En Café Montaigne: La madre optimista del filósofo pesimista
Vuelvo a sacar a la luz, ahora en la excelente revista digital Café Montaigne, un artículo que tal vez recuerden antiguos lectores de este blog. Es uno de mis intentos de unir filosofía y literatura, dos disciplinas que en tiempos escolares nos acostumbramos a considerar diferentes pero que, conforme pasa el tiempo y se superan viejas reticencias, se advierte que, como mínimo, entrecruzan continuamente sus senderos. Se trata de La madre optimista del filósofo pesimista, y bajo este título un tanto juguetón abordo una de esas apasionantes relaciones entre progenitores y vástagos que salpimentan la historia de la cultura. Normalmente, se trata de un hijo que tuvo que sufrir una influencia o bien castradora o bien excesivamente impositiva, que marcó cuando menos sus años de infancia y juventud y que dejó huella en su propia obra, hasta el punto de volcar en ella la «liberación» de la aciaga sombra paterna. Pues bien, por una vez, el elemento impositivo es el vástago y el elemento que encarna la libertad, el progenitor, en este caso progenitora. Me refiero al filósofo alemán Arthur Schopenhauer, uno de los pensadores más influyentes de los tiempos modernos, y a su madre, Johanna, que asimismo fue escritora, y de notable éxito en vida (mientras que el hijo debía reconcomerse por el nulo eco que recibían los trabajos que consideraba geniales). Si el nombre de Schopenhauer es asociado al más acendrado pesimismo, lo que sabemos de Johanna —y no por sus libros, que hoy nadie lee, sino por los biógrafos del hijo— es que fue una mujer de espíritu especialmente animoso, para quien la viudez supuso una liberación de la opresora carga patriarcal que la reducía a la condición de «ángel del hogar». Instalada en Weimar, la ciudad que Goethe había convertido en epicentro cultural de Alemania, mantuvo un animado círculo social en el que su sombrío hijo (que le reprochó siempre la liberalidad de su existencia) jamás se integró. Irónicamente, si el joven Arthur pudo escapar del destino comercial que le reservaban los designios familiares fue gracias a la generosidad de la madre, que lo liberó del compromiso que había fijado con el marido fallecido. Por tanto, a esa madre optimista con quien Schopenhauer acabó rompiendo agriamente le debemos, en buena medida, que el hijo, pesimista, inflexible, insoportable en el trato social, se convirtiera en un refulgente astro de la filosofía, y por tanto, de la literatura.
Interesantísimo y placentero artículo. Desconocía que la madre había sido escritora y su relación con Goethe. Tampoco sabía nada de la relación tormentosa entre la madre y el hijo que desde luego marcaron la existencia y la obra de Arthur. Me apunto el epistolario.
Descubro tardíamente este artículo, que había sido declarado directamente como spam. Por lo tanto, gracias retrasadas. Y sí, como pasa con tantos filósofos, indagar un poco en su vida y circunstancias, aparte de explicar en buena medida su pensamiento, resulta de lo más singular. Espero que hayas disfrutado, o disfrutes, el epistolario.