placer porque son ya muchos años haciéndome compañía. Por cierto, que «Doctor Extraño» es el tebeo Marvel más cercano al espíritu de nuestro admirado H. P. Lovecraft, no en vano alguno de los guionistas se inspiraron en el Solitario de Providence para algún que otro cómic.

      Un abrazo.

      • Rik dijo:

        Te contesto. Me dejan fríos los comix de superhéroes en general. Bien dices: o entraste a ese mundo a una edad, o hay una barrera.
        Tal vez es una cuestión de indumentaria: me gustaban más los sombreros que las capas.
        En mi infancia yo no me ataba la sábana al cuello a modo de capa; me ponía una toalla en la cabeza como un casco de astronauta. Mis héroes… la Apolo XI… ¡pisaron la Luna! Y Spock era mi profeta.
        Y le robaba el sombrero a mi viejo, y gangoseaba dientudo, como Bogart en «El halcón maltés».
        En cuanto al comix, recuerdo con amor a Dick Tracy, Spirit y Rip Kirby, tipos duros con sombrero; no volaban, pero me hacían volar.
        Me hacía volar el sombrero del hoy olvidado Robert Stack en la maravillosa serie «Los Intocables».
        También volaba el sombrero del chino malvado que casi decapita a James Bond.
        Me gustaría una reseña de un héroe con gorra de marinero, el comix (quizá) que nadie ha conseguido superar: Corto Maltés.
        PD: Vivo en un mundo de capa caída, pero recuerdo la capa negra con forro rojo de Drácula/Christopher Lee, con su castillo de cartón-piedra y sus acólitas pechugonas.
        Gracias por escucharme.

  2. ¡Compatibles los sombreros con las capas! Te lo dice otro amantes de los primeros: de los sombreros de cow-boy y de los que lucían los gángsters, tanto en el cine negro de Hollywood como en el polar francés (Delon ajustándose el suyo como un ceremonial en «El silencio de un hombre»…). Incluso el sombrero-boomerang de Oddjob en «James Bond contra Goldfinger», no digamos ya el de mi entrañable Drácula/Christopher Lee. Pero ay las capas, no la de Superman (héroe aburrido donde los haya) ni la de Batman (tampoco frecuentado en el cómic, de ahí que te dijera la diferenica, para mí, entre Marvel y DC), pero sí la del… Doctor Extraño. Buenas noches.

    • Rik dijo:

      Sí, y el sombrero de Shane, y los de los 7 magníficos, y el de Delon, del que ya hemos hablado. Y los cascos de los samurais, y la capa de tantos caballeros solitarios…
      Pero no me has contestado: Te sugiero respetuosamente como tema a Corto Maltés.
      Reconozco que a veces es algo pedante. Borges dixit: «el snobismo es la más sincera de las pasiones argentinas».
      Corto evoca más al adolescente rebelde que llevamos dentro que al niño que siempre seremos (por fortuna). Pasa el tiempo y con Corto sigo volando: Rasputín, la revolución china, el Amazonas, Samarkanda, Venecia… Hugo Pratt dibujaba con el mismo cariño a un fascista maldito que a una beldad mulata (e igual de mortíferos).
      Gracias por tu blog, amigo. Cariño por las cosas bien hechas, eso es cuanto pido.

      • Vaya, pues me pillas una de mis grandes cuentas pendientes. Nunca he leído «Corto Maltés», pese a las buenas expectativas que me produce este personaje. Lo apunto para mi lista de tareas pendientes para este curso (como buen profesor, yo cuento el tiempo por cursos escolares y no por años corrientes 🙂 ).

  3. Renaissance dijo:

    La única aproximación que tuve al Doctor Extraño fue gracias al tomo con el que completaron la colección de La tumba de Drácula en Editorial planeta, donde recopilaban los enfrentamientos que distintos superhéroes tuvieron con el chupasangre, y entre los que se encontraba el propio Doctor Extraño. Aún tratándose de un personaje establecido, con unos secundarios que desconocía, me pareció divertida y un protagonista tan alejado de los superhéroes de la editorial me parecía curiosa. Al menos, con lo disponible que estará el ejemplar con esto del estreno de la película, intentaré echarle mano en la biblioteca y poder conocerlo antes que a la versión de Cumberbatch.

    • Pues sí, en «Doctor Extraño» fue donde se clausuró el mundo de los vampiros en Marvel (hasta que los resucitaron, claro), uniendo así dos magníficas colecciones. Esa etapa aparece en el otro tomo que Panini ha publicado con el personaje y que es espléndida. Incluso, para quien no haya leído mucho de sus andanzas, yo casi lo recomendaría para entrar en su mundo antes que el volumen de Steve Ditko: y es que este es un dibujante que, por su estilo gráfico, puede parecer anticuado o ingenuo. Eso sí, una vez que uno se deja atrapar por él, es maravilloso. Y a ver qué tal está la película de Cumberbatch, que al final este ha sido un año con muchas películas de superhéroes, pero con menos alegrías de lo que esperábamos.

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