El Hombre de Acero: demasiado (super)ruido para tan pocas nueces

La estela del héroe en El Hombre de AceroEs muy curioso que El Hombre de Acero haga lo mismo que tanto se criticó en Superman Returns (2006, Bryan Singer): depender considerablemente del pasado, o sea, del primer proyecto cinematográfico moderno del personaje. En rigor, el replanteamiento (perdón, reboot) propuesto por Christopher Nolan y David S. Goyer no es sino un remake de los dos primeros Superman de Christopher Reeve, esto es, los títulos de 1978 y 1980 que, recuérdese, en un principio iba a ser una sola película que luego se dividió en dos (y más de la mitad de la segunda fue rodada por el director de la primera, Richard Donner, antes de ser despedido). Ante todo, cuenta la misma historia que las dos películas juntas: el origen de Superman, su crecimiento en la granja de la familia Kent al tiempo que descubre su naturaleza suprahumana y el descubrimiento de su verdadera identidad al encontrar un vestigio de su auténtico pueblo (que lleva consigo la recuperación de su verdadero padre bajo la forma de un holograma encargado de concluir su educación). Y, cerrando el círculo, el enfrentamiento con otros seres justo tan superhumanos como él, es decir, un puñado de supervivientes del destruido Krypton liderados por el malvado general Zod, que al llegar a la Tierra se encuentran con que poseen los mismos poderes que él.

Un remake que «moderniza» todos los elementos visuales, al amparo, como es lógico, del increíble desarrollo que los efectos especiales han tenido desde aquella época. Ahora bien, y no pretendo hacer ninguna reivindicación nostálgica del carácter artesanal de aquellos —porque esas viejas películas ya me parecen flojas—, el espectacular «realismo» de la nueva sustancia visual que rodea al renacido Superman creo que se cobra como primera víctima, precisamente, la credibilidad del concepto del superhéroe en la sociedad coetánea.

Problema que comparte con la inmensa mayoría de los films superheroicos que componen el boom actual del minigénero, pero que se pone de mayor relieve en aquellos títulos que, encima, pretenden ofrecer un realismo psicológico serio y adulto: que resulta inverosímil pensar que puedan existir seres todopoderosísimos sin que nada cambie en la estructura socio-política de nuestro mundo. Después de revelarse, de la noche a la mañana, la existencia de unos alienígenas con una tecnología capaz de transformar un planeta (la Tierra) en otro (Krypton), de descubrir que durante 33 años (¿nos suena esta edad?) hemos tenido «infiltrado» a otro alien que se proclama nuestro campeón y nos exige fe completa en él porque sí, después de que media megalópolis quede destruida en el combate entre superseres (con la mareante cifra de muertos que se presupone)… ¡al día siguiente la gente va a trabajar como si lo que hubiera pasado no fuera sino un pequeño incidente que se arregla apartando unos cuantos escombros!

Dicho de otro modo: el tono camp que tenían los Superman de Christopher Reeve acaba resultando más verosímil que ese realismo psicológico-infográfico propuesto por la nueva versión; la modestia de los efectos especiales y la consiguiente pérdida de grandilocuencia destructora hacen que el combate entre el Hombre de Acero y los tres proscritos kryptonianos que llegan a la Tierra resulte más asequible, y por ende menos incómodo de creer. Pasan los años, aumentan las películas de superhéroes y sigo creyendo que el único personaje que aguanta toda la credibilidad en su trasvase desde el dibujo a la pantalla de cine es el menos poderoso y, por tanto, el menos superheroico: Batman.

Henry Cavill, SupermánNo es casual la mención de Batman, porque son muy evidentes los vasos comunicantes del presente film con la trilogía orquestada por Christopher Nolan (aquí productor ejecutivo) y coescrita con David S. Goyer (aquí único guionista acreditado, aunque el argumento lo firma con el propio Nolan). Aunque supongo que esto terminará de perfilarse en caso de que el éxito del film permita seguir incorporando continuaciones a este capítulo inicial, es evidente que existe el mismo perfil psicológico en la construcción de la identidad del héroe (así como en la elección de los antagonistas). De hecho, la interpretación de Henry Cavill sigue el mismo estilo interiorista de Christian Bale, alejándose definitivamente del modelo Christopher Reeve que había mantenido Brandon Routh en la previa Superman Returns. El nuevo Superman será noble, pero no desde luego gentil y no posee, en absoluto, la impoluta sencillez psicológica a la que estábamos acostumbrados. Se anticipan, en el futuro, diversos giros «oscuros».

Como corresponde a toda primera película sobre un superhéroe (y un reboot es, a su modo, eso), El Hombre de Acero comienza, cansinamente, con el origen de Superman en Krypton. Cansino, pero lógico, aunque un film con verdadera personalidad hubiera prescindido de esta archiconocida entradilla para pasar directamente al Clark Kent adulto que vaga por el mundo en busca de su verdadero ser. Esta introducción ya depende directamente de la del film de Richard Donner, en cuanto que no sólo narra el final del planeta sino que introduce el personaje del villano, el general Zod, y su exilio en la Zona Fantasma junto con sus principales acólitos. Ahora bien, si la revisión de aquel título revela (inesperadamente) que lo mejor del mismo es precisamente su prólogo kryptoniano, por su tenebrosa estética gélida, aquí resulta un espanto, un espanto, eso sí, que anticipa todos y cada uno de los defectos del film.

En primer lugar, la recreación visual del planeta condenado se recrea en la fealdad: y es que El Hombre de Acero es, probablemente, la superproducción fantástica menos atractiva visualmente de los últimos tiempos. El aspecto deparado por los diseñadores digitales no sólo carece de originalidad —es un refrito de múltiples escenarios de la ciencia-ficción de la era de los CGI, desde las sagas de Star Wars y Star Trek a John Carter—, sino que además repele por su sentido de la iluminación y del color. En segundo lugar, el supuestamente trepidante conjunto de peripecias con que se nos obsequia en tan pocos minutos es narrado por Zack Snyder como si la cámara fuera una coctelera, como si el concepto de nitidez fuera un anatema para el director: ni las peleas, ni los vuelos vertiginosos de los feos bichos aéreos, ni la destrucción del planeta están contados con una mínima solvencia narrativa. (Y así será a lo largo de los interminables 145 minutos del film.) Otro detalle negativo, aunque en este caso debo reconocer que entra en lo puramente personal: Russell Crowe aparece demasiado. Y no sirve de nada respirar cuando el malvado Zod lo mata: porque, nuevo detalle copiado de Richard Donner, el amigo Jor-El seguirá dando la lata a lo largo de la película bajo la forma del holograma que se aparece a su hijo, guiándolo e incluso ayudándolo a combatir contra Zod (aún más delirante: ayudando a Lois Lane a convertirse en una experta guerrera espacial, en una de las más insostenibles gracietas de guión del film).

MAN OF STEELInsólitamente, cuando la acción pasa a la Tierra han pasado más de treinta años y nos encontramos con el Clark Kent adulto. En la que me parece la idea más interesante del film (y no sólo por su originalidad), Goyer y Nolan introducen el cambio más radical con respecto a la historia «oficial» del personaje: prescindir olímpicamente de su identidad como periodista (gafitas incluidas) a la hora de narrar su conversión en Superman, lo cual incluye un primer encuentro con Lois Lane fuera de las coordenadas habituales, una Lois Lane que además descubre con facilidad su identidad secreta (y lo hace mediante una buena investigación periodística: es decir, se utiliza con coherencia el supuesto rasgo básico del personaje, que es una reportera de inigualable raza). Clark Kent es, ahora, un vagabundo con aire existencialista que recorre el mundo de lugar en lugar, de empleo en empleo, en busca de una respuesta a la agobiante pregunta que, no tardaremos tampoco en saber, se hace desde su niñez: ¿por qué es un ser de poderes excepcionales? Dicho de otro modo: ¿quién es y de dónde procede?

El guión utiliza el recurso de hacer que ese nómada Clark Kent reviva periódicamente circunstancias de su niñez y de su adolescencia, en las que vio probados sus poderes bien de modo positivo (salvó a los ocupantes de su autobús escolar de un accidente que lo hundió en el río), bien de modo negativo (la obligada inacción cada vez que sufría la provocación de algún matón). En estos flashes del pasado resulta fundamental la figura de su padre, Jonathan Clark, el hombre encargado de conducir a ese niño que recogió de una nave extraterrestre hacia la condición adulta (hacia la madurez) sin poner en peligro antes de tiempo su anonimato, su condición de hombre «normal» que encierra a un superhombre. Es significativa la elección de un Kevin Costner ya a punto de entrar en los 60: recuérdese que en su época estelar se habló de él como la encarnación de los nobles valores americanos al estilo de estrellas del pasado como Gary Cooper. Ahora bien, el guión acaba abusando de las apariciones del personaje dando continuas lecciones morales a su hijo, hasta casi acabar convirtiendo éstas en molestos sermones, e incluso hace que su salida de escena suponga una gran incongruencia: Jonathan se deja morir (atrapado por un ciclón) impidiendo que Clark lo salve y delate sus poderes ante todos. Incongruencia porque no es lógico que el todavía anónimo Superman acepte sin más esa indicación y, por tanto, cometa por inacción un primer asesinato antes de aquél con el que acabará la película y que, supuestamente, tanto le conmociona ante su propia conciencia. Por cierto, regocijante pregunta: ¿qué padre-predicador resulta más cargante, Kevin Costner o Russell Crowe?

En la nueva Fortaleza de la SoledadGoyer y Nolan cambian (para-que-nada-cambie) algunos elementos básicos del personaje, con el sentido de hacerlos más verosímiles ante el público supuestamente más cínico y resabiado del siglo XXI. El primero, sostener que la rotunda S del traje no sea una «ese», sino el símbolo kryptoniano de la esperanza: con gracia, la periodista Lois Lane no da su brazo a torcer y le señala que, diga lo que diga, en la Tierra es una S, como si se llamara Sup… (ahí se corta el diálogo, por la irrupción de la acción, pero sirve para justificar con ingenio el evidentemente tontorrón nombre del primer superhéroe de las viñetas). El segundo cambio es el de la indispensable Fortaleza de la Soledad, que aquí se convierte en una enorme nave kryptoniana encerrada bajo los hielos desde hace miles de milenios, la cual, eso sí, sigue estando ubicada en el Ártico. Nave descubierta por hombres del Pentágono, lo cual da pie al primer encuentro entre Lois y el joven que todavía no ha terminado de descubrir su condición real, aunque ya la intuye. Eso sí, la intervención de Lois Lane en este episodio está cogida con alfileres, por no decir que es verdaderamente inverosímil que la Inteligencia de los USA permita a una periodista con fama de independiente ser testigo de primera mano del hallazgo de la prueba definitiva de la vida extraterrestre. Del mismo modo, su relación romántica con el héroe es un elemento que se presupone por ser quienes son, pero en ningún momento resulta: no sólo no hay la menor química entre los dos actores, sino entre los dos personajes.

Es una pena: ese intento de contar la historia de Superman bajo un saludable propósito de realismo psicológico, por desgracia, queda abortado casi desde el principio. Y no por las obligadas imposiciones de todo blockbuster con el que se espera hacer un taquillazo (el mismo Nolan, con su saga del Caballero Oscuro ya había demostrado que no es incompatible crear un espectáculo adulto). Dejando aparte la absoluta incompetencia de todas las escenas de acción, la película ni siquiera se salva en su segmento teóricamente más reflexivo. El Hombre de Acero intenta ser un film denso, pero sólo consigue caer en una irritante gravedad. La continua hosquedad de los personajes (a los sones de la grandilocuente música de Hans Zimmer) parece que quiere hacernos creer en todo momento que se nos están contando cosas «muy importantes». Y el elemento psicológico acaba siendo mucho más pueril que profundo, porque ni sabe ni quiere evitar los tópicos (el principal enemigo de la verdadera profundidad), empezando por el mismo dibujo de Jonathan Clark. A este respecto, sigue pareciéndome que, con sus limitaciones, el denostado Superman Returns resulta una película admirable.

Michael Shannon, el general ZodEncima, la llegada a la Tierra del general Zod nos lleva a una nueva película. A partir de entonces se pierde la referencia (insuficiente pero al menos coherente) de los films de Donner y Lester, y El Hombre de Acero pasa contar lo mismo que la larga parte final de Los Vengadores (2012, Joss Whedon), esto es, la desesperada, e interminable, batalla entre los defensores de la humanidad y unos invasores alienígenas en poblados escenarios humanos, que son destruidos no ya sin contemplaciones sino con verdadero deleite. Francamente, me irrita mucho la sensación de que el motivo real de tanta destrucción no sea por el debido sentido del realismo en una batalla entre titanes superpoderosos, sino sencillamente… porque queda bien de cara a audiencias que babean con las infinitas posibilidades de los CGI, los Efectos Especiales por Ordenador. Además, cansa que toda la acción, al final, acabe reduciéndose a ver cómo unas estelas negras se pelean con una estela multicolor que, cuando el plano se tranquiliza aun por un breve segundo, resulta que es Superman. Ni punto de comparación la habilidad de Whedon con la zafiedad de Snyder.

Por supuesto, el personaje del general Zod acaba no siendo otra cosa que un monigote: sería una pérdida de tiempo intentar analizarlo como emblemática encarnación de la personalidad totalitaria o como víctima del fatal destino de una civilización muerta, anacrónica al lado de la terrestre, tan bullente de vida y creatividad. Michael Shannon, eso sí, frunce el ceño todavía más que en la película que lo reveló —Take Shelter (2011, Jeff Nichols)—, intentando hacernos creer que, en el fondo, es un hombre atormentado. Francamente, aunque Terence Stamp estaba fuera de lugar en los Superman de Donner y Lester, yo lo echo de menos.

Lo decía líneas arriba: después de tanta destrucción, aquí no ha pasado nada. La película concluye con el guiño que ya esperábamos. Un nuevo periodista ingresa en la redacción del Daily Planet, donde, por lo visto, no se necesita currículum alguno para entrar directamente como reportero. En la segunda parte —recemos porque Snyder esté rodando la segunda parte de 300 o de Sucker Punch—, como es lógico, ya aparecerá Lex Luthor, la némesis por excelencia de Superman, del mismo modo que en El caballero oscuro ya emergía el Joker. No en vano un guiño nos lo ha recordado antes: en plena batalla en Metrópolis, Superman vuela sobre unos vehículos con el logotipo de la empresa Lexcorp.

Man of Steel

FICHA DE LA PELÍCULA

Título: El Hombre de Acero / Man of Steel. Año: 2013.

Dirección: Zack Snyder. Guión: David S. Goyer; argumento de Christopher Nolan y David S. Goyer. Fotografía: Amir Mokri. Música: Hans Zimmer. Reparto: Henry Cavill (Superman), Amy Irving (Lois Lane), Michael Shannon (General Zod), Kevin Costner (Jonathan Kent), Diane Lane (Martha Kent), Russell Crowe (Jor-El). Dur.: 143 min.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
Esta entrada fue publicada en Batman y Superman y etiquetada , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

6 respuestas a El Hombre de Acero: demasiado (super)ruido para tan pocas nueces

  1. Hola.
    Ante todo, ¡menudo articulazo, extenso y cargado de argumentación! (Y me ciño a éste, por ser el que toca un tema reciente, como mi análisis del filme en «la frontera».)
    Señalarte, a voleo, que al menos The Avengers tenía un cuadro de personalidades sugerentes (Tony Stark) que daban una dimensión «humana» al espectacular esparcimiento que, Man of Steel, no logra incorporar.
    Kevin Costner parece a punto de darle una paliza al joven Clark, más que aconsejarle tolerante paciencia, como hacía Glenn Ford.
    Este Kal El, con su oscura referencia a Jesucristo (lo de los 33 años), tampoco proyecta deseos de empatizar con el personal.
    Y paso de Lois Lane. La encarne quien la encarne.
    Snyder no hace películas de superhombres. Ha entendido éstos como arquetipos inmarcesibles que no necesitan proyección humana (ahí está Watchmen, pidia como V de V), cuando es esa la que les brinda calidez y proximidad. Su imagen grandiosa, wagfneriana, los distancia del espectador..
    Y finalmente, ¿dónde están todos los defensores de Man of Steel? En mi blog, cuantos han comentado lo han hecho en sentido negativo, dando sus razones. No entiendo la espantá ahora.
    Saludos.

    • El gran problema de esta peli (aparte de la horrible realización) es que no sabe para dónde tirar: si respetar la tradición (de ahí que siga tanto el argumento de los primeros Superman) o si arrimarse a la renovación psicológica de «El caballero oscuro» (hay ratos en que la sombra de Nolan se alarga mucho mucho). Y lo cierto es que dentro de la película había un buen punto de partida: arrancar directamente con ese Superman errante, olvidándose para siempre del prólogo en Krypton (¡si todo el mundo conoce el origen del personaje!). Y eso sí, Lois Lane es tan cargante como señalan en tu blog: y eso que a mí la actriz me gustaba… pero aquí no hay quien se la crea.

  2. 0mega151 dijo:

    Esta película tuvo elementos de diferentes historias de Superman para crear este nuevo origen.
    Las historias tiene una clara influencia de comics recientes como «Superman: Earth One», «Superman: Legacy», e incluso series de animación de Bruce Timm
    Se cometer el mismo al igual que otras personas error de creer que la versión de Richard Donner es el único que existe para interpretar al personaje, hay diferentes versiones, y es lo que hace esta película.

    con ver que ya tendra secuela y tuvo aceptación tanto de fans del comic, fans casuales y hasta de gente que ni le gustaba Superman es prueba de que la gente no queria ver un drama romantico que eso es la pelicula de Singer, querian ver a Superman luchar contra cualquier amenaza que ponga en peligro la tierra.

    Si se quejan de que hubo mucha destrucción la serie animada de los 90 habia mucha destrucción, en los comics lo hay, que a ti no te gustara no hace automaticamente mejor a SR que desde un prinicipio los fans tanto del comics como casuales le dieron la espalda y hasta al menos logro mostrarnos las capacidades fisicas de Superman, a diferencia de Singer que no logro ni ser una película reflexica (solo se quedo en puras pretenciones), no logro ser una película memorable, no logro ser una película de acción, no logro ser la mejor película de superman del siglo XXI, no logro que su prota sea recordado, no logro nada de nada.

    • No he leído esos tebeos que dices, de modo que estoy seguro de que se me escapan referencias a la hora de valorar este Man of Steel. Aun así, si la película de Richard Donner es anterior a esos comics, también estos estarán influidos por dicho film y lo que señalo, por tanto, no pierde validez.
      Entiendo que no te guste «Superman Returns», porque yo mismo le encuentro múltiples defectos, como indicio en mi comentario. Pero aprecio en ella cosas muy interesantes, sobre todo la lectura que hace del concepto del superhéroe, y la muy curiosa valoración que hace de la trayectoria del personaje en el cine, que no tenía por qué haber respetado.
      Ahora bien, «Man of Steel» no aporta nada a esa reflexión, sigo creyendo que coge el guión de Richard Donner, «modernizándolo» según lo que ahora se lleva y concluyendo con una sinfonía de efectos especiales y destrucción que ya vimos en «Los Vengadores». Que destruyan Nueva York o el mundo entero, como comprenderás, en una historia de ficción no es algo que critique o me conmueva porque sí, sino en función del interés con que se haga, que aquí no se lo veo. Y eso sí, aunque no es un genio, Bryan Singer dirige mucho mejor que Zack Snyder. No hay comparación: en una película te enteras de lo que estás viendo, en la otra te cuesta un montón. Aunque también puede que sea que unos espectadores estamos educados en una forma de narración (más «tranquila», por así decir) y otros en otra más movida.

      • 0mega151 dijo:

        Para no hacerte el cuento largo, por que superman returns es inferior a Man Of Steel y como Singer no respeta la mitologia del personaje:
        watch? v=3Fb264k0N20
        watch? v=gz1WEGY7cqI

  3. Omega, ya te digo que no soy seguidor del personaje en los comics y sus películas tampoco me habían interesado mucho nunca, de modo que no te puedo discutir sobre el respeto o libertades que se toma «Superman Returns». Sencillamente, me ha gustado más que «Man of Steel». En cuanto a esos enlaces, me llevan a videos en youtube sobre Superman… en inglés. Se los pasaré a algún amigo para que los vea y me comente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s