Los impacientes se lo habían ido perdiendo, hasta que se corrió la voz: había que esperar a que finalizaran los larguísimos títulos de crédito de las películas de Marvel Studios, porque incluían una especie de epílogo que hacía las veces de anuncio de otra película de héroes, y sin que tuviera que ser precisamente la secuela de la que acababa de concluir. Comenzó en Iron Man (2008), en cuya escena final aparecía por primera vez Nick Furia para hablarle a Tony Stark de la Iniciativa Vengadores. En El increíble Hulk (2008) era esta vez Stark quien solicitaba al general Ross, el perseguidor de La Masa, que abandonara su persecución del coloso esmeralda para unirse a la misma Iniciativa. Iron Man 2 (2010) concluía con la impactante imagen del martillo de Thor clavado en el suelo cual espada Excalibur. Precisamente en Thor (2011), Furia enseña al doctor Selvig, científico especializado en los contactos estelares, un maletín con el Teseracto, artefacto de incalculable poder que enseguida aparecerá en la película del abanderado, ignorantes ambos de que Loki, el malvado hermano del dios del trueno, también acecha. Por último, en Capitán América: El primer vengador (2011), el director de SHIELD intenta reclutar al recién despertado héroe para salvar el mundo. Tenía que ocurrir, los anuncios eran claros (el final del final de Capitán América incluye una especie de tráiler). Marvel Studios estaba preparando la película que uniera a los grandes pesos pesados del Universo Marvel en un gran crossover que no sólo rematara con coherencia el trasvase al cine de los tebeos (es decir, que uniera, como en el papel, las trayectorias de todos para formar el supergrupo de Los Vengadores) sino que supusiera el aldabonazo definitivo del proyecto iniciado años atrás. Y se saldó con éxito atronador (nunca mejor dicho): Los Vengadores (2012) se convirtió en el título más taquillero de la franquicia y elevó la espectacularidad de los efectos digitales un peldaño más alto aún.
«¡Y entonces llegó el día, un día diferente a cualquier otro, en que Los Héroes Más Poderosos de la Tierra se unieron frente a una amenaza común. Así nacieron los Vengadores, para combatir a aquellos enemigos que ningún héroe podría vencer en solitario!» Con esta entradilla llevan publicándose varias décadas los tebeos que componen la serie The Avengers. Su nacimiento fue muy sencillo: Stan Lee, el creador de casi todos los personajes clásicos de la editorial a principios de los 60, tuvo la idea de reunir a los principales héroes de la casa (todavía pocos) en una sola colección con la esperanza de atraer a sus lectores respectivos y conseguir un éxito de ventas. Solo quedó fuera Spiderman, según el mismo Lee porque su idiosincrasia individualista difícilmente pegaba en una serie de equipo, según otros expertos porque era el único de los personajes elegidos que no había sido dibujado regularmente por Jack Kirby, la otra «mitad» de la Marvel primigenia y el hombre elegido para la nueva colección.
El número 1 de Los Vengadores llevó la fecha de portada de septiembre de 1963, lo cual indica que su publicación tendría lugar un par de meses atrás, al principio del verano. Su formación inicial estaba formada por el Hombre de Hierro, la Masa, Thor, la Avispa y el Hombre Hormiga (que luego cambiaría muchas veces de alias: el Hombre Gigante, Goliat o Chaqueta Amarilla). Pocos números después, el 4, reapareció el Capitán América, personaje rescatado de un par de décadas atrás, con el cual se completó la primera e histórica alineación del grupo. Desde ese momento, la serie se convertiría en una de las colecciones insignia de la editorial, conformando una suerte de escaparate estelar del Universo Marvel, en el que tuvieron lugar algunas de las aventuras más espectaculares de la colección (la guerra kree-skrull, el enfrentamiento Vengadores-Defensores, la Saga de Korvac), y siempre bajo una premisa harto atractiva: la continua entrada y salida de miembros, otorgando a la serie un notable dinamismo y una evidente capacidad de renovación por mucho que los miembros fundadores siempre constituyeran algo así como la «aristocracia» de la Casa de las Ideas y rara fuera la etapa en que más de uno de ellos no reforzara la nueva formación, para otorgarle una mayor prestancia.
Soy viejo lector de la Casa, cuya trayectoria, salvo alguna excepción puntual, dejé de seguir hace década y media: no estoy al día de la evolución actual de los personajes, aunque sí al tanto de las continuas «reactualizaciones» que han sufrido, como es lógico en series que llevan perdurando ya desde hace medio siglo. Pero en los últimos años, el Universo Marvel me ha deparado un nuevo y apasionante comienzo, desde otro medio distinto a las páginas de los tebeos. Desde que hombres ligados a la misma editorial se hicieron con las riendas de sus propios superhéroes (después de que las primeras películas fueran confiadas a otros estudios, de ahí que, por ejemplo, la franquicia X-Men esté en manos de la Fox) y se creara el sello Marvel Studios, la gran pantalla ha visto cómo se realizaban en cascada toda una serie de películas centradas en los personajes clásicos que, respetando en la medida de lo posible el «viejo» origen de aquéllos, les ha dado el necesario barniz de renovación, para a continuación desarrollar un estupendo sentido de la continuidad de unas películas (divididas en series: Iron Man, Thor y el Capitán América son las principales) a otras. No en vano, una de las señas de identidad que hizo diferente a Marvel fue esa ligazón entre todas sus colecciones, entre todos sus héroes —al contrario de los personajes de la casa rival, DC, los Superman, Batman o Wonder Woman, cada uno aislado en una ciudad imaginaria distinta—, creando la sensación de que vivían en un mismo universo.
El éxito de las películas protagonizadas por los mencionados personajes fue haciendo viable, de film y en film, la unión de todos ellos, como había sucedido en la Marvel matriz, en una película común, que incluso fue anunciándose —al modo de los títulos de la franquicia James Bond— en el final de los créditos de cada nueva entrega. Se fue generando así una considerable sensación de expectativa, que por fin cristalizó en el estreno de Los Vengadores en la primavera de 2012. Con un éxito apoteósico: el film de superhéroes de mayor recaudación hasta ese momento y uno de los más taquilleros de todos los tiempos.
Que Los Vengadores está concebida para aquellos que habían visto las previas entregas de sus protagonistas —con la idea de que esos espectadores, a su vez, arrastren a otros distintos, lo cual hay que pensar que se logró sobradamente— es claro. En concreto, se mantiene la continuidad con los títulos estrenados a lo largo del año anterior, 2011, esto es, el primer Capitán América y el primer Thor. Del primero porque se toma el todopoderoso artefacto que se disputaban en él, ese artilugio que en los tebeos se llamaba el Cubo Cósmico y en las películas el Teseracto, además de contar la inserción del Capitán en el siglo XXI después de despertar de su largo sueño desde los años de la Segunda Guerra Mundial. Del segundo se retoma al mismo y estupendo villano, Loki, lo cual, además, constituye un simpático guiño a los viejos marvelitas: no en vano fue la pelea contra el Príncipe de las Mentiras lo que propició la unión de los Vengadores en el ya antiguo año del señor de 1963. Además, el actor Tom Hiddleston brinda, otra vez, una interpretación de lo más carismática, que disimula el hecho de que no se entiende muy bien cuáles son las motivaciones que lo guían a lo largo de esta historia.
Los Vengadores se inicia con una primera y magnífica escena que tiene la virtud de dejar bien sentado el motor argumental desde el primer momento: el Teseracto es un objeto de incalculable poder que, al mismo tiempo que una formidable fuente de energía, permite abrir un portal a cualquier lugar del espacio. Estudiado en el cuartel subterráneo de SHIELD, la agencia de espionaje internacional liderada por Nick Furia, quien primero abre un portal es Loki (desde el exilio en que quedó después de Thor 1), portando un cetro en el que refulge una brillante joya con la cual se apodera de la personalidad del doctor Selvig, brillante astrónomo que también salía en la película del dios del trueno, y el agente Clint Barton, a quien sus compañeros apodan Ojo de Halcón, que también aparecía de modo episódico en el film sobre el dios asgardiano. Con ellos a su lado, Loki roba el Teseracto y destruye la base. Ante la gravedad de la situación, Nick Furia decide activar el Protocolo Vengadores y convocar un equipo de héroes, que estará formado por Iron Man, el Capitán América, Thor y la agente Natasha Romanoff, aparecida en Capitán América, aunque es aquí cuando recibe por primera vez su nombre de Viuda Negra, a los que hay que añadir a Hulk, reclutado con la excusa de que el doctor Banner, el mayor experto mundial en rayos gamma (los que lo convirtieron en el coloso esmeralda), es el único que puede rastrear la radiación de la misma naturaleza que delata al Teseracto. A estos cinco se añadirá, en cuanto rompe la posesión, el mismo Ojo de Halcón, ya con su distintivo manejo del arco y la flecha.
Una trama sencilla, pues Los Vengadores no está concebida para grandes complejidades argumentales ni psicológicas, sino que, bien al contrario, no esconde que es una gran fiesta para unir todas las series de la casa y deparar un espectáculo que deje pequeños los propuestos en todos los capítulos anteriores. De ahí que la gracia sea la interacción entre cada uno de los héroes —como marcan las convenciones heredadas del tebeo, incluso peleándose a modo de carta de presentación—, tal y como han sido dibujados sus respectivas series, en especial los tres «grandes»: la arrogancia siempre sarcástica de Tony Stark, alias Iron Man; la sencilla nobleza del Capitán América, caballero andante de otra época en un mundo que ya no es el suyo; la altisonante majestuosidad de quien, en su hogar natal, se considera a sí mismo un dios, o sea, Thor, o los problemas del doctor Bruce Banner para controlar al monstruo de increíble fuerza, Hulk, que se esconde entre los pliegues de su yo externo. Parte del juego, claro, es el contraste entre unos y otros, en especial el que opone a las dos personalices más fuertes del grupo: la franqueza sin sutileza del Capitán América versus la supuesta complejidad de la personalidad de Tony Stark, un hombre incapaz de no soltar un sarcasmo o una gracieta cada vez que habla, para desconcierto del primero, amigo del discurso literal.
En cuanto a la Viuda Negra y Ojo de Halcón, los menos grandiosos por cuanto no poseen poderes sino habilidades adquiridas con entrenamiento, es evidente que se incluyen para brindar el contraste. En especial, la aparición del segundo es más bien irrelevante (ayudado por la sosería de Jeremy Renner, actor que confunde la hosquedad expresiva con la intensidad sobria), y habría que esperar a la secuela para que el personaje se «ganara» la necesaria relevancia, que no es otra que explorar su condición de ser el elemento menos excepcional, por tanto más humano, del grupo.
En el apartado interpretativo, unos actores destacan sobre otros. Samuel L. Jackson cumple lo que prometían sus episódicas apariciones previas: su enérgica personalidad no necesita el apoyo de ningún superpoder, si bien es de lamentar que el personaje de Nick Furia no termine de quedar bien dibujado (¿un líder nato que sabe cómo mover sus piezas en cada momento?, ¿un ambiguo manipulador que cambia de cartas según el lance del juego?). Chris Evans confirma la convicción demostrada en el primer Capitán América y sorprende, muy agradablemente, la elección de Mark Ruffalo como el tercer Hulk de la franquicia. Con su aspecto desgarbado, que denota a un hombre que hace mucho que vivió su mejor época, todo lo contrario de la incongruente galanura de los anteriores intérpretes del personaje (Eric Bana y Edward Norton), Ruffalo otorga la necesaria humanidad al involuntario anfitrión de La Masa. Por otra parte, es de aplaudir la decisión de los diseñadores del Hulk digital de modelar sus rasgos según los de Ruffalo. No es por nada, pero cada vez que el coloso esmeralda está en pantalla, el interés de Los Vengadores sube considerablemente.
Tanto el primer título como su secuela, curiosamente, están a cargo de un hombre con mínima experiencia en cine (una sola película) pero sí en televisión (creador de la famosa seria Buffy, cazavampiros): Joss Whedon, que también se encarga, por vez primera en el estudio, de firmar el guión. El guión, como he señalado, es sencillo, y se organiza en torno varias espectaculares set-pieces, todas rodadas con el encomiable propósito —raro en el cine de acción coetáneo— de permitir que el espectador pueda seguir el curso de los combates. Al ya comentado arranque hay que unir el combate que tiene lugar en el fabuloso helitransporte de SHIELD, una joya del diseño en los cómics, que debemos al gran Jack Kirby, y que en pantalla se plasma de modo no menos formidable.
Ahora bien, la joya de la corona del film es la apabullante pelea final de los Vengadores contra Loki y los monstruosos invasores estelares que ha hecho aparecer sobre el cielo de Nueva York con el Teseracto, una raza llamada los chitauri, que no procede de las series Marvel clásicas sino de la línea llamada Ultimate, encargada de la reactualización de los viejos conceptos. La secuencia es larguísima y consiste, lisa y llanamente, en la destrucción de media ciudad mientras los Vengadores aniquilan la amenaza. El espectador debe dejar a buen recaudo, eso sí, la conciencia crítica: que la espectacularidad tenga como corolario la destrucción de media ciudad… sin que, después, nadie parezca considerarlo una catástrofe que obligue a replantear al ser humano su relación con las criaturas excepcionales (y por supuesto, sin que se haga mención al obligadamente elevado número de víctimas). En cualquier caso, supone un tour de force increíble (al menos para los amantes del género), con una mención especial para la habilidad narrativa de Whedon: ese soberbio plano-secuencia, todo lo trucado que se quiera pero sin corte aparente alguno, en que la cámara va pasando de uno a otro de los Vengadores para subrayar que, por fin, nace un equipo, es una buena muestra. Una estupenda conclusión para un film que, comprendida su esencia, deja el mejor sabor de boca.
Vengadores: La era de Ultron (2015) no arranca directamente del previo capítulo, pues entre medias Iron Man, Thor y el Capitán América han estrenado nuevas entregas (en el caso de los dos primeros, olvidables; en el último, excelente). De Capitán América: El soldado de invierno (2014) proceden los elementos que influyen directamente sobre la película de los Vengadores. El principal, que SHIELD, tan crucial en la primera, ha sido disuelta, tras descubrir un alarmado Nick Furia que la organización estaba infiltrada, desde sus mismos orígenes, por un grupo criminal paralelo llamado Hydra. Pero sobre todo, la continuidad se nota en la familiaridad con que van apareciendo los múltiples secundarios de las distintas series (incluyendo héroes secundarios como Máquina de Guerra o el Halcón), de tal modo que solo faltan las novias de Stark y de Thor, Gwyneth Paltrow (que sí salía en el film anterior) y Natalie Portman. A ratos, resulta hasta agobiante, pues uno llega a confundir en qué película se encuentra realmente.
Como tantos segundos capítulos de diversas franquicias —el modelo siempre será El Imperio contraataca—, Vengadores: La era de Ultron juega la baza de desarrollar una mayor densidad psicológica en el dibujo de unos personajes que ya se consideran sobradamente presentados y, sobre todo, en el «oscurecimiento» del tono. Así, el resultado de la primera secuencia de acción es que la manipuladora de mentes cuya presencia no sospechan desata sus miedos y recuerdos más ocultos. En Stark, la consecuencia de la manipulación es que, sin advertirlo a sus camaradas, utiliza el cetro de Loki, rescatado de la base criminal que acaban de desmantelar, para crear un todopoderoso ser mecánico llamado Ultron, cuyo propósito es garantizar la seguridad de la Tierra (por ejemplo, de amenazas como los chitauri), pero que tomará la directiva del modo más radical: provocando una evolución en la especie dominante en la Tierra, de tal modo que la máquina desplace al hombre.
En los tebeos, Ultron era uno de los enemigos clásicos del grupo: un robot con personalidad propia y un odio maniaco hacia los Vengadores, cuya peligrosidad se inicia por el cuerpo de indestructible adamantium (el metal más poderoso de la Tierra), y que fuera creado por el el doctor Hank Pym, alias de el Hombre Hormiga o de Chaqueta Amarilla (y hasta ahora sin inclusión en este Universo Marvel del cine: en verano, llegará, pero como secundario, en la película dedicada a la primera de sus personalidades). Con inteligencia, Whedon, guionista en solitario, hace que su creador sea ahora Stark, el mayor genio inventor de artilugios mecánicos de la Tierra.
Como es lógico, el guión presenta nuevos héroes destinados a ingresar en el grupo. Dos de ellos militan inicialmente al lado de Ultron, hasta comprender su error: son los gemelos conocidos como la Bruja Escarlata y Mercurio, aunque aquí solo se los llama por su nombre de Wanda y Pietro Maximoff. El tercer superhéroe en hacer acto de presencia es uno de los personajes más fascinantes de la serie original, el androide conocido como la Visión, cuyo origen combina la fidelidad a los tebeos (la implicación de Ultron en su creación) con una novedad francamente conseguida: quien acabará proyectando su consciencia en el cuerpo altamente evolucionado que ha diseñado Ultron será Jarvis, el programa informático (o sea, una voz, la del actor Peter Bettany) que desde el primer Iron Man era el fiel ayudante cibernético de Tony Stark. Y una de sus primeras acciones, tan pronto adquiere su cuerpo autónomo, con su evolucionada personalidad, será salvar la vida de la Bruja Escarlata en el combate final: en los cómics, recuérdese, acabaron casándose, formando una de las parejas más conocidas del Universo Marvel.
Al contrario que en el primer título, Whedon se preocupa en esta ocasión por desarrollar la descripción de los personajes y sus relaciones, sobre todo entre aquellos sobre los que más libertad posee, es decir, los que no tienen franquicia propia. Así, dibuja una relación sentimental (creo que inédita en los cómics) entre Bruce Banner/Hulk y la Viuda Negra, que resulta muy coherente (ella es quien sabe cómo estimular a su otro yo para conseguir lo inaudito —que un monstruo rabioso trabaje con un objetivo y en equipo— y luego cómo serenarlo para revertir la transformación). Del mismo modo, se dedica un mayor espacio a Ojo de Halcón, revelando su faceta cotidiana (tiene mujer e hijos, que viven de incógnito en una granja recóndita), consiguiéndose que funcione, y muy bien, como el eslabón de los superseres con el mundo «normal». Lástima que Jeremy Renner esté tan soso como en el capítulo previo…
Vengadores: La era de Ultron revela una paradoja. Por un lado, es un film con mayor interés dramático que el anterior, tanto por su ya señalada creatividad con los personajes como porque el personaje de Ultron (aun de modo apresurado, claro) hace honor a la galería de máquinas demasiado humanas del género de ciencia-ficción que amenazan a la humanidad considerando que así la mejoran. Por otro, es mucho más irregular en su interés (todos los elementos tardan mucho rato en armonizarse entre sí) y la realización de Whedon es peor (por ejemplo, la pésima y caótica secuencia de apertura). Ahora bien, prueba de la fortuna de este Universo Marvel cinematográfico es el fácil grado de complicidad que consigue establecer con el espectador, y que en especial destaca a través del recurso al humor: es muy divertido el gag en el que todos los Vengadores tratan inútilmente de levantar el martillo de Thor… y luego la Visión lo consigue con notable facilidad (pues no es un hombre, y es un ser digno de portarlo). Vengadores: La era de Ultron se erige así en una película de lo más estimable y mantiene el interés por ir siguiendo las entregas de esta serie y de las demás.
FICHAS DE LAS PELÍCULAS
Título: Los Vengadores / The Avengers. Año: 2012.
Dirección: Joss Whedon. Guión: Joss Whedon; historia de Zak Penn y Joss Whedon. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Alan Silvestri. Reparto: Robert Downey jr (Iron Man), Chris Evans (Capitán América), Chris Hemsworth (Thor), Samuel L. Jackson (Nick Furia), Mark Ruffalo (Hulk), Scarlett Johansson (Viuda Negra), Jeremy Renner (Ojo de Halcón), Tom Hiddleston (Loki), Gwyneth Paltrow (Pepper). Dur.: 143 min.
Título: Vengadores: La era de Ultron / The Avengers: Age of Ultron. Año: 2015.
Dirección y guión: Joss Whedon. Fotografía: Ben Davis. Música: Danny Elfman. Reparto: Robert Downey jr (Iron Man), Chris Evans (Capitán América), Chris Hemsworth (Thor), Samuel L. Jackson (Nick Furia), Mark Ruffalo (Hulk), Scarlett Johansson (Viuda Negra), Jeremy Renner (Ojo de Halcón), Paul Bettany (Jarvis/La Visión). Dur.: 141 min.
Coincido con Los vengadores: la trama es simple, efectivamente, pero precisamente funciona muy bien. Habría sido bastante difícil que con todos los personajes principales que tienen que meter en una sola película no hubiera quedado caótica..aquí la solución de Whedon es muy efectiva, optando por la simpleza, jugar con el carisma de sus protagonistas y con los diálogos ingeniosos. También es cierto que vista a día de hoy, esa simpleza es más evidente, porque Loki tiene aquí las mismas motivaciones que un villano de folletín: dominar el mundo porque…porque…bueno, también vaya preguntas se hace la gente ¡Si es que lo quieren saber todo! Y sobre todo, que este último se defiende gracias al carisma que le aporta Tom Hiddleston, quien se adueñó del personaje desde su aparición en Thor (y al que por cierto, tengo ganas de ver en plan Roderick Usher en Crimson Peak).
La era de Ultrón tendrá que quedarse para la semana que viene, porque he decidido aprovechar tanto la rebaja de la fiesta del cine, como el hecho de que con un par de semanas de por medio el público se reducirá un poco. Un robot malvado no es suficente incentivo como para aguantar que un crío me tire palomitas encima…
Pos eso: Loki es un villano total porquesí, y nos lo creemos porque el actor hace que nos lo creamos. No sabía lo que era Crimson Peak, pero lo acabo de buscar y parece suculento: estaré atento en octubre. La era de Ultron ya tiene un argumento más complicado, claro, y quizá se tarda en entrar más tiempo que en la primera, pero creo que al final merece la pena. Y lo de los críos con palomitas, en Málaga ya entran directamente con burritos y otras cosas malolientes (lo vi hace años en México y me jactaba de que en España esas cosas no pasaban: pues toma!).