Trescientos no sólo eran los espartanos

El logo de 300

Aunque sea bajo la advocación del logotipo de una película por la que no siento ningún aprecio, mi blog alcanza esa cifra redonda de artículos: 300. Arrancaba este espacio un 12 de julio de 2012 con un comentario sobre la carrera de Hayao Miyazaki, director que ha sido un poco como mi tótem, al que he vuelto una y otra vez para ir desgranando poco a poco su maravillosa filmografía, y sobre el que me queda mucho por hablar. Desde entonces he ido sumando entradas, no con mera intención acumulativa aunque, claro, en poco más de tres años y tres meses, 300 parecen muchas. La apariencia externa del blog no ha cambiado mucho (vamos, no ha cambiado nada), lo cual indica o bien la jactancia del que piensa que todo está bien como está o el miedo del que es poco amigo de las variaciones temiendo, como le pasó a Wakefield, el personaje de Hawthorne, que un mero cambio de rutina altere de modo irremediable nuestro universo. De ahí que la imagen de portada del blog siga siendo la misma, un fragmento del cuadro Tránsito en espiral, de Remedios Varo, y que la tipografía y tamaño del título tampoco haya sufrido la menor variación. Por cierto que elegí en el último momento ese título, La mano del extranjero, que tomé de una espléndida película italiana que adaptaba un relato del mismo título de Graham Greene, y hoy ya ni recuerdo todos los otros que barajé, a tal punto me siento identificado con el escogido.

Desde el principio, he hecho de este blog mi crónica personal de lecturas y visionados (por tanto, también mi memoria: confieso que más de una vez debo releerme para recordar mi impresión sobre películas o libros que hace tiempo que he visto y leído), de ahí que la elección de temas sea del todo anárquica: a medida que me encuentro con algo que me gusta, escribo, sin trazar planes (salvo muy vagos…) del futuro. Pero es verdad que, aunque no haga planes concretos, siempre he tenido en mente una serie de autores, temas y obras predilectos sobre los que me gustaría hablar. Con muchos, ya lo he hecho, pero todavía me quedan al menos unos cuantos: por ejemplo, las novelas y películas surgidas del personaje de Tom Ripley creado por Patricia Highsmith o de los espías existenciales de John le Carré; el mundo literario de G. K. Chesterton, empezando por su obra maestra El hombre que fue Jueves; una comparación entre la genial novela de Stanislaw Lem Solaris y sus dos versiones cinematográficas; los años dorados de tebeos como Spiderman o La Patrulla-X; reseñas de obras literarias que en su día fueron fundamentales para mí y que tengo curiosidad en volver a leer: algunas del boom latinoamericano como Rayuela o Cien años de soledad, un epígono español de éstas (La saga/fuga de J. B., de Torrente Ballester), los clásicos de la aventura de Alejandro Dumas, comenzando por Los tres mosqueteros, novelones tan disímiles entre sí como Auto de fe de Elias Canetti o Grandes esperanzas de Dickens, empresas todas éstas demasiado largas como para pensar en resolverlas pronto…

Huty1913428Mi ilusión ha sido construir un espacio de encuentro para amantes de la ficción con intereses muy diversos, que puedan pasearse por él con tiempo y ganas de explorarlo a la búsqueda de intereses comunes, que no tengan por qué aceptar  todo su recorrido. Las «categorías» —esas etiquetas que figuran en la columna de la derecha y que agrupan las entradas por temas— indican que abundan las entradas sobre terror, ciencia-ficción, western o aventuras (de la ficción de género, en suma), así como las dedicadas a Marvel (mi debilidad personal), y que el cine comentado es, sobre todo, el de Hollywood. Pero quien curiosee por el blog podrá encontrar comentarios sobre escritores supuestamente más refinados (ellos no tienen culpa de los prejuicios culturalistas actuales) como Kafka, Elias Canetti, Shakespeare o Thomas Mann, para mí tan imprescindibles como Stevenson, Julio Verne, Sherlock Holmes o Spiderman. O sobre temas como el doblaje o la Historia (aunque, en este caso, los comentarios de esta sección versan sobre mitos y leyendas del medievo que constituyó el foco de mis estudios universitarios, del rey Arturo a los nibelungos o el Preste Juan) o incluso el arte… aunque este tema esté representado por una única entrada, sobre la pintora surrealista, y española, Remedios Varo.

Y siempre intento ser fiel al principio que enuncio allá arriba, cerca de la cabecera, en la pestaña Acerca de este blog: que no hay nada que a priori sea digno o indigno, que el autor más irritante puede haber realizado una maravilla, que el más valioso también puede equivocarse, que el cómic de superhéroe puede ser tan complejo como el cine de Stanley Kubrick (vale, esto no es difícil…), que a partir de determinado momento el lector o el espectador avezado se deja llevar mucho por la intuición. No soy original, claro, pero un blog permite un espacio de libertad sin límite: escribo en él lo que a mí me gusta leer a otros. Es decir, no una confirmación de lo que pienso, sino por el contrario, un estímulo para descubrir nuevas cosas o replantearme lo que creía de una obra conocida. Eso sí, como todos, me gusta compartir y sentir que otros comparten conmigo —y si lo saben expresar bien y de modo no solo complaciente, mejor— el amor por los mismos libros, las mismas películas. En ese sentido, si el cine permite la experiencia de incluir directamente a otros (y así amplificarlo) en el placer que se experimenta cuando una película nos gusta, la literatura (y un blog es literatura) lo que permite compartir son los placeres indirectos: la referencia a la obra sobre la que estamos leyendo. Dos placeres distintos, por tanto, pero complementarios.

Hace poco, el cuestionario que me pasó la autora del blog Barrilete cósmico concluía con una pregunta acerca de las pautas que pueda seguir a la hora de elaborar las entradas. Como ya tenía en mente «celebrar» mi tricentenario con un poco de autobombo, me he reservado la respuesta para este momento. Esas pautas no son especiales, pero sí constantes (como toda pauta), porque es una forma de autoexigencia antes de publicar. En primer lugar, claro, hay que elegir un título que incluya la obra comentada y un calificativo que intente esbozar la perspectiva bajo la que voy a tratarla. Después, procuro comenzar con un párrafo inicial que resuma el contenido de la entrada y mi visión personal sobre el asunto que trata (no en vano, quien encuentre la página a través de su «portada» es eso con lo que se tropieza: con el título de cada entrada y el primer párrafo). Hago una selección cuidada de las imágenes e incluso de su posición a lo largo de la entrada: de hecho, para que esa página de «portada» posea un determinado ritmo compositivo, voy alternando la situación a izquierda, derecha o centro en ese párrafo introductorio.

En el contenido, intento equilibrar la información —es muy probable que no se conozca el libro, película o cómic comentado y si quiero que alguien me lea necesito que tenga unas mínimas referencias: así, además, creo que se estimulará su interés por ir al original (es decir, intento hacer lo que funciona conmigo)— con el juicio personal, que al final es lo que motiva mi elección por el tema.

Las particularidades internas de WordPress (a las que, lógicamente, solo accede el autor de cada blog) ofrecen una de sus mayores curiosidades en la selección de estadísticas que contiene. Una de ellas es que permite saber cuáles son las entradas más visitadas, cuestión ésta que no deja de llamarme la atención, aunque solo sea para descubrir que muchas veces aquellas que más gustan a su autor, o que versan sobre alguna obra especialmente estimada, reciben menos atención que otras menos apasionadas. Como hice en mi celebración del bicentenario, voy a indicar a continuación —y así, claro, invito a visitarlas: todo lo demás ha sido una excusa para adornar esta invitación— cuáles son, a día de hoy, las que componen mi top five.

Cartel de la anunciada Alice Through the Looking GlassAlicia en el País de las Maravillas y el cine (III). A día de hoy, es la entrada más visitada de mi blog, duplicando a la anterior… que es la segunda entrega de esa serie. Lo irónico es que mi comentario más leído esté centrado en una película que me gusta poco: indica, ante todo, el interés por la inmortal creación de Lewis Carroll y, no se puede negar, por esta muy taquillera visión que de la misma dio Tim Burton, y de la que dentro de poco se estrenará una secuela. Burton, con su astucia habitual, jugó a satisfacer a tres tipos de espectadores: los atraídos por su propio nombre (la película, es cierto, desborda su look habitual… aunque a mí ya hace mucho que me cansó); los admiradores del personaje original (pues hay que reconocer que, por desaprovechado que esté, nos encontramos con un curioso planteamiento crepuscular, que parte de una Alicia ya adulta que descubre que ese país que ella creía un sueño de la infancia es un lugar real… que la necesita desesperadamente); y los fans de ese cine fantástico-familiar centrado en espacio mágicos recreados completamente de modo digital que se ha puesto de moda tras el éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos. Francamente, convertir la fábula de Lewis Carroll en otro capítulo de Las Crónicas de Narnia (es decir, la imitación de una imitación), a mí me parece un fastidio. Pero a muchos otros, está claro, les gusta. Por lo demás, en ambas entradas sobre Alicia también se habla de otras versiones, del clásico de Disney a la transgresora variante del checo Jan Svankmajer pasando por obras claramente inspiradas en ella como Los mundos de Coraline.

Gattaca: no hay gen para el espíritu humano. En el bicentenario, este comentario ocupaba el segundo lugar; caer al tercer escalón del podio tampoco está mal. Sigue pareciéndome una de las cumbres de la ciencia-ficción contemporánea, y creo que la sublime atmósfera de melancolía (para la cual son esenciales la música de Michael Nyman, el estilizado y envolvente diseño de producción, y la mirada triste de Ethan Hawke en el papel de su vida) que desprende siempre la mantendrá en el puesto de honor que, de modo lento pero indiscutible, ha ido ocupando en los últimos años, después de la tibia acogida crítica y comercial que sufrió en su día.

Inteligencia Artificial: el niño-robot que quería ser Pinocho. Mi relación con Steven Spielberg siempre ha sido de amor y odio, como se puede comprobar en las numerosas entradas que le he dedicado en este blog. Sin cuestionar nunca su pericia como narrador, por desgracia demasiadas de sus películas (que en días tal vez de perdida inocencia cinéfila me parecieron estupendas) hacen insufribles magníficas premisas de partida por su muchas veces erróneo concepto de «lo clásico» y, en especial, por la subordinación de estupendas tramas fantásticas a la difusión del concepto de que «no hay nada como la familia». Por eso, Inteligencia Artificial me sigue llamando tanto la atención: porque, de modo inesperado, parece destruir esa confortable idea en beneficio de una visión desolada de la necesidad del vínculo maternal, a través de la historia de ese niño-robot programado para querer sin límite a una madre humana que lo ha dejado de lado como un juguete anticuado. Ah, pero un día le leyó al juguete el cuento de Pinocho…

El mundo y más allá, de Remedios VaroRemedios Varo o la pintura como alquimia. Nada tan grato para mí como descubrir que este artículo (relativamente tardío: es el nº 145) ha alcanzado la quinta posición. Descubrí a esta pintora, tan poco conocida en nuestro país —ante todo por la escasa presencia de obra suya en los museos patrios—, en mi única visita a México, el país donde se exilió tras la guerra civil, y caí fascinado por ese universo delicado y evanescente que es el resultado de que para la autora, cada cuadro es como una experiencia alquímica, plagada de símbolos y de recurrencias. Qué mejor alabanza que decir que a uno le gustaría entrar en sus cuadros y pasear por sus extraños paisajes, contemplar a sus misteriosas criaturas, experimentar su muy particular inversión de las leyes de la razón… Eso sí, solo por un rato: de lo contrario, uno corre el riesgo de convertirse en uno de los seres imaginados por Remedios Varo.

A continuación, voy a hacer una selección de varias entradas por las que siento un especial cariño, que son lo suficientemente antiguas como para interesar a quien haya descubierto este blog en los últimos tiempos y así pueda servirle de guía sumaria para internarse en su laberinto:

Antes de Star Wars fue La fortaleza escondida. Como la de Remedios Varo, esta entrada figura entre las más leídas del último año natural, lo cual indica el progresivo interés por la saga de George Lucas a medida que nos acercamos al estreno del séptimo capítulo. En ella recuerdo una de las más importantes (y confesadas) fuentes de inspiración del cineasta americano a la hora de idear su inolvidable La guerra de las galaxias. La estupenda película de samuráis, La fortaleza escondida, del maestro japonés Akira Kurosawa,  no es de las más conocidas de su carrera, pero quien se asome a ella descubrirá en ella el origen de esa espléndida idea de ir presentando tanto la épica trama como a los personajes principales (Leia, Luke, Han, etc.) a partir de las andanzas de dos humildes seres que nada tienen de combatientes y que a la fuerza han de jugar un papel secundario en la agitada peripecia que se avecina. Ah, y si el maestro jedi Obi-Wan Kenobi tiene nombre japonés no se crea que es por casualidad…

Joan Fontaine y Louis Jourdan, los inolvidables protagonistas de Carta de una desconocidaEn Viena, hacia 1900: Carta de una desconocida. Una de mis primeras entradas versó sobre esta excepcional joya del cine romántico basada en una estimable novela corta de Stefan Zweig que el gran director Max Ophüls convirtió en la película de su vida. Ambientada en una Viena que no es sino un espejismo borroso recreado en estudio, la película narra la historia del amor fascinado que una mujer siente, desde que lo conoce en su adolescencia, por un músico mujeriego al que consiguió tener por una sola noche, siendo olvidada después. Dueña de una imborrable delicadeza y con uno de los mejores finales de toda la historia del cine, como corresponde a toda obra maestra, cada revisión nos plantea nuevos interrogantes: de la revalorización de su simpático canalla masculino a la crítica hacia su abnegada (e innominada, como buen símbolo de su insignificancia) protagonista, porque ¿basta con que convirtamos a alguien en objeto de amor absoluto para que éste deba estar obligado a correspondernos de la misma manera?

Lovecraft, biografía y autobiografía. Otro de los grandes protagonistas de este blog, ya sea personalmente o a través de las múltiples ficciones que, de un modo u otro, lo toman como referencia, es el llamado «solitario de Providence», el contradictorio, patético y fascinante H. P. Lovecraft, ese escritor de cuentos fantásticos que debieran ser malos… y que, sin embargo, supo bien que la clave de todo relato de ese género no es su trama sino su atmósfera. Y pocos autores han tenido su capacidad para envolver al lector desde el corazón de una página con las sugerencias más turbias.

Guillermo Brown el travieso, el proscrito, el genial. Cada vez que puedo (y aunque la referencia que surge al paso sea muy lejana…) hablo de este personaje, por desgracia cada vez más olvidado, que tanto marcó los días de mi infancia, y la de muchos que lo conocieron antes que yo. La «saga» de Guillermo Brown cuenta las peripecias cotidianas de un niño inglés que no se resigna a que el mundo sea ordenado, tranquilo, «adulto», y lo rehace a cada dos por tres, sin olvidar nunca (y he aquí la clave para comprender el éxito de esta creación) que ese mundo ordenado y tranquilo de las personas mayores admite muy mal las reformulaciones infantiles. Una joya, que quien descubre no olvida jamás.

Portada de Adriano VII en El ojo sin párpado, de SiruelaEl papa apócrifo y el falso barón. Otro comentario muy antiguo es este que dediqué al inesperado descubrimiento de una de esas novelas que de verdad merece el calificativo de «obra de culto»: por rara, por poco conocida… y por memorablemente malsana. Se trata de Adriano VII, la historia de un papa apócrifo que escribió uno de los escritores más extraños y patéticos de todos los tiempos, un inglés llamado Frederick William Rolfe que se dio a sí mismo el improbable título de Barón Corvo. Católico converso, expulsado del seminario de Roma, grandilocuente, homosexual, arrastrado a una progresiva degradación que lo llevó a morir en Venecia en el estado más lastimoso (y de modo estremecedor, no mucho antes Thomas Mann había publicado su famosa nouvelle). La novela ya divierte como mero ejercicio de política-ficción ambientado en el Vaticano, pero, sobre todo, perturba al leer sobre el autor —en especial, el excelente libro de búsqueda que A. J. A. Symons, también comentado aquí, escribió su acercamiento a la vida de Corvo— y descubrir que pocas veces como en las páginas de este libro un hombre pudo hacer realidad el fruto desquiciado de unos sueños que no pudo cumplir jamás.

Nicolas y Alejandra: la Revolución vista por los zares. Precisamente porque mi trabajo es enseñar Historia, el llamado cine histórico me pone nervioso, y es que en una película no me interesa tanto su rigor (tantas veces confundido con aburrimiento…) como su coherencia dramática, aunque su parecido con la realidad sea cuestionable. Pues bien, Nicolás y Alejandra, película descubierta tardíamente, responde a esta última categoría: esta crónica de los últimos zares especula, por supuesto, con unos caracteres y unos sentimientos que pueden ser y no ser tal como se nos cuenta aquí, pero tiene el mérito inaudito de hacer creíbles a unos personajes «reales» que tuvieron la desgracia de disfrutar de una posición excepcional cuando lo que mejor habrían sabido hacer es vivir unas vidas corrientes. Una película injustamente menospreciada, primero, y olvidada, después.

Metrópolis, de Ferenc Karinthy: pesadilla para un urbanita. Una de las cosas que más me gusta encontrar en una obra es su capacidad para dejarme un regusto agrio: una obra que me moleste, que la lea (en este caso) y tenga que dejarla reposar una y otra vez antes de reemprender la lectura, que turbe mis expectativas. Metrópolis (errónea elección de la editorial para el título español: ni el original se llama así ni recuerda en absoluto a la famosa película de Fritz Lang) cuenta la terrible pesadilla de un lingüista que va a parar a una ciudad aparentemente inacabable y superpoblada cuyos habitantes hablan una lengua que a él, experto en múltiples idiomas, le resulta absolutamente incomprensible. Thriller abstracto, parábola de la incomunicación, irónica mirada sobre el totalitarismo (Karinthy pasó casi toda su vida sufriéndolos a derecha e izquierda en su Hungría natal), reflexión sobre el hombre-masa tan propio del siglo XX, he aquí una novela alucinante y alucinatoria que recomiendo a todo buen amante de la literatura.

Siempre se vuelve a Casablanca. Y concluyo con el clásico de clásicos, esa película típica que uno cree conocer de memoria porque la ha visto infinidad de veces, y que incluso está convencido de que se sustenta sobre tópicos bastante comunes… pero que a los pocos minutos te ha vuelto a atrapar con su magia y te sorprendes sintiendo lo mismo que su ya inmortal protagonista Rick Blaine. Cómo no emocionarse todavía con el momento en que, con un leve gesto de asentimiento, permite que su orquesta toque la Marsellesa ante las mismas narices de los nazis, para que toda la presuntamente cínica clientela del Café Americano se levante para cantar ese himno a la libertad sin importarle estar enfadando a esos tiranos de la esvástica…

Curioso y desconocido poster de Casablanca

Del mismo modo que sucede con este film, y perdón por la pretensión, quisiera creer que mi blog acepta la entrada y la reentrada de quienes quieran visitarlo, esperando todavía encontrar alguna sorpresa en este mar de artículos. Y que siga así hasta el próximo centenario, espero.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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11 respuestas a Trescientos no sólo eran los espartanos

  1. rexval dijo:

    Enhorabuena, José Miguel, muena cifra y muy peliculera, que el otro día la pasaron por la tele: los musculosos y fornidos 300 espartanos que salvaron Europa. Bromas aparte, quería felicitarte por tu trabajo, muy profesional y que merecería ser publicado en forma de libro. A menudo las reseñas suelen ser muy cortas o las ha hecho vete a saber quién sin haber leído el libro o visto la peli. Este no es tu caso. Eres enciclipédico en el buen sentido de la palabra. Muy completo y de agradable lectura. Yo te visito todos los días y te tengo entre los «elegidos» junto a dos o tres blogs más.

    Pues eso, ya te envío otro rollete cuando llegues a los 500, superando el 400, que me recuerda a los golpes de Truffaud.

    Un fuerte abrazo y muchas gracias por los buenos momentos que me haces pasar.

    Regí

    PD. Tenías razón. Estoy leyendo a Kipling – El libro de la selva – en edición bilingüe y me está gustando. En cierto modo me recuerda a Jack London y sus historias de lobos, pero sin tanto frío.

    • Muchas gracias a ti, Regí, por ser fiel lector… y por no cansarte de tantas letras en una sola entrada, que tal como andamos hoy con el tiempo tiene un notable mérito. Lo de la referencia a la peli era obligado porque sabía que la mejor imagen que encontraría en la Red con el número 300 sería su logotipo. Y bienvenido al mundo de Kipling: lo de que es como Jack London pero sin tanto frío está muy bien jeje.

  2. boskowalski dijo:

    Felicidades José Miguel, no se como te encontré buscando información sobre Porco Rosso y me suscribi en cuanto ojee algunas de tus otras entradas.

    Por las 300 y las que nos quedan. ¡Gracias y enhorabuena!

  3. Renaissance dijo:

    Enhorabuena por las 300 entradas, y espero que estas sean solo una cuenta más de las próximas que vendrán.
    Solo en este blog pude encontrar artículos que hablan de ficción, como tal, sin distinguir por criterios arbitrarios sobre lo que cuenta como nivel y lo que no, sino lo que te gusta. Y donde lo mismo puedo encontrar una entrada sobre Stevenson, que el Sherlock de Miyazaki, pasando por la historia de la Marvel.

    • Ahí está la clave. Por mucho que haya críticos «jueces» que pretendan revestir sus opiniones de una exquisita objetividad, las opiniones sobre arte, cine, literatura, etc. se basan y se basarán siempre en la propia subjetividad de cada uno. Lo que hace valiosas esas opiniones para los demás no es la coincidencia absoluta, sino la capacidad de comunicar a los demás tus razones para alabar algo, de tal modo que, cuando no se está de acuerdo al menos nos abra otro ángulo de valoración y cuando no se conoce la obra elogiada entren ganas de conocerla. Es lo que a mí me funciona con las opiniones ajenas, y en la medida en que puedo, es lo que quiero transmitir en este blog. Si encima se aman cosas comunes, mucho mejor.

      Muchas gracias por tu felicitación, Renaissance, y que tú sigas entre esos lectores del futuro. ¡Un beso!

  4. Ángel Hernando dijo:

    Enhorabuena José Miguel por este logro. Es un placer poder intercambiar opiniones e ideas sobre las cosas que nos gustan, el cine, los libros. etc.
    Coincido en tu apreciación de Nicolás y Alejandra, una crónica de unos seres trágicos e incapaces, desbordados por los acontecimientos. Es que se trata de un film de un director muchas veces magnífico y no suficientemente valorado como Franklin J. Schaffner, si es que alguien se acuerda de él. Aparte del icónico El planeta de los simios, podríamos nombrar The Best Man, El señor de la guerra, una película tan elegíaca como La isla del adiós y también Patton (sostenida por un memorable George C. Scott) o Los niños del Brasil (mejor de lo que se dijo en su tiempo). Incluso una nadería como Mi doble en los Alpes resulta agradable.
    ¡Qué maravilla Carta de una desconocida, la obra cumbre de Max Ophüls! Poco más hay que decir de ella.
    Con respecto a Spielberg, hay de todo, incluso dentro de una misma película. Cierto es que a veces le pierde un sentimentalismo excesivamente empalagoso y esa sensación, que se podría achacar también a otros directores, de querer hacer siempre la película «definitiva» del tema correspondiente. Podríamos comentar más cosas de él en una próxima entrada.
    Desde hace un tiempo esta de moda, entre algunas corrientes críticas, decir que Casablanca es una película sobrevalorada que tiene más de mito que de realidad. Pues bueno…Será que se ha incorporado plenamente a la cultura popular y eso no gusta. Pocas veces ha funcionado tan bien, y de manera tan milagrosa, la maquinaria de Hollywood.
    Felicidades otra vez.

    • La mejor definición de los personajes de «Nicolás y Alejandra» es justo esa, Ángel, son seres incapaces, desbordados por los acontecimientos, y por ello trágicos. Que inspiran compasión pero no simpatía, recuérdese: la ecuanimidad en el retrato es total. Y Schffner posee las suficientes grandes películas como para merecer una revalorización cierto.
      Muchas gracias por tu felicitación y espero seguir contestando por aquí a tus estimulantes comentarios. Un abrazo.

  5. Fdo dijo:

    300 Veces ¡felicidades! y otras 300 ¡gracias!

    Menudo compendio de escritos has logrado reunir en tan escaso tiempo…
    Las diferentes temáticas son en su gran mayoría de mi interés y leer esos artículos es siempre un placer; en realidad, un doble placer porque en casi todos ellos está presente el cine, y tus vivencias y opiniones a ese respecto son siempre harto interesantes para un empedernido ‘peliculero’ como yo soy.

    Que orgulloso estaría tu abuelo de saber que su biblioteca ayudó tanto a que te formaras literariamente y sembrara en ti esa semilla de amor por los libros que con tanto encanto de ti rebosa…

    Sigue así sin que el tiempo importe, José Miguel; deléitanos una y otra vez con esos párrafos sobre tus películas, tus autores, tus libros, tus tebeos… un caudal de gran fluido que nunca se te agotará.

    Y si un día así lo fuera, ahí están todavía esos magníficos carteles de cine firmados por nuestros compatriotas, esperándote para que nos cuentes sobre ellos, pues, a juzgar por la elección de ilustraciones que haces para tus artículos, creo que pasaría fácilmente a integrarse con esas otras maravillosas temáticas de tus predilecciones que en en las últimas ciento setenta y tantas semanas nos has ido regalando.

    Fernando

    • 300 veces muchas gracias a ti, Fernando, por tu presencia constante al otro lado de la pantalla y desde el principio. Como buenos «peliculeros» que somos, nos quedan muchas citas por compartir; en particular, te agradezco tus palabras de recuerdo por mi abuelo que, en efecto, y como yo mismo constato de las veces que lo cito, fue «el que lo empezó todo». Y sobre los carteles, yo creo que esperan a un verdadero conocedor de la materia y no solo a un admirador como yo: no digo ná…

      Un abrazo.

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