Superman Returns o la película más «molesta» del Hombre de Acero

Superman ReturnsEl inmediato estreno de El Hombre de Acero (2013, Zack Snyder) hace oportuno el recuerdo de la versión justo anterior de las andanzas del último kryptoniano: Superman Returns, una película muy poco distante en el tiempo de la primera, y sobre la que sin embargo, en el escaso espacio de siete años, parece haber caído un enorme olvido, hasta el punto de que casi creo que se está intentando hacer con ella (por parte de críticos, incondicionales del personaje y, supongo, los responsable de la nueva versión) como si nunca hubiera existido. De hecho, entre las consecuencias de esa indiferencia se halla la difusión de la noticia de que la película de Bryan Singer, en su momento, fue un gran fracaso comercial, lo cual no es cierto, ya que recaudó el doble de lo que había costado. Ahora bien, también parece evidente que no colmó las expectativas de quienes la pusieron en marcha, puesto que ha quedado como un capítulo en suspenso de la franquicia del Hombre de Acero, hasta el punto de que, en esta época en que el reboot se ha puesto de moda, se haya preferido un nuevo comienzo que la prolongación de las aventuras del personaje allí donde lo dejó el film de Singer. Y no quiero hacer de abogado del diablo: el hálito de película fracasada que se ha posado sobre Superman Returns se entiende, pues no sólo no es un film conseguido sino que, bien al contrario, resulta muy discutible. Su mayor problema, el que supongo que lo ha convertido en un título antipático para todo el mundo, es precisamente el de su grave indefinición… aunque en este aspecto también se hallan buena parte de los atractivos que, pese a todo, tiene y que ahora pasaré a desgranar.

Recuérdese que, desde la clausura del primer ciclo cinematográfico del personaje, asociado a la malograda figura de Christopher Reeve —o sea, desde Superman IV. En busca de la paz (1987, Sidney J. Furie)—, los rumores de una nueva puesta en escena del Hombre de Acero habían sido continuos, asociando a ellos los nombres de buena parte de la plana más conocida de directores y actores del Hollywood coetáneo (recuerdo con escalofríos que uno de los intérpretes que sonó con más fuerza fue el de Nicolas Cage, en la época, que ahora todo el mundo parece haber olvidado, en que este horrible actor tenía prestigio). La Warner, por fin, puso en marcha el proyecto en una etapa en la que el cine de superhéroes estaba conociendo una nueva repercusión comercial (que, en la actualidad, incluso se ha reforzado) gracias al éxito de la adaptación de los más conocidos personajes de la Marvel, la gran rival de DC, la editorial «de» Superman. Incluso, se comentó que había sido una jugada maestra que el estudio consiguiera arrebatar a sus rivales nada menos que a Bryan Singer, uno de los responsables del hasta entonces inédito buen resultado de los personajes Marvel en el cine, como director de los dos primeros X-Men (2000 y 2003). Singer, precisamente, renunció al tercer capítulo de esta saga, para decantarse por el Hombre de Acero, lo cual, claro, supuso un espaldarazo de prestigio al anuncio del nuevo proyecto.

Pues bien, ¿dónde se encuentra el fallo que ha hecho de Superman Returns no el film de superhéroes más despreciado de la actual «edad de oro» del género, pero sí el más menospreciado? Por un lado, se debe a una decisión arriesgada: en vez de optar lisa y llanamente por un nuevo comienzo, la Warner decidió mantener una continuidad con el primer ciclo del héroe, y en concreto con los tres primeros Superman, puesto que el cuarto fue producido por la hoy olvidada productora Cannon. Por otro, a la indefinición de la propia propuesta, que intenta equilibrar sin mucho éxito los condicionantes evidentes en un film de superhéroes de gran presupuesto (o sea, la exigencia de un derroche de espectacularidad a la altura del actual reinado de los efectos especiales digitales en el cine fantástico) con una evidente intención de crear, también, una película adulta e incluso reflexiva. Francamente, cuando yo vi esta película no dudé en considerarla el primer film reflexivo del género superheroico, y sigo pensándolo, aunque la revisión le sienta mal a la película y deja al desnudo sus enormes defectos.

Christopher Reeve como el más famoso SupermanLa conexión de Superman Returns con Superman, el film (1978, Richard Donner) salta a la vista desde el mismo arranque de la película. Extrañamente en una época en que han desaparecido los créditos iniciales de las grandes películas (no hay que dejar que la peña se aburra con «letreritos»), el film sí muestra los nombres del equipo artístico, y justo con los mismos caracteres y presentación que en el film de referencia. Pero lo más reconocible es el famoso tema de John Williams que todos nos sabemos de memoria: aunque en la película está acreditado el compositor John Ottman como autor de la música, el tema de Williams es el hilo conductor de toda la banda sonora. Pues bien, la historia concebida por los guionistas (entre ellos el propio Bryan Singer) mantiene la continuidad con las películas de la Warner, por ejemplo haciendo que «aparezca» Marlon Brando en su mismo papel de Jor-El o conservando diseños como el de la Fortaleza de la Soledad o el de la nave kryptoniana con forma de estrella de hielo. Es más, el actor elegido para interpretar a Superman, el desconocido (y lo ha seguido siendo) Brandon Routh casi resulta un clon de Christopher Reeve, remedando con su interpretación los modos extremadamente suaves y gentiles de su Hombre de Acero. Incluso Kevin Spacey, al dar vida a Lex Luthor, lo hace siguiendo las mismas coordenadas burlescas de Gene Hackman, manteniendo además su oronda calva y su consiguiente gusto por las pelucas.

Pero no acaba ahí la cosa. Como muchos han señalado, si uno reduce la historia de Superman Returns a su puro esqueleto argumental, diríase casi un remake de la segunda mitad del Superman de Donner, es decir, la parte ya situada en Metrópolis. En ambas, el plan maestro de Luthor es el mismo: provocar una alteración de la fisonomía terrestre con fines especulativos, aunque en el film de 1978 supone hundir en el océano la costa californiana y en 2006 hacer emerger un nuevo continente frente a la costa atlántica de los EE.UU. que de paso haga desaparecer ésta. Hay una escena significativa que no puede estar ahí por casualidad: Luthor prueba la eficacia del elemento que hará aparecer dicho continente (los cristales alienígenas que se ha llevado de la Fortaleza de la Soledad, que saquea en el arranque del film) arrojando una pequeña esquirla en el estanque de la maqueta que guarda en el sótano de su casa. El devastador efecto que produce está filmado de modo muy similar a la escena final del cataclísmico terremoto provocado por Luthor en la película de Donner, remarcando por tanto los lazos entre ambas películas.

Es probable que todo ello se deba a un saludable respeto hacia el espectador que creció con las películas de Reeve, y si la cosa hubiera salido bien seguramente habría merecido el mayor de los aplausos. Pero como no es el caso, el recurso solo provoca extrañeza: esa dependencia del ciclo inicial acaba resultando absurda… sobre todo porque, en mi opinión, esas películas serán todo lo entrañables que queramos para quienes las vimos en nuestra infancia, pero hoy día resultan flojísimas.

Brandon Routh y Kate Bosworth, los nuevos y polémicos Clark y LoisVayamos al componente reflexivo. La historia arranca con el regreso de Superman tras una ausencia de cinco años (como tantos otros héroes, marchó en busca de sus orígenes: los restos del planeta Krypton), para proponer la pregunta de si son necesarios los héroes. De hecho, Superman se encuentra con que su amada Lois, en el entretanto, ha recibido el premio Pulitzer por un editorial titulado Por qué no necesitamos a Superman. Podría parecer que la pregunta se responde desde el primer momento de modo favorable: la primera aparición pública de Superman consiste, precisamente, en salvar a Lois Lane de morir en un accidente aéreo, hecho además convertido en un espectáculo público, pues el héroe detiene el avión justo sobre un estadio de fútbol. Sin embargo, a poco que nos adentremos en el film, en realidad la reflexión central de la historia resulta ser en torno a la soledad del héroe, a su imposibilidad de ser «normal», es decir, de vivir una vida convencional, con lo que esto afecta a aquellas personas en las que vuelca su afecto.

Esa ausencia de Superman tiene un peso en la historia que no es una mera argucia justificativa. Ha habido cambios, ante todo en la vida de Lois Lane, quien en ese intervalo ha tenido un hijo y ahora está emparejada con otro hombre, amén de estar bastante resentida porque el héroe se marchó sin despedirse siquiera. La vida de Lois no puede volver al punto en que lo dejaron así como así, aun cuando, en el fondo, Superman así lo desee, pues para él, al haber transcurrido esos años en la soledad del espacio, no ha habido cambios. Por ello, aunque el héroe enseguida vuelve a concitar la aclamación de los ciudadanos del mundo —¿cómo no hacerlo cuando es un perpetuo boy scout que siempre está a mano cuando se le necesita?—, nota enseguida un vacío que antes no había. La armonía del Superman de Reeve, aunque aparentemente sigue ahí, en el interior del personaje, ha sufrido un cambio; y Superman Returns es la crónica del camino de regreso de verdad: no a través del universo hacia la Tierra, sino hacia el interior de sí mismo.

El guión, para ello, introduce un elemento que pudiera pensarse creado sólo para dar juego ternurista y que sin embargo aporta un magnífico matiz de madurez y crecimiento al personaje: un hijo. Algo que en principio ignora, pues las apariencias parecen señalar que el padre es Richard, la nueva pareja de Lois. El proceso de reconocimiento, pues, marchará parejo al de la comprensión de la imposibilidad de mantenerse en un perpetuo impasse, eterna tentación para un ser inmutable al par que «perfecto», y el bonito final (mientras duerme, Superman le dice a su hijo las mismas palabras que Jor-El grabó para él antes de hacerlo partir hacia la Tierra: «el hijo se convertirá en el padre, y el padre en el hijo») cierra de modo sencillo como emotivo una película que tiene entre sus virtudes la de proponer un sentido de la intimidad nada ostentoso.

Kevin Spacey como Lex LuthorY es que Superman Returns fracasa lastimosamente cada vez que incorpora la trama espectacular (es decir, cada vez que aparece Luthor, remarcado además por una interpretación demasiado untuosa del habitualmente excelente Kevin Spacey), pero se convierte en una buena película cuando se dedica a dibujar el retrato psicológico de los personajes, es decir, cuando éstos hablan entre sí. Las mejores escenas son justamente esas: el buen momento en que Superman espía, gracias a su vista de rayos X y su superoído, la conversación entre Lois y Richard en la que éste le pregunta directamente a ella si sigue enamorada del héroe; o la excelente escena, correlato mil veces mejor de la similar del film de Donner, del vuelo nocturno de Superman con Lois, que Singer inicia de modo espléndido, centrando la cámara en un plano cercano de ambos, abrazados, hasta que una apertura del foco revela que están en los aires, bonita forma de indicar cómo, pese a sus ásperos reproches, Lois sigue literalmente embebida por el héroe, ante cuya presencia todo lo demás acaba importando poco.

Hay un elemento del guión que resulta especialmente admirable, y es el inesperado respeto con que es retratado el personaje del segundo hombre de la historia, Richard White, el novio de Lois Lane. Richard es un hombre afable, cariñoso y sencillo, que además resulta ser valiente y tiene un papel fundamental en la salvación de Superman, pues su actuación con su aeroplano resulta fundamental en el rescate primero de Lois y su hijo y después del héroe. Es decir, los guionistas entienden (y qué difícil es esto siempre en Hollywood, incluso desde los tiempos clásicos) que el rival del protagonista por el amor de la chica no tiene por qué ser retratado de modo ridículo: poco mérito tenía que Cary Grant consiguiera a Katharine Hepburn ante un personaje de la calaña del encarnado por John Howard en Historias de Filadelfia o tan ridículos como los de Ralph Bellamy en La pícara puritana o Luna nueva. Incluso James Marsden, rescatado por Singer de sus X-Men, donde daba vida a Cíclope, da muy bien la calidez y comprensión del personaje, componiendo sin duda la mejor interpretación de todo el elenco principal.

Kate Bosworth es Lois LaneBrandon Routh, en cambio, no sale bien parado de su difícil mimetización de Reeve, aunque, como es lógico en su despliegue de «sana» atonía, da bien el tipo de héroe limpio que es condición indispensable del Hombre de Acero. En el momento de su estreno, se criticó también mucho a su partenaire, Kate Bosworth, incidiéndose en la gelidez con que interpretaba un personaje en principio tan eléctrico como el de Lois Lane. Sin embargo, después de la revisión del film, creo que la valoración de Bosworth mejora bastante: en efecto, esa gelidez remarca la dureza de su actitud frente al héroe que la abandonó, el dolorido temor por la soledad, por la pérdida del amor, que se ha apoderado de su alma. Esto acaba creando un efecto de fragilidad muy coherente en la parte final en que, muy acertadamente, los guionistas hacen que juegue un papel muy activo en la batalla final entre Superman y Luthor.

Por supuesto, el dilema era irresoluble: era completamente imposible realizar una película de superhéroes de semejante presupuesto limitando las escenas de acción en beneficio del desarrollo de personajes. Ahora bien, con los elementos argumentales, también era posible que la parte activa del film aportara de modo positivo a la premisa dramática de la historia. Bastaba con haber trabajado bien la figura de Luthor, y no dejar que se convirtiera en el molesto monigote que acaba siendo. Pues Luthor, en el fondo, también es presentado como alguien que no es nadie sin Superman. De hecho, esos cinco años los ha pasado en prisión, y si ha conseguido librarse finalmente de la cárcel, se debe asimismo, y de modo irónico, al Hombre de Acero, a un formalismo legal que lo ha puesto en la calle porque Superman no se presentó al juicio contra el villano en el que era el testigo principal.

Este Luthor, por tanto, es un villano acabado, patético. En el fondo, su plan es puro nihilismo. ¿Qué va a hacer con esa nueva tierra salvo, como se muestra en un momento de estupenda lucidez, pasear entre las duras aristas que lo componen mientras sus sicarios juegan a las cartas? Para Luthor, la ausencia del héroe no ha significado la posibilidad de triunfar definitivamente sobre el mundo: ha supuesta una mera espera y acumulación de odio, que explota en la dura y conseguida escena de la paliza que le da a Superman, que culmina con el terrible momento del acuchillamiento por la espalda con un trozo de kryptonita verde. Las buenas historias sobre los héroes reservan un imprescindible papel a quien ha de hacer el papel de su némesis, de su espejo oscuro, del enemigo definitivo: y la desorientación del uno se corresponde con la desorientación del otro, por mucho que éste piense que está culminando su dedicación al delito, al Mal. Pero esta vez es un Mal ya muy diluido, que sólo es capaz de brutalidad, brutalidad sin pensamiento, sin intelecto. Luthor está acabado mucho antes de que termine varado en un minúsculo islote tropical, con un helicóptero sin gasolina, una amante que ha acabado despreciándolo y seis cocos por todo alimento.

Por todo ello, sigo pensando que, aun fallida, con su doloroso desequilibrio y otros defectos añadidos —la injustificada dilatación del metraje, sus problemas de ritmo, incluso la sensación de que, en más de un momento, los efectos digitales se notan demasiado—, Superman Returns es una película de lo más estimable, y que mantiene una dignidad incuestionable en su temerario propósito de hacer pensar sobre el papel del héroe, justo antes de que Christopher Nolan sellara ese rotundo logro que es El caballero oscuro (2008), ésta sí, por fin, la película densa y reflexiva, inolvidable en su análisis de la paradoja del concepto de superhéroe, que el género merecía.

Superman y Lois Lane sobre los cielos de Metrópolis

FICHA DE LA PELÍCULA

Título: Superman Returns / Superman Returns. Año: 2006.

Dirección: Bryan Singer. Guión: Michael Dougherty & Dan Harris; historia de B. Singer, M. Dougherty y D. Harris. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: John Ottman (tema de John Williams). Reparto: Brandon Routh (Superman), Kate Bosworth (Lois Lane), James Marsden (David White), Kevin Spacey (Lex Luthor), Frank Langella (Perry White), Parker Posey (Kitty), Eva Marie Saint (Sra. Kent). Dur.: 154 min.

Acerca de Jose Miguel García de Fórmica-Corsi

Soy profesor de historia en el IES Jacaranda (Churriana, Málaga).
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8 respuestas a Superman Returns o la película más «molesta» del Hombre de Acero

  1. 0mega151 dijo:

    Lo siento pero esta película sigue siendo olvidable y con MOS aun con sus errores es infinitamente mejor, SR no fue capaz de respetar la cosa mas básica y simple del personaje: La kriptonita que lo debilita y anula sus poderes y aun asi levanta una montaña con trozos de kriptonita a centimetros de el, aunque tenga buenas ideas (sino las desarrollas como debe ser se quedan ne puras pretensiones) sino respetas la lógica interna del personaje como se planteo en las películas anteriores y comics.

    Innecesaria, ritmo lenta, pretenciosa, emula lo que no debe ser emulado, una película que se quedara en el olvido o cuando mucho solo le gustara a los nostalgicos que creen que la versión de Reeve es la única versión que existe para interpretar al superheroe.

  2. paola dijo:

    No entiendo porque critican tan mal a Superman regresa, a mí no me parece tan mala, tiene cosas muy rescatables, como los efectos especiales, la fotografía y las actuaciones pues son espectaculares.

  3. Red Dragon dijo:

    MOS>>>>>>>>>>>>Superman Returns

    Me alegra saber que Bryan Singer no se salio con la suya con esa basura dizque reflexiva y filosofica, interntar convertir a Superman en una tragedia griega fusionado con un drama shakspiriano, ademas quien quiere ver a un superman emo y que no suelta un solo golpe en toda la pelicula, actuaciones sosas, personajes sin carisma, errores de continuidad con las otras sagas, esta pelìcula esta al nivel de Superman 4.

    • Buff, aun cuando reconozco que Bryan Singer es un director con ambiciones, no creo que pretendiera fundir la tragedia griega con el drama shakesperiano a la hora de hacer su película. En cuanto a la poca «actividad» de Superman a lo largo de la película, confieso que es uno de los elementos que me hacen gracia de la peli: ¡una peli de superhéroes con poca acción! (Es más, hay veces en que la acción parece incluida como para compensar a qiuen se aburra sin ella.) Y sí, Brandon Routh es lo más soso del mundo (aunque tiene una ventaja con respecto a Henry Cavill en «El hombre de acero»: no pone todo el rato cara de agrio, que es otra forma de disimular una mala interpretación, que se lo digan a Hugh Jackman haciendo de Lobezno).

      • Sixto dijo:

        Cuantos tres chiflados existieron…todo mundo ama a Joe,Larry y Moe.
        Acá igual, gana Reeve,que se parece mas a S del cómic.
        Ah. Soy imparcial con Lex, soy fan de Kevin..untuoso puede ser.
        Para mi genial

  4. Elisabeth Veidt dijo:

    Una de las cosas que más amo de esta película es su diseño de vestuario. [Casi] todos visten hermosas y elegantes prendas retro que recuerdan lo mejor de los 50. Y van muy bien peinados, algo totalmente inusual en el cine de hoy. Detesto esos «peinados modernos» que sólo consisten en dejarse crecer el cabello y que caiga sobre los hombros. En «El hombre de acero» Lois lo lleva así en pleno Ártico.

    • Confieso no recordar ese elemento, pues no veo la película desde hace años, pero concuerdo contigo en la importancia de esos elementos que señalas, pues la convicción de un personaje o de un entorno también dependen en gran medida de ellos. En cuanto a los peinados (corte de pelo, color del mismo, etc.) siempre me ha parecido curioso el modo en que cualquier actor, no digamos actriz, considera casi una obligación la continua variación capilar de un film a otro, de tal modo que una galería de fotos de sus papeles sucesivos casi parecen mostrarnos a personas distintas. Nunca olvido que Cary Grant construyó una carrera muy larga y sólida… con el mismo corte de pelo en todas ellas.

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