Los «verdaderos» Guardianes de la Galaxia

Primer número de la colección en solitario de los Guardianes de la GalaxiaDesde que comenzaron a llegar a los cines españoles los tráilers del nuevo producto veraniego de Marvel Studios, Los Guardianes de la Galaxia, no he podido sino preguntarme: ¿pero quiénes rayos son estos «guardianes»? La respuesta estaba, claro, en la década y media que llevo alejado del Universo Marvel, desde que a finales de los años 90 del siglo pasado me hartara de unos tebeos que, al menos por entonces, habían perdido cualquier independencia creativa por parte de sus autores y eran los expertos en marketing los que dictaban las historias y, en especial, esas insoportables sagas anuales que conectaban una docena de series para que el incauto tuviera que comprarlas todas durante varios meses. Estos nuevos Guardianes han surgido de una serie muy reciente que, supongo, habrá tenido la acogida suficiente como para merecer su trasvase a la gran pantalla. Pues bien, en ese espacio de la historia Marvel que conozco bien —gracias a las estupendas reediciones que primero Planeta y después Panini han ido publicando hasta el día de hoy— los Guardianes de la Galaxia nada tenían que ver con el equipo que ahora se pasea por las pantallas. Sí, los tales Starlord, Gamora, Drax el Destructor o Mapache Cohete (¿o no lo han traducido?) ya existían por entonces, pero como personajes de otras series. Los Guardianes de la Galaxia fueron un grupo de héroes espaciales de muy modesta trayectoria, que no calaron nunca en el aficionado pese al interés de su propuesta, y que por ello tal vez merecen un recuerdo. Para quien esté interesado, la editorial Panini está aprovechando para reeditar esas entrañables aventuras.

Los Guardianes de la Galaxia originales nacieron en septiembre de 1968, en el seno de una colección titulada Marvel Super-Heroes, una colección concebida como un cajón de sastre para probar futuros lanzamientos: por ejemplo, de ahí salió el personaje que había de portar el nombre de la casa, el Capitán Marvel. Los Guardianes debutaron en el número 18 (fecha de portada de enero de 1969, lo cual quiere decir que se distribuyó en la indicada líneas arriba, y no me pregunten el porqué de este absurdo…), y de ellos no se supo más en un lustro. Es decir, su estreno no debió de levantar demasiados comentarios.

El guión está firmado por Arnold Drake —si bien el mismo editor jefe, Stan Lee, tuvo un papel fundamental en el diseño de sus líneas básicas— y el dibujo se confió al gran Gene Colan, con entintado de Mickey Demeo (que luego firmaría sus trabajos con el más conocido nombre de Mike Esposito). El plot de la nueva serie la sitúa nada menos que en el 3007, cuando el Sistema Solar sufre la invasión de una raza de aspecto reptilesco conocida como los badoon. Esta raza había sido creada por el mismo Stan Lee varios meses atrás en la serie Estela Plateada y ya con las mismas intenciones invasoras: más de mil años después por fin conseguían su propósito, y al precio de exterminar a buena parte de la población de la Tierra y la práctica totalidad de las colonias que los terrestres han fundado en el espacio. Los Guardianes de la Galaxia, así, estarían formados por los tres últimos supervivientes de tres de esas colonias, más un representante, muy particular, del planeta Tierra. Unidos en este primer capítulo, asumen sobre sus espaldas, y de acuerdo con el nombre escogido, la derrota de los genocidas badoon… cuestión que quedaba para un futuro que tardaría varios años en llegar.

El nacimiento de los Guardianes de la Galaxia, por Gene ColanLos primeros guardianes fueron cuatro. Martinex (sí, el nombre, en los oídos españoles, parece más propio de un tebeo de humor), el último pluviano, o sea, plutoniano, de cuerpo cristalino —una fabulosa oportunidad de lucimiento para los buenos, y detallistas, dibujantes— para resistir las temperaturas extremas de ese cuerpo estelar que hace poco fue degradado de su condición de planeta, y que puede lanzar rayos calóricos o frígidos por sus manos. Charlie-27, el último joviano, de enorme masa para resistir la gran presión de la atmósfera de Júpiter y que venía a constituir el inevitable forzudo de todos los grupos de superhéroes de los 60. Yondu, superviviente de la colonia de Alpha Centauri-IV, caracterizado por una esbelta aleta desde la cabeza a la cintura, y cuya arma es un arco cuyas flechas «yaka» alteran su recorrido mediante un silbido lanzado por el arquero.

A estos tres hay que unir el personaje más interesante, el comandante Vance Astro, un humano del siglo XX enviado a la primera gran expedición a las estrellas, en concreto al sistema solar más cercano, el de la estrella Alpha Centauri, a donde, y de acuerdo con la tecnología coetánea, en un viaje que durará mil años. Para sobrevivir al sueño en animación suspendida de ese milenio, Astro es sometido a un cambio molecular que lo obliga a permanecer, para el resto de su vida, en el interior de un traje-prisión de papel de cobre. Irónicamente, durante ese largo sueño los terráqueos descubren la capacidad de viajar a la velocidad de la luz, de ahí que cuando Astro aterriza en un planeta de Alpha Centauri… encuentra allí una colonia humana que vuelve absurdo y estéril su tremendo sacrificio. Eso sí, al menos, esa transformación interior le ha otorgado un muy útil poder psiónico, que le permite lanzar poderosos rayos mentales.

Aunque en su momento (y creo que después) pasara desapercibido, con la creación del comandante Vance Astro, Marvel creó uno de los primeros superhéroes existencialistas de la historia, un hombre amargado por la terrible ironía de ver trivializada su condición de pionero espacial, para lo cual pagó el precio de perder su humanidad, es decir, la posibilidad de volver a tener contacto, de cualquier tipo, con un semejante. Vance Astro podía haber dado un juego psicológico extraordinario, pero apenas lo hizo, en parte porque el cómic de superhéroes clásico seguramente no era el terreno adecuado para ello, en parte porque la escasa repercusión del grupo hizo que sus apariciones fueran demasiado exiguas. Con todo, justo es reconocer, como luego detallaré, que el guionista que cinco años después resucitó al grupo y lo condujo durante sus primeras aventuras, lo intentó.

Ese hombre se llamaba Steve Gerber (falleció en 2008) y fue un guionista muy característico de esa joven generación que llegó a Marvel a principios de los 70 para emprender el relevo de Stan Lee (y su discípulo, Roy Thomas): hombres llenos de ideas, a veces demasiado exuberantes para su verdadera capacidad para estructurarlas en guiones coherentes, y que llegaban dispuestos a sacar el cómic de superhéroes de esa imagen infantil de la que todavía no se había desprendido. Es decir, los Steve Englehart, Jim Starlin, Len Wein o Gerry Conway.

Gerber escribía una colección dedicada a mostrar las aventuras de uno de los personajes entonces más famosos de Marvel, La Cosa, siempre en comandita con otro superhéroe de la casa. Se llamaba Marvel Two-in-one, y en los números 4 y 5 de la misma (julio y septiembre de 1974), Gerber hizo que el héroe titular y el Capitán América marcharan a esa Tierra posterior en mil años para combatir a los badoon. En el curso de la aventura, y más concretamente en el segundo de los dos episodios, retornaban los Guardianes de la Galaxia, y en compañía de los dos héroes del pasado y la propia resistencia terrestre, liberan la ciudad de Nueva York. Poco añade esta intervención a la historia de los Guardianes, pues apenas hay tiempo para más y ni siquiera son los protagonistas de la aventura. Pero, al menos, Gerber los muestra con una nave propia —cuyo diseño el dibujante Sal Buscema calcó de la famosa Enterprise de Star Trek—, rebautizada por Astro, quien actúa ya como jefe oficioso del grupo, como Capitán América, en recuerdo precisamente del héroe de su niñez de mil años atrás.

Los Guardianes reaparecen en The Defenders # 26Gerber recibió el visto bueno de las altas esferas para seguir con la reintroducción del grupo en el Universo Marvel. Por entonces, escribía la colección de Los Defensores, otro de los grupos de la casa, y en un especial con fecha de agosto de 1975, el Giant-Size Defenders nº 5, hace que esta vez sean los Guardianes los que viajen mil años atrás, con una excusa nimia. El número es horrible: Gerber hace su peor trabajo con el grupo y el ya muy anticuado dibujante Don Heck se encarga del resto. Pero el guionista retomó la aventura en la colección regular, en los números 26 al 29 (VIII-XI/1975), con mucho mejor resultado y en la que termina de trazar el diseño básico del grupo y su entorno, de cara al debut en su propia colección.

En el núm. 26, Gerber efectúa una recapitulación completa de la historia terrestre entre el presente de los Defensores y el futuro del que provienen los Guardianes, que posee un saborcillo a ciencia-ficción a lo Isaac Asimov que es de lo más grato. Eso sí, como la presencia simultánea en ese 1975 de dos Vance Astro (el niño que fue y el adulto en que se convertirá) provoca una tensión temporal que afecta físicamente a la Tierra, el Doctor Extraño, líder de los Defensores, devuelve a los Guardianes a su tiempo, acompañándolos para liberar a la Tierra del dominio de los badoon. Y en poco más de tres números lo conseguirán. Tres números de conseguida síntesis, bien dibujados por Sal Buscema (titular de The Defenders, cuya agilidad narrativa era proverbial), en los que además Gerber creó a un quinto guardián, concebido claramente para ser el personaje de culto de la serie: Halcón Estelar.

Halcón Estelar posee impredecibles poderes, de los cuales el más notorio es su capacidad para volar (desplegando de su cuerpo unas muy aerodinámicas alas) en el mismo vacío sideral, surcando los «vientos espaciales». Tiene su hogar en un asteroide perdido en el espacio, una roca protegida por una cúpula que la preserva del exterior, y donde viven sus tres hijos pequeños, llamados Tara, Sita y John, habitantes de una cabaña de madera con caballos y un cercado con vacas, todo lo cual parece sacado de un western (ese gusto por la extravagancia es una de las cualidades más atractivas de Steve Gerber). En el interior de la casa, sin embargo, Halcón guarda un sofisticado equipo científico, con una enorme pantalla que le permite comunicarse con una mujer, bellísima, llamada Aleta, la cual le indica que todavía no es el momento de quedarse en casa y lo fuerza a volver a las estrellas. De ese modo, Halcón Estelar se convierte en miembro del grupo.

Un miembro que enseguida chocará con los demás, en especial con los más temperamentales Vance Astro y Charlie-27 por el hermetismo con que se empeña en conducirlos en cada aventura: a las lógicas preguntas de sus compañeros, siempre acabará respondiendo con la misma frase: «Haced caso de uno que sabe»… remoquete este último por el que lo acabarán llamándolo, con sarcasmo, los otros.

Primera página del numero 5 de Guardianes de la GalaxiaCon fecha de portada de febrero de 1976, por fin llegaba una colección consagrada, en exclusiva, a los Guardianes de la Galaxia… si bien dentro de una serie titulada Marvel Presents, cuyos dos primeros números se habían dedicado al hoy ignoto personaje de Bloodstone. En cualquier caso, los números 3 al 12 vieron esa primera etapa en solitario del grupo —si bien el 8 reedita la aventura de Estela Plateada en que el surfista impedía la primera invasión badoon en la Tierra, como ya señalaba—, que fue cancelada (tanto como la serie que los albergaba) en agosto de 1977. El guionista seguía siendo Gerber, pero, al parecer por dificultades para entregar a tiempo los guiones (lo cual suena a explicación forzada porque la serie era bimestral), fue sustituido en los tres últimos números por un muy joven Roger Stern. El alma de la colección, sin embargo, es Gerber y a él debe concedérsele el inaudito mérito de su tono áspero y desabrido, muy alejado del tono que se suele esperar en una ópera espacial (o sea, ágil y dinámico, en la línea Star Wars). Todo lo contrario, Gerber concibió un tono sombrío y pesimista desde su primera aventura. En ella, y bajo la dirección de los Guardianes, los badoon eran derrotados por los terrestres, los cuales enseguida intentan entregarse a una incontrolable sed de venganza que incluso toma víctimas entre los suyos. Este realismo —cualquiera que conozca un poco lo que pasó después en cualquiera de las guerras del pasado siglo XX, verbigracia la segunda mundial, sabrá bien a qué me refiero—, este muy desengañado concepto del hombre, resulta insólito en un guionista de una serie destinada a un público «juvenil», y es lo que otorga su sabor a la serie.

El dibujante de principio a fin fue Al Milgrom, uno de los artistas con peor fama entre los marvelómanos clásicos, por sus lamentables etapas (tanto al guión como al dibujo, que el hombre iba de versátil) en las colecciones The Spectacular Spider-Man y The West Coast Avengers, ambas en los años 80. A los lápices, Milgrom era un dibujante sin duda mediocre (en cambio, como entintador era de lo más estimable), pero la revisión de la colección de los Guardianes de la Galaxia me lleva a señalar que, sin la menor duda, su mejor trabajo se encuentra en ella. Ya sea por el trabajo de los entintadores que pulieron su dibujo (Pablo Marcos, Bob Wiacek, Howard Chaykin o el gran Terry Austin, cuya aportación hace que el núm. 6 posea el mejor acabado de toda la colección) o por el especial celo que puso en este momento de arranque de su carrera, lo cierto es que Milgrom realiza un trabajo de lo más loable. Y es que sus trazos (indudablemente «sucios» y carentes de la menor elegancia) se avienen muy bien al tono que pretendía Gerber.

Saldados en ese primer número los ya demasiado explotados badoon, Gerber se lanzó a una serie de aventuras en las que abunda lo sórdido y poco honorable (por ejemplo, la del 5, donde van a parar a un planeta-manicomio), y que retratan a un grupo cuyos integrantes carecen de cualquier tipo de glamour y cuyas relaciones destacan por su escasa camaradería. Por cierto que Gerber aún crearía un sexto guardián en el nº 4, una joven procedente de Mercurio llamada Nikki, de melena llameante y modales propios de una adolescente, que incluso se empeñaría en provocar la masculinidad de Vance Astro, cuestión bastante maliciosa pues recuérdese que el comandante no puede mostrar un solo milímetro de carne al aire exterior. De hecho, Vance Astro acaba convirtiéndose en un importante elemento de tensión, en cuanto que su amargura lo lleva a enfrentarse con sus compañeros, y en especial con Halcón Estelar, cuya aura de superioridad y misterio no soporta.

Halcón Estelar actúaPrecisamente Halcón Estelar se convierte, sin ninguna duda, y valga la redundancia, en su personaje «estrella». Gerber fue añadiendo datos a los ya conocidos, el más sorprendente de los cuales es descubrir que esa misteriosa mujer llamada Aleta comparte su cuerpo con él mismo y que los tres niños que conocemos son hijos de los dos. Paternidad de lo más extraña cuando, más adelante, se revela que Halcón era antes un niño llamado Stakar, adoptado por un furibundo militar del sistema Arcturus, una especie de Esparta estelar, y que Aleta era su media hermana, habiéndose fundido ambos antes de poder tener el menor contacto carnal. Esos niños, además, revelarán tener poderes mentales de tipo vampírico y su propio abuelo los utiliza contra el hijo que renegó de su militarismo, muriendo los tres en la batalla contra su padre-madre.

Ideas de lo más atractivo, pero no todas lo suficientemente perfiladas: tampoco quiero hacer creer que Los Guardianes de la Galaxia sea una obra maestra, aunque de menos han surgido obras de culto. Que merecía, en cualquier caso, una continuidad que no tuvo. En el número 12, y tras una buena aventura en la que los Guardianes se agenciaban una estación espacial, Dique Seco, como centro de operaciones, tras derrotar a su computadora maestra, que pretendía convertirlos en una obediente tripulación de centenares de seres clónicos, la colección se interrumpió, y los Guardianes volvieron al limbo, en espera de que alguien se acordara de ellos. Eso sí, cuando se hizo ya fue en condición de figuras invitadas, deteniéndose cualquier tipo de evolución psicológica, haciendo aún más irrepetible la perdida colección titular.

Sería Jim Shooter el primero. El inminente mandamás de la Marvel entre 1978 y 1987 era el guionista titular de la serie Los Vengadores, y los devolvió a la Tierra del siglo XX en el nº 167 (I/1978) de esta colección, para convertirlos en elementos secundarios de una de las grandes sagas de la década, la llamada Saga de Korvac. Aunque en un futuro pienso hablar de ella, a grandes rasgos esta saga enfrenta a los Vengadores (y a los Guardianes) con una amenaza procedente del futuro de estos últimos, Korvac, el Hombre-Máquina, que Steve Gerber ya había creado en la serie de Los Defensores. Los Guardianes se presentan —con su nuevo y flamante Dique Seco— en la Tierra de 1978, siguiendo la pista de este Korvac al que previamente se habían enfrentado junto a Thor (en un anual de la colección de éste, publicado unos meses atrás). Lo que todos ignoran es que Korvac ha evolucionado al estadio de un dios —la excusa es ingeniosa: al encontrar, por casualidad, la gigantesca nave de Galactus, el Devorador de Mundos, y conectarse a sus sistemas—, que no pretende otra cosa que traer la paz cósmica al universo y desterrar sus males… sin contar en absoluto con la voluntad de aquellos a quienes piensa salvar. La saga, además de una acción trepidante, ofrece campo abonado para una muy curiosa reflexión sobre el complejo de dios y contiene un último capítulo mítico para quienes lo leímos a corta edad y presenciamos la muerte en el combate de la práctica totalidad de los Vengadores.

El enfrentamiento entre Halcón Estelar y KorvacEn cuanto a la intervención de los Guardianes, como he dicho, fuera del primer episodio (en el cual, el dibujo del virtuoso George Perez consigue de ellos su mejor representación gráfica), es muy secundaria. Con una afortunada excepción. En el siguiente nº, el 168, Halcón Estelar, cómo no, gracias a sus sentidos superiores, localiza a Korvac (ahora llamado, sencillamente, Michael) en su refugio de un tranquilo suburbio neoyorquino y libra un combate a muerte con él. A muerte, literalmente, porque Michael lo convierte en polvo y luego lo restaura, molécula a molécula, solo que sin la capacidad ya de percibirlo de modo alguno. Un momento genial.

Y ya hay poco más que decir. Durante esos meses de estancia de los Guardianes en la Tierra, diversas colecciones los emplearon (nunca a todos a la vez) como invitados de lujo, de Marvel Team-up (una de las varias series dedicadas a Spiderman) a, de nuevo, Marvel Two-in-one. En el 69 (XI/1980) de esta colección, y con los Guardianes prestos a regresar a su tiempo, el comandante Astro se escapa para buscar otra vez a su yo niño de esa época… y contarle el triste destino que le está reservado. Su intención es evitar que suceda, pero lo único que consigue es hacer que su siglo XXI se convierta en un futuro alternativo. Eso sí, en el final de la aventura, y al encontrarse cara a cara con su padre, para hacerle comprender quién es, se quita la máscara, sin que su cuerpo se deshaga en el acto como tanto se temía. Los guionistas Mark Gruenwald y Ralph Macchio se inventan la argucia de una capacidad regenerativa por parte de su piel exterior… que trivializa cuanto Steve Gerber había hecho del personaje.

Hay poco más que decir. Durante una década, los Guardianes desaparecieron literalmente del mapa. En 1990 se les dio una nueva oportunidad, esta vez ya bajo el título de Guardians of the Galaxy, que alcanzó 62 números a lo largo de cinco años. No he leído uno solo de ellos, pero las referencias parecen indicar que los guiones se decantaron, ante todo, por hacer aparecer, de un modo u otro, a buena parte de los personajes y elementos del Universo Marvel clásico proyectados un milenio después. No lo enjuicio, pero me parece que Steve Gerber ya quedaba lejos.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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4 respuestas a Los «verdaderos» Guardianes de la Galaxia

  1. Hola, José Miguel:
    Permíteme felicitarte por tu completo y exhaustivo análisis, como has tenido la gentileza de dejarme en el blog. (Añadiré ahora el enlace).
    Con los años, he ido apreciando más y más estas historietas, reconociendo su valor «bibliográfico» y «pionero». Pero algunos de sus «demarrajes» siguen sacando al crítico malvado que hay en mí.
    Como apunte de poca trascendencia, en Paraíso-X vuelven a salir, en plan co-starring. Y sobre el filme… No sé. Los pocos fotogrmas vistos no me han «puesto cachondo», precisamente (y como dijo Charlton Heston en Mentiras Arriesgadas.)
    Saludos.

    • Lo malo de muchas historias Marvel es que, cuando están a punto de llegar a algún punto de reflexión interesante… de pronto recuerdan que son un tebeo para adolescentes y echan el freno, o los de «arriba» les obligan a echarlo, y los Guardianes son un ejemplo. En cuanto a la peli, la verdad es que, salvo sorpresa mayúscula, no promete mucho.

      • Renaissance dijo:

        Lo que he leído de Marvel me ha dado mucho esa impresión: es como si no quisieran, o no pudieran, convertirse en un material más complejo. En cambio, he llegado a ver situaciones bastante absurdas, de esas que es imposible comprender cómo alguien les ha podido dar el visto bueno.
        De la película estoy oyendo buenas referencias y muchos aficionados la esperan como agua de mayo, pero creo que esperaré un poco para verla. Desde Thor: el mundo oscuro me he quedado bastante saturada de héroes variados.

      • Sí, se me ocurren pocas excepciones de autores que, dentro de un orden, pudieran proponer algo más adulto y duro. Tal vez el Frank Miller de «Daredevil»… y dentro de un orden.

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